viernes. 29.03.2024

Titulitis

Tener una carrera universitaria, o dos, no es sinónimo de ser buen gestor, o lo que es lo mismo, buen gobernante
CRISTINA QUICLER | AFP
CRISTINA QUICLER | AFP

Titulitis

Una de las razones que forman parte de la grandeza de la democracia es que un obrero sin formación puede ser presidente del gobierno, ministro, alcalde o concejal. No hay ley que impida que un iletrado figure en una lista electoral. Todos tenemos el derecho constitucional a elegir y a ser elegido.

A lo largo de la historia de este país han sido muchos los que sin estar en posesión de título universitario alguno han llegado a ministros. Incluso, algún muy buen ministro, como por ejemplo José Luis Corcuera, sin olvidarnos de personajes de la talla de Celia Villalobos o Pepiño Blanco entre otros muchos y sin ánimo de hacer una lista demasiado larga. Aunque, como ciudadano, sí me gustaría que aquellos que son nombrados ministros, elegidos alcaldes o presidentes de algo tengan una mínima formación, amén de audacia, inteligencia y sentido común para gobernar su parcela y gestionar el dinero público.

Tener una carrera universitaria, o dos, no es sinónimo de ser buen gestor, o lo que es lo mismo, buen gobernante. Recuerden al ínclito Rodríguez Zapatero, un licenciado en Derecho por la Universidad de León que quebró España hasta dejarla hecha unos zorros. Luego, queda demostrado que tener carrera sólo es sinónimo de ser estudiante aceptable, lo que no es lo mismo que ser buen gestor.

He conocido a magníficos concejales y concejalas de grandes municipios andaluces que sin estudios han sido elegidos para el cargo como taxistas o peluqueras, y no han necesitado inventarse un título académico, ni mucho menos un máster para gobernar sus pueblo.

Lo de los estudios universitarios y los máster parece que se ha convertido en España en una carrera de fondo para demostrar no sé muy bien qué ni a quién. Ahí está el caso de la todavía presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, quien por querer presentarse ante la sociedad votante como la mejor ha querido sumar a sus méritos un máster que le ha costado el descrédito y a buen seguro el cargo, porque tal máster, al parecer, no existe.

Lo más grave del caso es que Cristina Cifuentes no lo necesitaba. Ella es presidenta por el voto de los madrileños, los que tienen máster o no pasaron del certificado escolar, y – algo sé de mercadotecnia electoral – presentar un currículum muy extenso no garantiza ni un voto más. Incluso, podría decir, que ahuyenta a determinado tipo de electores.

Estoy convencido de que en estos días, muchos de los que forman la llamada clase política están revisando sus currículum no vaya a ser que por aquello de la carrera sin fondo de la titulitis hayan incluido datos falsos o inexistentes, que de todo hay. A estos, sí que los apartaba de la vida pública para siempre, porque no se puede mentir de esa forma a la ciudadanía.

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