sábado. 20.04.2024
Guardia Real en paseo por el recinto ferial del Parque González Hontoria de Jerez | Noelia Herrera, de Jonocla Fotografía, para MIRA Jerez
Guardia Real en paseo por el recinto ferial del Parque González Hontoria de Jerez | Noelia Herrera, de Jonocla Fotografía, para MIRA Jerez

Y la Feria de Jerez abrió sus puertas a la Guardia Real

Esplendorosa jornada en el recinto ferial que aunó público, cante, baile, color y tradición

La alternancia siempre se presenta como una higiénica virtud de cualquier manifestación humana. Pero la alternancia en lo climatológico no parece beneficiar a ninguna convocatoria grupal. A ninguna fiesta de masas. Sobre todo cuando para el máximo disfrute de ésta se precisa de sol y de la más ancha luminosidad.

Guardia Real recoge el Caballo de Oro en Jerez | Noelia Herrera, de Jonocla Fotografía, para MIRA Jerez

Es cuanto viene sucediendo en la presente edición de la Feria del Caballo 2018 de Jerez de la Frontera. Que el tiempo ha decidido apostar por su alternancia. Y que si un día clarea, al siguiente no sucede tres cuartos de lo propio: sino todo lo contrario. De un miércoles de cielo sombrío pasamos al jueves más luminoso y soleado. Y del jueves...

Y del jueves radiante de nuevo -como respondiendo a una secreta ley pendular- se saltó a un viernes que, al alba, amaneció anunciando y amenazando horas grisáceas para toda la jornada. Se desperezó la mañana apuntando tonos oscuros y cielos encapotados. Pero todo cambió en un amén, casi a la hora del ángelus...

Las alturas se colorearon de tonos celestes, la luminaria de la mejor esperanza comenzó a filtrar amarillos destellantes y el sol hizo acto de presencia. Para reinar con don de mando. De mando en plaza. Todo volvía a encajar en su exacta medida. En su adecuado canon. En su naturalidad sin filtros. El sol (de Andalucía embotellado) otra vez emparentado -hasta que las muerte los separe- con la Feria de Jerez. Allí, aquí, encuentra acomodo. Encuentra asidero. Encuentra su edén. Su pista de aterrizaje.

La programación oficial anunciaba actos de veras prometedores. El viernes se nutría de convocatorias de alto postín. Desde la tierra cercana del Depósito de Sementales ya vaticinaban reconocimientos de señorío. La Guardia Real pronto haría su entrada triunfal en el Real de la Feria. Con un paseo que sorprendió a propios y extraños. La entrega del prestigioso y prestigiado Caballo de Oro precisamente a la Guardia Real tuvo lugar, ipso facto, en el mencionado Depósito de Sementales…

El caballo copaba todas las exaltaciones. Y todas las dedicatorias verbales. 13.00 horas marcaban los relojes sincronizados. Su Alteza Real, la Infanta doña Elena, entrega tan distinguido premio. La ocasión lo merece con creces. El aire atempera entonces el campo visual de la selecta concurrencia. Francisco Camas, teniente alcaldesa de Urbanismo y Dinamización Cultural, secretario del Jurado del Caballo de Oro, da lectura al acta. Paco sabe a ciencia cierta la envergadura de cuanto su voz proclama.

Recibe la distinción el Coronel de la Guardia Real Eduardo Diz. Quien a su vez, acto seguido, pronuncia un muy medido discurso henchido de mensajes institucionales de indisimulable empaque. Siempre sustentado en los mimbres del honesto agradecimiento. Eduardo Diz ya estuvo por tierras jerezanas apenas diez días antes, concretamente en la sede social de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras para dictar una ilustrativa ponencia sobre la historia y la realidad de la Guardia Real.

La alcaldesa de la ciudad, Mamen Sánchez, cierra el acto. Ya entonces, y como escribiera el escritor sevillano José María Izquierdo a principios del siglo XX, “las velas latinas ondean desplegadas como insignias benditas de ensueño y de amor”. Era el pistoletazo de salida, con sangre real de veracidad a la jerezana, de una Feria que estaba alcanzando su cénit. Su cúspide ambiental. Su magna expresión colectiva. Los ciudadanos no faltaron a ninguna hora: se echaron masivamente al Real. Con la sonrisa de lo genuino de oreja a oreja.

Hubo ganas de todo: de cante, de baile, de confraternización, de amistad. Las nuevas generaciones -los niños, muchísimos aprendiendo y aprehendiendo las claves y los códigos de la Feria de su tierra natal- dotaban de inocencia y futuro el mantenimiento -con solución de continuidad- de la gran cita anual del mes de mayo. La Feria de Jerez que antaño cantara poéticamente Pemán. Que poetizara Manuel Ríos Ruiz.

Que eternizara Miguel Ruiz Ruiz. Que supo y sabe declamar el excelso rapsoda José Marín Carmona. La Feria de Jerez en su esencia y en su quintaesencia. Es la Feria que debe ocupar minutos de pantalla en alguna que otra cadena televisiva de alcance nacional. Que cuatro jóvenes se enzarcen en una brutal bronca nocturna no ha de configurarse como la proyección engañosa de la ciudad y su más soberana expresión festiva dedicada a la trascendencia y a la magnificencia del caballo.

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Y la Feria de Jerez abrió sus puertas a la Guardia Real