viernes. 19.04.2024

Adivina adivinanza: ¿quién ganará OT 2018?

Julia, Natalia, Sabela, Alba y Famous son los finalistas de esta edición 

Ya se alcanzó la semifinal. Tempus fugit. Para la presente edición de OT parece que el tiempo ha variado de reloj universal. Las semanas vuelan. En un concurso que ha ido de menos a más. En todos los sentidos. Incluso en el institucional.

Con todo, ya habrá momento más propicio para el balance de conjunto. Con sus pros y sus contras, que haberlos, haylos (aún incluso a una semana vista de la finalización de un talent que, por encima de cualquier otra coyuntura, sí ha conseguido revalidar y, por ende, consagrar el rescate de un formato que antaño propiciara auténticas oleadas de seguidores en torno a un fenómeno social que rompió moldes).

OT 2018 aún no ha dado todo de sí. Una final siempre es una finalísima, aunque sobre poco más o menos ya podamos augurar el resultado del pódium. No haremos cábalas para no patinar en falso. Ni tampoco para no cometer ningún acto de injusticia  con la equidad que merecen todos los finalistas. Cinco son cinco. Sobre ellos no se ha cernido ninguna sorpresa. Están los que deben (por méritos propios). Tan pronto comenzó a desarrollarse el concurso ya destacaban un grupo de selectos alumnos que apostarían por la excelencia.

Digamos sin temor a equivocarnos que la semifinal aporta dos nombres propios. Ambos en femenino singular. Sendos por circunstancias diferentes. A cada cual su motivo y motivación. A cada cual su alarde de reconocimiento público. A cada cual el peregrinaje de un esfuerzo personal que ahora se ve recompensado con creces. Nos referimos a Alba Reche y a Julia Medina. Nuestra predilección, por razones de vecindad y por criterios artísticos, se declinan más hacia la segunda. Siquiera sea por cuestiones de pura elección. Y por respuestas cualitativas.

¿Por qué Alba? Porque en la semifinal de OT 2018 cuajó una actuación de ganadora. No ya únicamente por su voz tan personalísima. No ya por su in crescendo encima de las tablas. No por la fotogenia de saludable coqueteo con la cámara. Sino también por el nivel de su puesta en escena. Sin efectismos. Sin sobreactuaciones. Sin redobles de importaciones de la voz. Alba fue pura y sublime en la interpretación de ‘She Used To Be Mine’. Para voltear el corazón de los telespectadores.

Alba ha conquistado definitivamente su propio potencial hasta ahora ignoto, quizá inexplorado, un tanto desconocido. O no pulido. No es que Alba haya vuelto por sus fueros: es que sencillamente ha emergido de su mismidad. Por vez primera. Hay quienes piensan que la suya fue actuación a la altura de Amaia. Pero nos atrevemos a disentir de dicha aseveración: Alba desprende un halo mágico y seductor que no poseía Amaia (sin menoscabo de su notable voz).

Julia inició su presencia en el concurso derrochando poderío vocal. Asombró por largo en la Gala 0, en la Gala 1, en la Gala 2…  La opinión pública y publicada se deshacían en elogios para con la capacidad cantora e incluso canora de esta muchacha que ya principiaba  a embelesar a todo hijo de vecino. Fue una irrupción de dulzura y magisterio interpretativo. Sin despeinarse. Con la facilidad de su talento o con el talento de su facilidad. Parecía una musa reportada desde el Parnaso de los escribanos líricos.

En el ecuador de OT acusó problemas de cierta afonía. La voz no comunicaba al cien por cien. E incluso llegó a estar nominada en alguna ocasión. Sucede hasta en las mejores familias: el interruptus de las bellas artes con mayúsculas. Julia es hada y duende a la misma vez. Bien mirado, y habiendo aludido al concepto poético del duende, también Julia genera un acento lorquiano de cantante que poetiza todo cuanto asume. Parece un ser humano elaborado con los ingredientes del dulce de leche. Caramelo hasta en la textura de la dermis.

Pues bien: Alba y Julia ya son finalistas de OT 2018. Con todos los fundamentados honores. Forman el repóker de ases junto a Natalia, Famous y Sabela. Curiosamente Sabela ha encarnado el caso del ave Fénix. Ha resucitado de las cenizas que ya pisaba cuando sucesivamente anduvo en las puertas de su posible expulsión. Hizo entonces, con anterioridad, las maletas. Para deshacerlas de nuevo. Y, cuando menos lo esperaban los miembros del jurado y el profesorado de la Academia, para escalar un resurgimiento tan intachable como imparable. En una sobresaliente escalada sin paso atrás.

Miki al fin ha huido del convencionalismo en boga tan de chico progre según los dictados del discurso imperante. Y hasta dominante. Quiso erigirse en vigía de la expresión posmoderna. Confundiendo el atún con el betún. Y la rebeldía con el adoctrinamiento ideológico. Esa indisimulable tendencia politizada al cabo no ha beneficiado a  quien sólo competía un papel de alumno con aspiraciones a cantante. La refriega de posicionamientos extramusicales sólo devasta la finalidad de unas competencias para entonces desdibujadas.

Dicho lo dicho, Miki ha sido objetivo y autocrítico con sus actuaciones en las galas penúltimas. ¿Ha reaccionado tarde? ¿Se distrajo en otros menesteres? En la semifinal quedó eliminado del concurso. Ha dejado patente cuál será su estilo, su acento musical. Ahora le resta un ímprobo esfuerzo por las angostas callejuelas que conducen al éxito o al fracaso. Depende de sí mismo.

Laura Pausini canta en directo. No defrauda. Ana Guerra hace lo propio. La vemos demasiado crecida. ¿Canta peor que baila o baila peor que interpreta? ¿Desconoce el machadiano “caminante no hay camino: se hace camino al andar"? El verso y el calendario lo dictará con inapelable evidencia. Ya únicamente cabe reflexionar sobre los derroteros inmediatos de OT 2018. O sea: la gran final. ¿Quién resultará ganador o ganadora? Adivina adivinanza…

Adivina adivinanza: ¿quién ganará OT 2018?