miércoles. 24.04.2024

Jaime Padilla, banderillero: “La Fiesta no está mal pero tiene que cambiar algo”

Entrevistamos al menor de los Padilla, que aborda una nueva e interesante etapa

Hacía tiempo que habíamos quedado en vernos. Por fin llegó el día y nos citamos en el bar “La Garrucha”, sede habitual de la Tertulia Taurina Jerezana. Llego pronto pero Jaime Padilla es puntual. Los toreros, los banderilleros son puntuales. Me cuenta que ha estado con tareas familiares, llevando a los niños a clases particulares, y luego hay que ir a recogerlos.

El varón, diez años, había estado intentando convencer al padre para que lo dejara asistir a la entrevista; tiene afición el rubio. Jaime es hombre familiar pero tiene pinta de actor de cine y me recuerda a James (Jaime) Dean, aquel rebelde sin causa que murió demasiado joven por la dichosa carretera. Dean era muy aficionado a los toros y estaba en camino de ser el número uno de Hollywood; practicaba el toreo de salón. Nuestro protagonista practica el toreo de plaza, como tercero de la cuadrilla.

¿Cómo surgió tu afición al toro?

Mi afición viene de mi padre, un gran aficionado que se morirá torero; lo lleva en la sangre. Nos tenía siempre rodeados de capotes y muletas y hasta pedía dinero para echar gasolina y llevarnos a los tentaderos.

¿Qué es lo que te enganchó del mundo del toro?

Yo tenía un espejo, que era mi hermano Juan, pero lo que me atraía era la sensación que se tiene cuando uno se pone delante de una becerra. Dar un muletazo y ver que pasa por ti un animal todavía me pone los pelos de punta. Eso es lo que me enganchó. Luego está el respeto que veía en las peñas o esas charlas de toros en los bares, eso también me enganchó.

¿Cómo fue entrar en la escuela taurina de Jerez?

Mi padre llevaba a mi hermano a la escuela de la Diputación y yo le acompañaba, hasta que el maestro Luis Parra le dijo que me dejara allí y ya iba los lunes, miércoles y viernes. De ahí pasé a la de Jerez, en la que estuve desde 1988 hasta 1997; empecé a ir a ella con mi amigo Ojedita. Otros compañeros con los que me llevaba bien eran Octavio Chacón, Juan Contreras, Caro Gil, Mulero, Junquera, Soto, Campos Lahera y Rafael Valenzuela. Tengo muy buenos recuerdos de la escuela de Jerez.

¿Cómo fue tu estancia en ella?

Toreé con doce años mi primer novillo, en Olvera; era de Ana Romero y fue cumbre. Luego toreé muchas novilladas con la escuela y participé en los concursos de la escuela, pero entonces eran más locales que ahora y fui triunfador en uno. Estando en la escuela me llegó a apoderar Antonio Picamil, que apoderaba a mi hermano. Ahí empecé a torear novilladas por mi cuenta, incluso en Francia, donde me pagaban algún dinero. Coincidí con José María Soler, con Curro Javier…Sin embargo, llegó un momento en que se me acabó la afición; me levanté una mañana y me dije que no entrenaba más. Toreé en Albacete, el año 1997, con Sergio Martínez y Antón Cortés y les comuniqué que ahí me despedía.

¿Cómo fue tu paso a las banderillas?

Pasaron unos años y empecé a ir de ayuda con mi hermano hasta que un día mi hermano Oscar me dijo “¿a ti no te da vergüenza estar limpiando capotes con el cuerpo que tienes y con lo bien que has banderilleado los novillos?” Igualmente, mi padre me decía que podría ser banderillero y ahí empecé a masticarlo. En Sanlúcar, el año 2001 participé en un festival sin picadores y luego en el festival de los banderilleros. Pensaba que mi hermano me iba a ayudar; sin embargo decidió que debía pasar lo mismo que él pasó. Él ya estaba en figura y yo me puse a ir por los pueblos con novilladas duras, pero se lo agradezco porque me hicieron ver la realidad del toreo.

Habla un poquito de tu estancia en las diferentes cuadrillas fijas en que has estado

Me coloqué con mi hermano en 2003. Hizo de Rey Mago en Jerez y yo iba de paje. Al terminar la cabalgata fuimos a visitar los niños enfermos del Hospital y luego me iba a despedir cuando me paró diciendo “vamos a tomar una cervecita y a brindar, que los Reyes Magos te han traído un regalo, la colocación”. Fue lo más bonito y así me puse junto al Mangui y a mi hermano Oscar.

Con mi hermano toreé mucho ya ese primer año. Me acogieron muy bien en la cuadrilla y, aunque había mucha presión porque eran corridas duras, tuve momentos maravillosos, además de ver la dureza del toro. Es cierto que viví algunas cornadas, como una muy fuerte en el cuello, en San Sebastián, y otra cogida en Alicante, pero viví también algo muy grande como fue el indulto de “Muroalto”, un victorino.

Después de tres temporadas, en 2006 Juan tuvo pensamientos de retirarse y me coloqué con Finito de Córdoba. Con él debuté, como tercero, en América, en San Cristóbal (Venezuela), para mí un orgullo. También recuerdo un gran puntillazo en Córdoba a un toro al que el maestro le tenía cortada las dos orejas pero le habían tocado los dos avisos; tuve suerte y salvé las dos orejas.

En el 2010 me pasé a la cuadrilla de Daniel Luque, aunque con Finito seguía yendo a América en invierno. Fue un cambio bonito porque Dani era el niño mimado del toreo y tengo buenos recuerdos de él. En cuatro años que estuve con él pude levantarle sólo cuatro toros, sabiendo que tenerlo a su lado no es fácil, porque se exige y exige.

En el 2014 salté a torear con Manuel Escribano. Me cogió bien porque tenía asentada mi vida personal y familiar y eso se nota en la plaza. Él es muy cariñoso y viví momentos muy buenos a su lado aunque lo suyo fueran las corridas duras y muchas en plazas toristas de Francia. Con él viví el indulto de “Cobradiezmos”.

¿Qué diferencia hay entre ir con un matador banderillero y otro que no lo es?

Con los toreros banderilleros para mí es más duro. El que se viste de banderillero quiere banderillear y si no lo hace se queda en un cincuenta por ciento lo que puede desarrollar. Te mueves más, porque van por cualquier lado de la plaza y tienes que estar donde te necesiten. No paras y los toros vienen como más locos. Se trabaja más aunque la gente no lo vea.

¿Cómo ha sido pasar a la cuadrilla de Ponce?

Desgraciadamente, ha sido por la lesión de un compañero. Iba a América en el avión con Finito y Ponce me miró a la cara y me preguntó si quería cubrir la baja de Fernández mientras se recupera. Me ha acogido con cariño; ya he ido al campo con él y me está dando confianza. Es la guinda que faltaba a mi trayectoria.

¿Has tenido alguna cogida en tu carrera?

He tenido percances pero ninguno serio. Me han fracturado huesos, he recibido varetazos pero nunca me ha llegado a coger un toro. He tenido suerte. Algunas veces, sí, como en Sevilla o en Santander, he llegado a ser prendido a la hora de la puntilla. Sé que aquí hay que pagar un peaje y espero que sea tarde, aunque mi hermano Óscar, en mil y pico de corridas, nunca ha tenido un percance.

¿Cómo ves que debe ser la defensa de nuestra afición?

Es una pregunta buena. Me gusta el progreso; si todo avanza, ¿por qué no los toros? La gente quiere ir a los toros pero quiere que se le cambie el formato. La Fiesta no está mal del todo pero hay que cambiar algo, no sé qué. No estoy diciendo que no se pique pero si la gente no quiere ver sangre, algo habrá que hacer para taparla.

¿Participas en actos públicos en defensa de los toros?

Siempre que me llamen estoy dispuesto. Últimamente estuve en la Hermandad del Transporte en una exhibición de toreo de salón. Allí hablé de unas clases prácticas a los chavales y otras cosas. Me presto y me gusta.

¿Cómo te preparas a diario cuando no toreas?

Cuando perdí dieciocho kilos contraté un entrenador personal. Cuento con mi mujer para el control de la dieta. A diario practico hora y media o dos horas a ejercicios físicos, con spinning, con abdominales... Con mi cuñado Fernando Pereira, banderillero, me voy a Sanlúcar o El Puerto los fines de semana para banderillear. En casa tengo un tronco y siempre que puedo me voy a él para practicar con la puntilla. Salvo quince o veinte días de vacaciones con la familia durante el invierno, ése es mi régimen diario.

¿Qué haces campo en el invierno?

Me une una gran amistad con el maestro Fino y a él le encanta el campo. Con él hago una preparación muy buena en los inviernos; este año he estado en Salamanca. Me viene bien, porque me da sitio, toreo con el capote y coloco las becerras en el caballo. Esto no es sólo en invierno sino que hoy día los tentaderos se alargan hasta el verano.

¿Qué nombres de banderilleros te sirven de modelo?

Me hablaban mucho de Bojilla y, aunque lo conocí personalmente, no tuve ocasión de verlo. Todos tenemos en mente al maestro Montoliú y luego Mangui y Juan Montiel, del que fui compañero con Fino, me atraen. Mi referente como puntillero es Emilio Fernández padre, desde cuando iba con Jesulín. También hay que decir que Jerez tiene una cantera extraordinaria de profesionales.

¿Ha evolucionado el tercio de banderillas?

Aquí está todo inventado, pero viendo los vídeos de los años sesenta se aprecia un cambio, brutal, en la estética. Ahora la puesta en escena es otra. El toro se movía más antes pero ahora nos lo pone más fácil, con un trote más suave, sin quitarle importancia.

¿Cómo realizas la función de la puntilla?

Principalmente, tienes que saber dónde está la muerte del toro, ahí está la experiencia; los miuras la tienen un poco más atrás y los salmantinos tienen el punto cubierto de pelo. A un buen puntillero no le perdonan un mal puntillazo pero con un capotero al público no le importa que de tres capotazos malos y le enganche el toro. La labor del tercero es ingrata; el toro se levanta y te maldice la cuadrilla. Como mi padre dice, ése es mi minuto de gloria después de que el torero ha bregado durante diez minutos. No se puede ir con la duda, hay que ir con la puntilla muy bien agarrada y si te levanta los pies del suelo te aguantas, para eso eres torero.

En los comienzos, ¿cómo es la decisión entre ir de lidiador o de tercero?

Tienes que ver tus limitaciones. Yo pensaba en que hay matadores que han pasado a la plata y quizás no sean buenos lidiadores; entonces me pregunté que a dónde iba yo. A la vez pensaba que había pocos terceros y, siendo joven, ¿por qué no? La experiencia ya la iré cogiendo.

¿Cuál es tu concepto del toreo como subalterno?

El banderillero está al servicio del matador, no debe buscar ovaciones; tiene que ser visto y no visto. Hay que estar puesto en el sitio adecuado y hacer quites cuando sean necesarios, banderillear perfectamente y a la hora de la puntilla, no fallar.

¿Qué reconocimientos recuerdas haber tenido?

En el año 2016 me dieron el premio a la mejor brega en una plaza que hay junto a Quito (Ecuador). En Sevilla, también el 2016, me dieron el premio al Quite Providencial, de la asociación “Doctores Vila”; fue por mi actuación en los miuras al día siguiente de que mi hermano hubiera salido por la Puerta del Príncipe. En el 2007 recibí el premio al mejor par de banderillas en Almodóvar del Campo (Ciudad Real). En 2007 también logré el premio Frascuelo de Granada como mejor banderillero de la feria, yendo con el Fino; fue en una corrida de Ana Romero.

¿Qué has aprendido de tu padre referente al toreo?

De mi padre tengo muchísimo, sobre todo el amor al toro, en lo que nunca lo alcanzaré. Lo suyo es pasión por el toro. Gracias a mi padre mi vida es por y para el toro. Él es muy duro pero nos ha recalcado que la vida en el toro no es fácil y hay que pasar por muchos trances.

¿Cómo se presenta la temporada 2017?

Me espera una temporada muy bonita, preciosa, pero a la vez cargada de responsabilidad y de ilusión. Moriré aprendiendo pero espero que sea mi trampolín para mi consagración. Se puede estar bien una tarde pero el problema es que tengo que estar a la altura toda la temporada. Será un orgullo; me siento un afortunado del toro.

¿Quieres añadir algo más?

No, nada más. Ha sido un pedazo de entrevista como la copa de un pino. Me ha encantado.

Hasta aquí hemos llegado.

Jaime Padilla, banderillero: “La Fiesta no está mal pero tiene que cambiar algo”