viernes. 19.04.2024

Autoriza por error la desconexión de un paciente terminal 

Una serie de confusiones encadenadas provoca esta fatalidad ya irreparable

Chocante paradoja. ¿O mejor llamarlo fatalidad? ¿O sería más preciso inclusive golpe mortal de mala fortuna? ¿O sentencia del destino? Es cierto, sí, que la vida cambia en décimas de segundos. O inclusive en medio segundo. Todo se vuelve envés. Reverso. Es cuanto le ha sucedido a Shirell Powell…

Un hecho en dos secuencias. El primero, cuando desde el Hospital St. Barnabas, Nueva York, le informaron de que su hermano menor, Frederick Williams, había sido ingresado con serios riesgos vitales. Con definitivos riesgos vitales. Tras dos días de pruebas, decretaron que su estado era muerte cerebral. La sentencia, sí, estaba echada. El siguiente paso era inevitable: los médicos preguntaron a Powell si quería desconectarlo, en vista de que no existía la posibilidad de recuperación.

¿La duda quedaría en el aire? La mujer, de 49 años de edad, decidió entonces acabar con la espera. Ipso facto. Llamó a las hijas adolescentes de Frederick y a su otra hermana para que se despidieran. Nobleza obligaba. Cuando estaban coordinando los preparativos del funeral, llegó el segundo instante...

El segundo fatídico instante. El médico forense le notificó que a quien habían desconectado no era a su hermano, sino a otra persona de la misma edad y con —casi— el mismo nombre. Su hermano estaba vivo, en una cárcel. ¡Vivo! ¡En una cárcel! ¿De novela de misterio y terror? ¿Una broma pesada? ¿Una pesadilla se ojos abiertos? ¿Un entuerto laberíntico de irrevocable consecuencia?

El hermano de Powell se llama Frederick Williams y la víctima del tremendo error era Frederick Clarence Williams. Nombres semejantes, por no decir calcados. De este modo, tal cual, aparecía en la tarjeta de la Seguridad Social que llevaba consigo, pero aún así el hospital llamó al contacto de emergencia del primero, según la demanda judicial que ha interpuesto Powell contra el centro de salud.

Los datos clarifican la confusión. El supuesto hermano era un hombre que ingresó inconsciente a mediados del pasado julio por lo que parecía una sobredosis de drogas. Powell relató al The New York Post, que adelantó la noticia, que el paciente tenía un tubo en la boca y estaba hinchado, pero que "se parecía mucho a mi hermano”, intentó explicarse. Explicación o justificación o ambas cosas a la misma vez.

La otra hermana dudó. Dudó considerablemente.  Cuando entró en la habitación del hospital y vio al paciente dijo: "Ese no es mi hermano". Sin embargo, se acercó más y lo “supo reconocer” entre la hinchazón y los aparatos médicos. "Las cejas, la nariz, la estructura, se parecía a [nuestro] hermano", continuó aclarando Powell al medio estadounidense. El lío (inconsciente) ya estaba montado.

El 29 de julio, con su tío y su hermana al lado, Powell autorizó al hospital a retirar el soporte vital de Frederick Williams, describe la demanda. Pensó que le hacía un favor: "Fue muy abrumador". Las hijas del supuesto difunto, Brooklyn, de 17 años, y Star, de 18, fueron las que más sufrieron, según su tía. Cómo vivir un error con pálpito de realidad. La hecatombe de lo cotidiano. La paradoja que orilla la vida y la muerte.

Ya con el luto puesto, revestida del signo del dolor, preparando el entierro, la oficina del médico forense de la ciudad reveló después de la autopsia que el hombre muerto era Freddy Clarence Williams. El abogado de Powell, Alexander M. Dudelson, le dijo a The Post que trató de obtener información sobre el desconocido que pagó las consecuencias de la confusión, pero no tuvo respuesta: “Básicamente me escupieron en la cara". La oficina del médico forense igualmente rechazó ofrecerle detalles sobre los familiares de la víctima argumento el respeto a la intimidad.

A veces los encontronazos de dos sinsentidos provoca la más sutil situación surrealista. Impretendida por todas las partes. La tragedia condujo al verdadero paradero de Frederick Williams: la cárcel de Rikers Island, Nueva York. Semanas más tarde Powell pudo ver a su hermano menor en una audiencia en el Tribunal Supremo de Manhattan. "Vi a mi hermano... no lo podía creer. Me sentí muy aliviada". Hablaron por teléfono sobre lo ocurrido y a pesar de que Williams se impresionó sobremanera por la decisión que había tomado su hermana por él, terminó por entenderla y culpó al hospital del mal momento que habían hecho pasar a su familia. Un mal momento que aún tirita de espanto.

Autoriza por error la desconexión de un paciente terminal