viernes. 26.04.2024
Cofrade

Miércoles Santo: azul en quietud

Miércoles Santo: azul en quietud

Recreación nostálgica de una jornada de conversión interior

El jerezano, el ciudadano, no debe sentirse como un Soberano superhombre que todo lo puede. Porque fíjese usted qué lección de fragilidad ha recibido. El jerezano ha de aprender que si ahora, por mor de la enfermedad en ciernes que a todos asola, ha caído una vez, habrá de levantarse siete y setenta veces siete.

El jerezano ha de conocer y de asumir que su flagelación no es permanecer encerrado en casa sino saberse henchido de salud. El jerezano encuentra el consuelo de una certeza impar: la de estar haciendo bien las cosas mientras respeta las indicaciones de las autoridades sanitarias.

El jerezano a veces cree estar prendido de pies y manos en este encerramiento pero ni por asomo es así porque Dios otorga la libertad del amor a sus semejantes. Amor a sus allegados. Amor, ahora más que nunca, a su vecindario. Amor a raudales por la alegría de estar vivos.

El jerezano se siente agradecido por la salubridad que reina en toda su familia (conoce cómo aquellas personas que pierden familiares por esta pandemia ni siquiera pueden estar presentes en ese traslado al sepulcro de su más concurrido entierro).

El azul del cielo ahora no se sostiene en quietud. Los candelabros de cola que no vemos sí alumbran el sendero del cristiano que ahora también descubrimos o redescubrimos dentro de nosotros. Porque el coronavirus ha propiciado el efecto contrario a sus iniciales intenciones: ha hecho renacer la conversión de los hombres de buena voluntad.

Claro que surge la nostalgia. Quién puede negarlo. Claro que emerge la tristeza esporádica por lo no vivido. Y se recuerdan, se presienten al mejor decir, a niños nazarenitos por la calle Medina, y a casi bebés revestidos de rojo y blanco por el barrio de Santiago. Y el eco de una saeta que ni siquiera quedó en el germen de la garganta.

Y recordamos a cofrades veteranos que aún siguen vistiendo ejemplarmente la túnica nazarena, como es el caso de Francisco Garrido Arcas, ex Hermano Mayor de la Hermandad de la Amargura –la corporación de sus amores- y ex presidente del Consejo de la Unión de Hermandades. Paco, octogenario ya, pero bien conservado siempre, añorará el hábito nazareno como la segunda piel de sus Miércoles Santos.

Así como en el Prendimiento, que tantos meses convulsos ha protagonizado de unos meses a esta parte, recordará hoy al unísono, a su cofrade recientemente desaparecido Manuel Rodríguez Porrúa. En la memoria del bueno de Manolo Porrúa se deposita este Miércoles Santo un hálito de fraternidad entre todos los hermanos de todas las cofradías de la ciudad…

Miércoles Santo: azul en quietud