viernes. 29.03.2024
Cofrade

Viernes Santo: Dios presente en la ciudad

Viernes Santo: Dios presente en la ciudad

Recreación  nostálgica de una de las jornadas grandes de la Semana Santa

No ha amanecido este Viernes Santo con cofradías en la calle. No ha amanecido este Viernes Santo con olor a café y churros en el centro de la ciudad.

No ha amanecido este Viernes Santo con el cuerpo cortado de quienes optaron por la penitencia bajo el hábito nazareno. No ha amanecido este Viernes Santo en la tesitura del cansancio físico ni de la saeta madrugadora. Ni Sagrados Titulares con la Cruz a cuestas ni Cristo crucificado por el albor de Santiago…

Pero sí se ha experimentado una Madrugada de reflexión comunitaria, de interioridad cristiana, de profundización evangélica. No como las Madrugadas rotas o las Madrugadas suspendidas por el factor meteorológico. Porque las jornadas con amenaza o literalmente mojadas por la visita más indeseada por las cofradías – la lluvia- al fin y a la postre llegan cargadas de incertidumbre…

Y la incertidumbre es el peor estado – la peor dubitación- que puede apoderarse de una corporación cofradiera. La peor duda entre el echarse a la calle y el suspender el testimonio penitencial a pie de calle.

En esta pasada Madrugada Santa la incertidumbre no ha existido. Mayormente todo lo contrario: la certeza de una acción proyectada por el bien social, por la fraternidad entre iguales.

El Viernes Santo tarde ha sido otra voz pero con el mismo cantar que la noche de largos silencios que la precedió. El Viernes Santo tarde ha dejado los trajes oscuros en casa. Esa marea de jerezanos en familia poblando los palcos y sillas de la Carrera Oficial ha brillado por su necesaria ausencia.

El Viernes Santo es propicio al cielo nublado. Pero también metafóricamente hablando porque el luto se cierne sobre lo litúrgico.

En este Viernes Santo tarde se ha recordado muchísimo a Manuel Rodríguez Porrúa por la señera cofradía de la Hermandad de Nuestra Señora de Loreto en su Soledad. Porrúa fue un vecino ejemplar de la Reina de los Cielos. Este Viernes Santo ha quedado desértico el Campillo. Y silente los alrededores de la recientemente restaurada Ermita de San Telmo…

También El Cristo de Jerez, el Cristo de la Expiración, protege a todos sus hermanos y devotos. De las Viñas a la Porvera corre un reguero de nostalgia.

En la Hermandad del Santo Entierro ya no se habla de la estación penitencial en San Dionisio sino de la necesidad de quedarnos en casa por el bien común. El Viernes Santo se ha tornado Iglesia Doméstica. Es decir: razón y madurez.

 

Viernes Santo: Dios presente en la ciudad