
¡Sanlúcar, al galope!
Las Carreras de Caballos dotan estos días a la localidad de un ambiente excepcional
Sanlúcar -sobre todo bajo la canícula- es un edén -no siempre escrutado por el gran público- capaz de dotarnos de muy meritorios reflejos culturales. Si nos adentramos en su quintaesencia -la social, la gastronómica, la urbana- sabremos deslindar bien pronto lo esencial de lo accidental: algo así como separar el grano de la paja en un contexto siempre bienaventurado para la paz de nuestro fuero interno.
Sanlúcar en verano nos abre sus hospitalarios brazos nunca en sordina pero tampoco haciendo alarde de ningún runrún chovinista. Existe como un silencio manso que en realidad es guiño cómplice: comprensión para con una biografía, la nuestra, que este lugar nos regala con lealtad sin altibajos. En Sanlúcar nos movemos como pez en el agua sin tener que dar explicación alguna a quien ose interrogarnos.
En estos días agosteños además se duplica o reduplica la ambientación tácita: una especie de efecto multiplicador de innúmeras libertades personales que se unifican en torno a un evento que ya cultiva la solera de su consagración. Las Carreras de Caballos. Nunca la playa fue más signo de progresía. Nunca antes el carácter familiar de los veraneantes mostraban sus rostros sonrientes de varias generaciones…
Nunca los niños desplegaron como ahora la cometa de la ilusión.
No cabe otra conjetura. En estos días 8 -martes-, 9 -miércoles- y 10 -viernes- Sanlúcar es más Sanlúcar si cabe. La de los vecinos de siempre y las de los visitantes de ahora. Todos fundidos en torno a un acontecimiento que no proporciona ninguna fisura. Júbilo del animal que corre y del jinete que repite de nuevo la hazaña. Apuestas sobre taquillas de cartón a pie de arena. Emoción de inocencia henchida de verdad.