martes. 16.04.2024
Antonio Banderas, premios Goya
Antonio Banderas, premios Goya

Ha pasado más desapercibido de lo que en principio debiera. Porque la profundidad del análisis y la densidad de la síntesis requieren un notable subrayado. El mensaje inicial que Antonio Bandeas lanzó en la noche de los Goya a propósito de la labor inmediata que debe realizar la industria del cine precisa de una atronadora ovación.

Fue un discurso a modo de reflexión compartida. Un discurso potente en su serenidad esbozada a media voz. Un discurso bien construido desde el punto de vista gramatical. Con énfasis comunicativo. Sin ningún tono dogmático. Sin ninguna palabra más alta que otra.

Confesión y no adoctrinamiento

Un discurso reflexivo, sí, con más dosis de confesión que de adoctrinamiento. Con los pies en el suelo y la cabeza en la realidad. En la cruda y ruda realidad que los profesionales del cine han padecido y siguen padeciendo a raíz del advenimiento de la pandemia. Como un atrapamiento en el callejón sin salida de las salas vacías.

“Para la gente del cine no existe peor pesadilla que las salas vacías”. Así de rotundo y de ilustrativo se manifestaba Banderas cuando saltó a un escenario malagueño inevitablemente desértico de calor humano. Vacío y mudo como la inmanencia de un susto. Banderas pisó las tablas con ánimo unitivo y jamás ideológico en la gala de los premios Goya.

Antonio Banderas llama a reinterpretar la naturaleza

Dijo frases, sí, para enmarcar. “Debemos reflexionar y hacer reflexionar sobre las circunstancias que lo vida nos ha puesto por delante. Debemos afrontar, hacer, esta reinterpretación de la naturaleza. Incluso de esa naturaleza humana que hemos dado en llamar arte”.

Antonio Banderas

El cine, sí, ha de narrar esta experiencia tan personal y tan global. Esta situación que ha devastado todas las previsiones y ha malgastado todas las predicciones. Una estocada del destino para toda la Humanidad sin descarte de ninguna clase.

Antonio Banderas es explícito en este sentido: “Tenemos que aportar nuestro granito de arena, arrimar el hombro. Y dejar testimonio de lo vivido”. No es mala empresa para la industria del cine. La crónica costumbrista de los meses precedentes comporta todo un serial de reflexiones que sólo el séptimo arte puede visualizar en toda su dimensión.

La pandemia no es un caso aislado en este contexto histórico que nos ha tocado en suerte vivir. También es un golpe de efecto social. Un acoso y derribo pero asimismo una llamada de atención. Los hombres andaban jugando demasiado a creerse semidioses capaces de jugar a su antojo con la ciencia. Adulterando la esencia de lo intocable.

Apretando el acelerador

Igualmente la sociedad apretó demasiado el acelerador de la prisa, la agonía y la avaricia. Olvidándose de las verdaderas razones del sendero de la mano izquierda, que es el itinerario que lleva al corazón.

Entre lo esencial y lo accidental, todos andábamos a la deriva, cosificando el alma del ser humano en aras de lo estrictamente material. La digitalización de los sentimientos y el trashumanismo que se avecina ya anuncia el frío universo con más latido robotizado que sensibilidad a flor de piel.

Antonio Banderas entiende que el cine debe tomar partido. Porque el cine es también servicio social a modo de titular periodístico o a la manera de cómodo diván unipersonal. A esto se le llama tener las ideas claras. Sin intereses económicos.

Los segundos de silencio que Antonio Banderas, junto al equipo técnico y a los miembros de la orquesta de la noche de los Goya, dedicaron a las víctimas de la pandemia y a cuantos en la actualidad están sufriendo por sus estragos supuso un guiño a la postura de una Academia que encontró la mejor voz y el más óptimo espíritu corporativo y corporativista en la profesionalidad y en la honestidad del inmenso actor malagueño.

Antonio Banderas lanza un potente mensaje a la industria del cine