
Es curioso. Es significativo. Es ilustrativo. Es determinante. Es convincente. Nadie lo duda. Todos coinciden. Todos comentan tal cosa. Todos hablan de lo mismo. En el centro de los comentarios halagüeños siempre está Antonio Banderas. Sobre todo y muy especialmente después de la gala de los Goya.
Antonio llegó, vio y venció. Salió por la puerta grande como un torero de sublime tarde. Como diestro en el noble arte de lo suyo. Como un experimentado maestro que domina la técnica del éxito. Que juega a vencer. Que tienta la suerte a pies juntillas.
Llena de trabas
Antonio fue la estrella, la súperestrella de la noche de los Goya. Una noche con todas sus dificultades en ristre. Una gala que se presumía llena de trabas. Y así lo fue en efecto. Porque la exigible distancia física convertía en un encaje de bolillos cuanto en otros años sólo respondía a un encuentro social en aforo único.
Antonio ganó por goleada con todas las circunstancias adversas. Supo hilvanar todos los hilos descosidos en este telar de su profesionalidad. Apostó por el trabajo previo. Por la planificación. Por el método. Por el temple del silencio. Por la gramática de la tranquilidad.
El público boquiabierto
Todo muy lejos del ruido, del jaleo, del bullicio que provoca y propicia actos como éste, tan social y tan concurrido por lo demás. Hubo dos cuestiones que asombraron sobremanera y que dejaron boquiabiertos al respetable público. A los millones de espectadores.
Dos cuestiones son dos. La primera: la increíble, la descomunal, la poderosa agenda de contactos de Antonio. Aquello no fue normal. Aquello era una tronera de poderío. Una cascada de impacto, de alcance mediático. Un volcán de lazos estrechados. Un síntoma de estrellato.
Envergadura internacional
Tantos mensajes de apoyo al cine español. Tantísimos de parte de estrellas de Hollywood. No pocos españoles conocieron entonces el carisma de Antonio. Sucede que su sencillez atempera este poderío. Pero en la noche de los Goya se demostró su envergadura internacional. Ya nadie puede ponerlo en duda.
Pero sobre todo brilló Antonio Banderas por su físico. 60 años de edad que dejaron a todos perplejos. Boquiabiertos. Parecía un chaval. Lo era sin duda. La edad es un estado del alma. Y allí Antonio desbordada juventud. Bien parecido. En perfecto estado de forma. De apariencia muy saludable. Guapo. Un ser distinto pero no distante. Un ser de suyo polifacético. Todos firmarían llegar tal que así a esa edad.
Comentarios por doquier
Veamos algunas de los comentarios que saltaron en redes sociales a este respecto. Frases que lo dicen todo. “60 años, qué cabrón". “Antonio Banderas con 60 años, yo con 20". “Antonio Banderas con 60 años, ahora vais y se lo contáis al rotulista”. “Mucho hablamos de otras cosas y poco de que Antonio tenga 60 años”.
“Antonio Banderas está insistentemente guapo”, “Me flipa que Antonio Banderas con 60 años siga estando buenísimo”. “Antonio, ¿de qué estás hecho?”. Cientos de comentarios en redes sociales. Una unanimidad aplastante en este sentido.
Saber cuidarse
Antonio Banderas ha sabido cuidarse. Lo ha hecho con más énfasis después de algún susto de la salud. En realidad siempre estuvo rindiendo culto al físico. Porque en puridad su físico es también, de alguna manera, una herramienta personal de trabajo.
Antonio, sexagenario, sigue siendo el mismo de siempre. Guaperas, galán, atractivo por excelencia. Antonio Banderas, tan de España y tan del mundo entero. Un actor enorme, un hombre único, un nombre querido. En la gala de los Goya sacó de nuevo sobresaliente cum laude.