viernes. 19.04.2024

El éxito televisivo de ‘Volverte a ver’

Realizamos un análisis crítico del programa que ha captado la atención de los telespectadores

¿Cuáles son las claves del éxito televisivo del programa de Telecinco ‘Volverte a ver? Responder a este interrogante siempre implicaría cierta dosis de subjetividad. Al menos de subjetividad crítica. Pero, grosso modo, cualquier planteamiento analítico de seguro redundará en un alto porcentaje de acierto. O de cercanía a hechos contrastables y compartidos por la práctica totalidad del gran público: es decir, por el alto índice de audiencia que sigue lealmente cada emisión.

Lancemos algunas conclusiones a bote pronto. Sin ánimo de sentar cátedra. Ni de dogmatizar de modo inapelable. La crítica televisiva también comporta su cierta cuña de personalismo. De entrada de trata de un programa basado en hechos reales. En hechos reales del todo anónimos que se resuelven, ya entonces públicos, a través de la pequeña pantalla. Que la televisión proponga la posibilidad de un desenlace feliz cuenta de antemano con el beneplácito de la sociedad, habida cuenta las agavilladas noticias desoladoras que se nos ofrece a diario.

Aunque parezca una opción cainita, el espectador desea observar -no sin cuotas de morbo a veces- los problemas ajenos, bien por reconocerse en algunos de los casos o bien porque de toda manifestación se extrae un (vital, potencial) aprendizaje. Además del aliño de la curiosidad que te lleva a conocer de inmediato el desenlace de cada historia personal.

El testimonio de un tercero constituye el hilo conductor. Persona que busca y persona encontrada: ambas se sientan en plató frente a frente. Y renace otro de los atractivos de ‘Volverte a ver’: la radiografía de las reacciones, los comportamientos a tiempo presente, la respuesta de los sentimientos del ser humano. Corazones desnudos a la incardinación de la espontaneidad.

‘Volverte a ver’ además no hurga en la herida. Sino todo lo contrario: suma herramientas de dialéctica positiva para implantar un tono tan realista como optimista. Y es que el optimismo no parece precisamente un valor en alza para los contenidos programáticos de las cadenas televisivas. El famoseo de baja estofa por un lado y el drama -la sangre- como acicate están a la orden del día.

El acierto rotundo de ‘Volverte a ver’ radica a decir verdad en la atinada elección del presentador: Carlos Sobera. Un profesional que maneja de suyo habilidades sociales para adaptarse e incluso para adivinar el estado de ánimo de cada participante. Impone con gracejo el máximo respeto a cada historia relativizando todo apunte de dramatismo. Se alía con el conflicto de cada narración para conjugarla del sentido del humor siempre accesible. Sobera es un comunicador empático con dotes de cercanía, de fluidez verbal y de ninguna apetencia protagónica.

Por último la participación, la presencia, la implicación, el cameo, la visita, el latido en carne y hueso de algún famoso consagrado artista también suma su necesario oxigeno de mitomanía, pero traducido con poros de humanidad. Es decir: un programa muy del siglo XXI que aporta matices reales como la vida misma. Y que siempre -lo que no es moco de pavo- deja buen sabor de boca.

El éxito televisivo de ‘Volverte a ver’