miércoles. 24.04.2024
Antonio Banderas
Antonio Banderas

Hay quien piensa que la carrera artística de Antonio Banderas ha sido sobre poco más o menos algo así como coser y cantar. Que todo le vino rodado. Que todo fue como un maná caído del cielo. Que la facilidad tomó mando en plaza desde el inicio de su andadura escénica. Que fue como muchacho mimado en volandas hacia el éxito. Que todo fue sobre ruedas sin apenas esfuerzo.

Pero Antonio Banderas no ha sido un actor que ha contado con el salvoconducto de un enchufe. No ha entrado en la profesión por la puerta principal de unos contactos influyentes. Caen en caso error quienes así piensan. Resbalan sin remedio quienes así lo crean. No ha sido el niño bonito de ninguna productora.

Vocación como horizonte

 

Antonio Banderas nunca hizo de su capa un sayo, pero sí de su vocación una divisa, una lontananza, un horizonte. Su herramienta no fue sino el esfuerzo. El trabajo constante. El negarse otros divertimentos, el privarse de muchas cosas, para encarar el sacrificio, el compromiso personal, hasta la extenuación. La vocación actoral estaba por encima de cualquier otra circunstancia.

Íntegro, con sentido común y con sentido de la responsabilidad. Sabiendo a ciencia cierta que nadie regala nada a nadie. Ni nadie conoce a nadie a la hora de valorar la calidad de un trabajo artístico. El profesional ha de saber batirse el cobre encima de un escenario.

Y Antonio Banderas es un animal de las tablas. Un interpretador de la otra realidad que es la ficción. Una ficción que a veces es más real que la vida misma (aunque en ocasiones menos perceptible). Antonio Banderas no es un actor casual sino causal. De los de pulsión primigenia. De los de latido de fondo. De los de estudio constante.

De los de interiorización del guión. De los de puntualidad y rigor. Y, además,  nunca oportunista. No ha buscado jamás el pelotazo. No ha sido trepa. Y sí buen compañero, al decir de muchos. Quiso labrarse su carrera desde abajo, que es por donde se comienzan las excelentes construcciones. Con unos cimientos firmes…

Antonio Banderas, actor de raza

 

Para volar a continuación. Y tal que así procedió Banderas. Una de las pruebas más evidentes -que lo es del algodón- de la vocación interpretativa de Antonio Banderas es su incursión (también exitosa) en el género teatral. El teatro es santo y seña, el barómetro, de la verosimilitud artística de un actor de raza. El teatro es la piedra filosofal de una definición. De una intención. De un sueño, de una aspiración.

Antonio Banderas

Si preguntamos al común de los españoles, por ejemplo, qué obras teatrales han sido claves en la carrera de Antonio Banderas, posiblemente la respuesta quede suspendida en un mar de interrogantes. Este desconocimiento puede estar justificado por la primacía, por la titularidad estelar, de su incursión todopoderosa en el cine incluso internacional. Para elegidos. Hollywood no llama a todas las puertas.

Pero nunca es tarde para subrayar a modo de información o de recordatorio. Antonio Banderas ha intervenido en las siguientes obras teatrales: en 1981 ‘La hija del aire’ de Pedro Calderón de la Barca; en 1982 ‘La ciudad y los perros’ basada en la novela de Mario Vargas Llosa…

En 1983 ‘Vida del Rey Eduardo II de Inglaterra’ de Christopher Marlowe, en 1986 ‘5 Lorca 5' de Federico García Lorca y en 2003 ‘Nine' firmada por varios autores. Como podemos comprobar, no ha sido una permanencia en el tiempo pero sí un trazado de grandes obras sobre todo al inicio de su quehacer profesional.

¿Cuál es la prueba del algodón de la vocación de Antonio Banderas?