
El escenario político español vuelve a tambalearse con las declaraciones de Carles Puigdemont, expresidente de la Generalitat y actual eurodiputado, quien ha afirmado sin tapujos que miembros del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que preside Pedro Sánchez le ofrecieron el indulto si volvía a España, una oferta que según él fue lanzada "antes, durante y después" de los indultos otorgados a los condenados por el 1-O.
Puigdemont, audazmente, ha rechazado estas ofertas, afirmando que su propia situación personal no es el nudo del conflicto catalán y que cualquier intento de resolver su situación legal de manera independiente del problema más grande sería una distracción inútil. "No es mi situación la que arreglará el conflicto", ha declarado Puigdemont, "no busco esto. Esto no arregla nada".
Según el expresidente catalán, el PSOE le ofreció su propio 'indulto' personal a cambio de su entrega, una propuesta que, desde su punto de vista, se encuadra en la línea de lo que se hizo con otros "presos políticos". Pero, en una demostración de resistencia frente a la política de acuerdos y compromisos, Puigdemont se mantuvo firme: "No me entregaré nunca, ni aunque me ofrezcan pasar un mes en la cárcel".
Sin embargo, Puigdemont no solo ha desvelado sus conversaciones con el PSOE, sino que ha aprovechado para criticar la posición del partido en el panorama político español. Ha acusado al PSOE de ser "el masovero de una finca que tiene un propietario", simbolizado por la monarquía, el poder económico y mediático y los jueces, a quienes considera los verdaderos dueños del poder en España.
Carles Puigdemont confiesa: han ido varias veces a Bruselas desde el partido de Pedro Sánchez a ofrecerle el indulto si se entrega. pic.twitter.com/KLB4k1m1s1
— Jaime Núñez Cabeza (@jaimenunezc) July 6, 2023
Puigdemont quiere negociar con el Estado
El objetivo de Puigdemont, tal como ha declarado, no es buscar su propio bienestar, sino buscar una solución al conflicto catalán. Y esta solución, en su opinión, no puede pasar por un indulto personal, sino por "una negociación política de alto nivel con el Estado Español que reconozca el derecho de Catalunya a existir como nación". Deja claro que no quiere negociar con un gobierno, sino con el Estado, porque "el Gobierno, sobre todo si es de izquierdas, no manda".
Estas nuevas declaraciones añaden más combustible al ya convulso escenario político catalán y español, y plantean preguntas inquietantes sobre el verdadero alcance y las motivaciones detrás de las decisiones políticas en los altos niveles del gobierno.
A la vez, destacan la división existente entre las diferentes facciones del independentismo, algo que Puigdemont ha criticado al afirmar que a día de hoy el independentismo "ni es fuerte ni se hace respetar".
Con todo esto, el expresidente catalán vuelve a situarse en el centro de la mirada pública, en un momento en que el Tribunal General de la Unión Europea ha desestimado su recurso y confirmado la suspensión de su inmunidad, abriendo la puerta a que se reactive la euroorden por los delitos de malversación agravada y desobediencia.
El PSOE responde negando los contactos
En respuesta a las contundentes declaraciones de Carles Puigdemont, el Gobierno ha manifestado su negativa de forma rotunda este jueves, asegurando que nadie afiliado al PSOE insinuó al expresidente de la Generalitat que su indulto era una posibilidad si se rendía a la justicia española y aceptaba su encarcelamiento.
En palabras del Ministro de Sanidad, José Miñones, es completamente falso que personajes vinculados al PSOE hayan incitado a Puigdemont a considerar la opción del indulto.
En un tono tajante y sin dejar lugar a dudas, Miñones ha recordado que Puigdemont no solo ha perdido su inmunidad como eurodiputado, sino también, y desde hace ya tiempo, su credibilidad.
"Es totalmente falso, no puedo más que negar esta afirmación", ha enfatizado Miñones con una brevedad que transmite una contundente desaprobación. Las palabras del ministro se produjeron durante una visita al Hospital Sant Joan de Déu de Esplugues de Llobregat, evidenciando una vez más que la política nunca descansa, ni siquiera en los corredores de un hospital.