jueves. 18.04.2024
Dani Rovira
Dani Rovira

Ser un buen cómico, un gran cómico, es de las cosas más serias que hay. Preguntemos, si no, a Dani Rovira. Esta afirmación la defendía con uñas y dientes Fernando Fernán Gómez, que de esto del mundo de la actuación sabía tela marinera. Fernando era un sabio de las tablas. Un intelectual siempre en vigor y en pleno ejercicio del oficio, del noble oficio, de la interpretación.

Para los profesionales del gremio y para los críticos del género Fernando Fernán Gómez fue un número uno en lo suyo. Un animal escénico. Un ser dotado de una virtud casi divina para la fuerza actoral. Su capacidad de desdoblamiento y su riqueza de registros así lo evidenciaban a cada paso.

Infinidad de seguidores

Contaba, claro que sí, a no negarlo, con infinidad de seguidores. Con millones de imitadores en la medida que Fernando era imitable. No partía peras con nadie y siempre se mostró como un agudo y pulcro defensor del lenguaje. Un actor, un actor de los pies a la cabeza, ha de estar conciliado o en el peor de los casos reconciliado con el lenguaje, con el maravilloso mundo del léxico, de las palabras.

En el caso de Fernando sería tan así que a fuer de actor también derivó en escritor. Un escritor de finísima pluma, de finísimo estilo. Cuidaba la calidad se párrafo. No en detrimento tampoco de la cantidad de producción, porque durante buena parte de su vida escribió en cantidades industriales.

Actor y articulista

A muchos extrañaba que un actor apareciera como articulista de postín en revistas de mayor tirada y en periódicos de más largo alcance nacional. Con columnas anheladas por el público lector. El mundo de la escritura no se circunscribió al periodismo sino que también se extendió en Fernán Gómez al ensayo y a la dramaturgia. Polifacético en este sentido.

Y autoexigente. Hasta tal punto que su singularidad como artista polifacético le catapultó a uno de los sillones de la Real Academia Española. Fernando era renacentista en su modo de concebir y cultivar la Cultura escrita con letras mayúsculas. Poseía, digámoslo así, una concepción transversal de las artes.

Concepción transversal

Una concepción transversal por la que sentía profundo respeto y por la que se rendía como humilde servidor sin descanso. Esto es lo que ha venido en llamarse un cómico. Porque un cómico no es un humorista a secas. Un cómico es un actor que traspasa los géneros y alcanza su propio potencial interpretativo abarcando una pluralidad artística redondeada o rematada por una personalidad propia.

¿Acaso no es eso también Dani Rovira? A Dani Rovira nadie le ha regalado nada. No recuerda a nadie. Es seguro que ha contado y cuenta con referencias, con espejos, con modelos primigenios. Pero de ahí a la imitación va un abismo. Dani Rovira siente un profundo respeto por lo que hace…

Dani Rovira

La cuarta pared

Respeto que personifica, naturalmente, en el público, en los espectadores, en aquello que existe, en carne y hueso, más allá de la cuarta pared. Más allá de la pantalla grande del cine. Más allá de la pantalla plana de los televisores de casa. No el público objetivo sino todos los públicos, sin circunscripción a clase o condición.

Dani Rovira es más que un actor. Su modestia así lo explicita. Su profesión es un modo de estar en el mundo. De combatir el mundo. De disfrutar del mundo. De aliarse con un espíritu empático como consigna de relacional. Gustoso de las bellas artes y de las artes nobles y de las artes comunicacionales.  

Sus monólogos se han ido cargando de registros de autobiografía. Su retina no empapela un doble fondo de apariencia. O de importación vital. Es un renacentista habida cuenta ha nacido al menos una segunda vez. Su sentido de la vida cobra cuerpo encima del escenario. Y fuera asimismo de las tablas. O sea, un cómico en toda regla.

¿Por qué ha de considerarse Dani Rovira un cómico en toda regla?