viernes. 29.03.2024

¿Todo es permisible en el concurso ‘Supervivientes’?

El contraejemplo de Sofía Suescun pone en jaque los valores grupales de la supervivencia

Por la boca de Sofía el concurso ‘Supervivientes’ suena a maledicencia. Por la boca de Sofía -ancha como su histerismo- España comprueba in situ cómo la maldad también a menudo recrece en edades más juveniles. Por la boca de Sofía el concepto compañerismo encuentra su lado menos solidario, su haz codicioso, su envés sombrío.

Por la boca de Sofía se derraman espumarajos cuajados de insolencia, saltan venablos chirriantes y acuna su ser todas las variedades de la peor calaña. Por la boca de Sofía bailan a sus anchas la garrulería y moja saliva la lengua viperina. Por la boca de Sofía pierde comba toda opción de civismo, todo asomo de empatía.

Dos preguntas: ¿Todo es permisible en el concurso de Telecinco a efectos de broncas que teóricamente -sólo teóricamente- aviven el juego de la más nefasta coexistencia? ¿Ha de fomentarse -o todo lo contrario- la viveza de la convivencia en paz o al menos de la convivencia en tolerancia?

Por la boca de Sofía – de Sofía Suescun- la conjugación del verbo dañar vuelve por sus fueros. Por la boca de Sofía la falta de educación equivale a insultos y a continuas arremetidas contra el prójimo (allí donde jamás debe traspasarse la línea divisoria de la incluso delictiva falta de respeto).

Por la boca de Sofía el programa televisivo no debe admitir la permisividad de cualquier comportamiento, por rentable que éste parezca a efectos de recuento de índices de audiencia. Por la boca de Sofía no debe permitirse la intolerancia a la asimismo función social que comporta la televisión (o ha de comportar): jamás sirviendo de banderín de enganche del salvajismo verbal.

Dos preguntas: ¿A una niña con temperamento de niñata ha de facilitársele la permanencia en una isla que ella misma convierte en leña de fuego y en ring de animadversión y tentetieso? ¿Cómo es justificable cuanto lanza a diestro y siniestro, inclementemente, contra sus denominados compañeros?

Por la boca de Sofía en efecto ‘Supervivientes’ se convierte en tierra de nadie, en pasto de lucha fratricida y en mordisco de la dialéctica inculta. Por la boca de Sofía habla igualmente la enseñanza de su señora madre (quien defiende a ultranza el tono y la tónica de su hija en su -indemostrable e inexistente- impecabilidad moral). Por la boca de Sofía la voz es una cantinela de timbre desagradable y chirriante.

Por la boca de Sofía emerge el llanto materno-filial de María Jesús Ruiz, la desesperación de Francisco, la inquietud de Hugo -su ex - y la inestabilidad externa de la práctica totalidad de los concursantes. Por la boca de Sofía brinca la chulería y la fanfarronería como don de mando y como lagañas del capricho unipersonal: tan aliñado de palabras soeces y de contraejemplo para los jóvenes telespectadores.

Dos preguntas: ¿El fin (del posible seguimiento de masas) justifica los medios (del enganche de la grosería)? ¿Hasta qué punto todo vale en el potencial engañoso de la caja tonta? Las respuestas no permanecen jamás en el aire de la incertidumbre. Cae sobre su propio peso. Y la ética de la supervivencia debe ir pareja a valores como la solidaridad, el compañerismo y el respeto. De lo contrario estaríamos hablando de una barbarie donde en efecto el hombre sí será un lobo para el hombre. Cambien de género la frase, que tanto monta.

¿Todo es permisible en el concurso ‘Supervivientes’?