viernes. 19.04.2024

Rafa Serna, sencillamente por amor

Ahora Rafa Serna entra en la gloria por la Puerta Grande de la eternidad

La muerte de Rafa Serna es como poner un Ministerio de Igualdad en la lección de vida que a todos nos ha legado este príncipe humilde de la composición musical. Rafa Serna imprimió cadencia y letra a la vida exprimida por la intensidad del carpe diem. A todos nos ha quedado más ganas de su latido. Latido que se ha marchitado siempre con el mazo dando. Porque la aurícula de su fortaleza ya irrigaba sangre a la lucha contra la Parca.

Rafa versus la enfermedad innombrable. La echó a un lado con una sonrisa por bandera. Como si ya con él no fuese. Ignorando el intrusismo de los bichitos del destino. Entre la Esperanza y la Canina siempre cobra mando en plaza el Gran Poder. Rafa era demasiado auténtico -fieramente humano- como para debatirse entre la plenitud y la ausencia (definitiva). Musicalizaba la tragedia con arrestos de júbilo.

¡Cuánto no habrá sufrido a la chita callando! Se le notaba en la mirada de un poderío que aún no había dictado Sentencia. La alegría de vivir también es la resistencia a la implosión de la muerte. Tecleaba el alfabeto de un piano ahíto de melodía. En el cancionero de un poeta cofrade anida el testamento vitalicio del cantar de los cantares.

Ahora Sevilla derrama lágrimas enlutadas. Ya ha pasado la Santa Cruz de la agonía. Ahora Rafa Serna entra en la gloria por la Puerta Grande de la eternidad. La que se ha ganado a pulso de guitarra alta como un ciprés del cante. La que se ha ganado por susurro de plegarias -plegarias nunca descifradas- a las plantas de la que está en San Gil. La que se ha ganado por padrazo de sus hijos. La que se ha ganado por amor. Sencillamente por amor.

Rafa Serna, sencillamente por amor