viernes. 19.04.2024

Al Niño del Matadero lo hicieron famoso la verónica y la gaonera

Santi Ortiz expone en una conferencia la trayectoria de Manuel del Pino “Niño del Matadero”

Recientemente se ha organizado en el túnel de la puerta grande de la Plaza Real de El Puerto de Santa María una conmemoración del torero (más bien, novillero) Manuel del Pino “Niño del Matadero”, con base en una conferencia a cargo de Santi Ortiz, investigador onubense afincado en Sanlúcar de Barrameda, presentado por Francisco Orgambides.

El conferenciante empezó recordando que Manuel caló como pocos en la afición portuense y cuando no queda nadie que viviera sus faenas es el momento de recrear su vida torera. El pórtico de la retrospectiva se fijó en el 9 de agosto de 1931, cuando cortó en El Puerto cuatro orejas y dos rabos a novillos de Ramón Ortega. Esa tarde lo consagró; en todos los corrillos gritaban “abran paso al Niño del Matadero”.

Santi empezó a graeciendo a los sobrinos del protagonista, Miguel Ariza del Pino y Dolores del Pino Suárez, su ayuda en la investigación para poner orden en los datos biográficos y a su equipo de colaboradores, compuesto por José Manuel Rojas, Pepe Galán y José María Millán, los aportes que le han permitido llegar a construir la pieza de texto e imágenes que iba a exponer ante los aficionados portuenses.

El 11 de marzo de 1911, en el número 1 de la calle llamada entonces de la Fuente (enlace entre la calle Larga y el Parque Calderón) nació el niño Manolito del matrimonio formado entre el matarife Manuel del Pino y Candelaria Suárez, la cual aportó su ramalazo gitano y a la que aquél había conocido en el matadero de la ciudad. Manolito fue un niño introvertido y soñador, que llegaría a ser autodidacta a la hora de manifestar su arte para trasladar las cosas reales al papel con el carboncillo y las acuarelas. Elías Ahuja quiso enviarlo a Italia para estudiar en una escuela de pintura pero, como ya sentía la llamada del toreo, declinó la invitación. El ambiente del matadero dio oportunidad para el desarrollo de la afición. Cuando faltaron sus padres El Sordo del Matadero, el conserje, se hizo cargo de los huérfanos. Manolito empezó a pensar que en el toro podía estar la solución a sus necesidades; tenía que intentarlo. A partir de ahí el conferenciante desentraña las etapas toreras del protagonista.

Con catorce años, el 6 de septiembre de 1925 lidiará un becerro de José García Pelayo. Asombró con su toreo de capa, admirando con la verónica y la gaonera, lances que le harían famoso a lo largo de su carrera. Fruto de ese éxito fueron las cinco becerradas siguientes que toreó en El Puerto y en Jerez, con permiso especial por la edad inferior a los dieciséis años.

Fue el año 1927, a sus dieciséis, cuando con traje verde y azabache se presentó en Valladolid y en Medina de Rioseco. Después de hacerlo en Jerez, se presentó en El Puerto el 14 de agosto y el 4 de septiembre cortó orejas y rabo al novillo Bordador, cuya cabeza adornó su casa mucho tiempo. De las diez novilladas ganó la Oreja de Plata en competencia con el Niño de la Puerta Real; decía Santi que en los nueve años de su etapa novilleril llegó a haber cuarenta toreros apodados Niño.

En 1928, por la fiesta de San Juan participó en su ciudad en mano a mano con el sevillano Juanito Jiménez, frente a reses de Peñalver, y el paseíllo se hizo al compás del pasodoble “Niño del Matadero” compuesto por Javier Caballero; ese día brindó a Elías Ahuja, quien respondió abriéndole una cartilla de ahorros con quinientas pesetas. La fiesta acabó en éxito y los dos actuantes salieron a hombros. Su debut con caballos fue en Jerez el 16 de septiembre, contando diecisiete años, junto a Cantimplas y Rebujina, con reses de Anastasio Martín. Ahí se utilizan por primera vez los petos en los caballos de picar. Salió a hombros tras cortar cuatro orejas.

En la temporada de 1929 tuvo seis novilladas y cuatro festivales, con Arturo Barrera como nuevo apoderado, que sustituye a Félix Tejada Mayo. Su temporada se desarrolló en la región, salvo la tarde de Valencia, cuando se ganó al público con su toreo de capa y cautivó al pintor Ruano Llopis. Cuando se presentó con caballos en El Puerto, alternando con Leopoldo Blanco y con Rebujina, ganó un premio de mil pesetas más un contrato para actuar en Tetuán de las Victorias, pero el premio y el contrato nunca llegaron.

En 1930 estrena nuevo apoderado, Antonio Fernández. Ese año torea trece novilladas y seis festivales y destaca el debut en Sevilla en la feria de San Miguel, actuando con el sanluqueño Capiller y con Alfredo Corrochano, ante novillos de Villamarta. Tras el toreo de capote sonó la música en su honor, conquistó al público y cortó la oreja única del festejo. Volvió a Sevilla en mano a mano con Chiquito de la Audiencia pero ahora no cortó oreja.

Con 1931 llega nuevo cambio de apoderado, ahora con Requena Serrano, que le buscó la presentación en Madrid el 25 de marzo ante novillos de Santa Coloma y junto a Ricardo González y Carnicerito de Méjico; esa tarde quedó inédito por recibir en su primero una cornada, que era su bautismo de sangre. En Sevilla reapareció en tarde desgraciada, apesadumbrado por la grave enfermedad de su hermana Pastora. Toreó en Valencia, Algeciras, El Puerto, San Fernando y, otra vez, en Madrid ante novillos poco manejables de Villamarta. Llegó la tarde de El Puerto citada arriba. Siguieron los éxitos por Cádiz, donde ganó una nueva Oreja de Plata, Ceuta, Cádiz de nuevo y Sevilla, donde, ante novillos de Carmen de Federico, tuvo petición de oreja y dio la vuelta al ruedo. Con la muleta no es que toreara mal pero es que con el capote era insuperable. Había un clima de rivalidad entre los toreros de la zona de la Bahía de Cádiz (Rebujina de Cádiz, Leopoldo Blanco y El Tato de San Fernando, Venturita de Jerez y el Niño de El Puerto). En Madrid participó en un festival benéfico, donde Belmonte actuó como rejoneador, y tuvo triunfo grande al cortar las dos orejas tras gran estocada, aunque resultó volteado y con el vestido destrozado; Pedro Muñoz Seca envió un telegrama de esta forma: “Un triunfo grande y sonoro./ Ha dado el Niño la nota/ de valor, arte y decoro./Vuelve con la ropa rota/ y las orejas del toro”. Ahora pasaría a un nuevo apoderado, Carlos Gómez de Velázquez.

En 1932 hubo 28 novilladas y 2 festivales. Su andadura recorrió, aparte de Jerez y otros lugares de la zona, Alicante, Sevilla, Bilbao, Córdoba, Zaragoza, Badajoz, León, Dax, Santander o Barcelona. En Tetuán de las Victorias cortó dos orejas del quinto y Muñoz Seca mandó sus versos “La más completa victoria./ Ha confirmado su historia/ el Niño del Matadero./ Vaya un torero, torero./ Eso es triunfar y eso es gloria/ y eso es valor y es salero”; a hombros lo llevaron hasta la Puerta del Sol. En Sevilla un novillo de Santa Coloma le pegó en el vientre una cornada que, para muchos, acabó en cierta forma con él. Reapareció un mes después en Cádiz, con otros nuevos compromisos, incluyendo dos actuaciones consecutivas en Madrid. De estas dos últimas novilladas volvió a El Puerto en coche y así paseó a su hermana Pastora para darle satisfacción. En El Puerto, en mano a mano con Maravilla y ante novillos de Villamarta, demostró su vergüenza torera al seguir en el ruedo y salir a hombros con cinco orejas tras recibir un pitonazo con rotura de la encía, destrozo del labio y pérdida de un diente; también se vio que la herida de Sevilla parecía estar superada. Sin embargo, mes y medio más tarde defraudó en su propia ciudad con una de Miura, aunque en la siguiente novillada cortó un rabo a uno de Manuel Camacho, pero después, con una de Juan Pedro Domecq, pegó el petardo más sonado de su carrera. A veces se le acusó de falta de valor, pero solía mostrarse hasta temerario con novillos fuertes; estar bien o mal dependía de su estado de inspiración y la irregularidad era su marca. Fue a Madrid, donde con la espada estuvo mal, y al día siguiente, el 9 de septiembre, en San Martín de Valdeiglesias cortó cuatro orejas y dos rabos a los de Gamero Cívico. En Cádiz, Jerez y Écija visitó sus enfermerías. Reapareció en Barcelona, donde inició la faena sentado en una silla, suerte que sólo había realizado Rafael el Gallo. Con un festival acabó la temporada.

El año 1933 fueron veintitrés las novilladas y cinco los festivales, de manos apoderadas de Daniel Argomániz. Después de dos festivales y dos novilladas, sobreviene un percance el 30 de abril en Jerez, ante uno de Ramón Ortega, cuando con el estoque se cortó la mano derecha, teniendo que ser intervenido repetidas veces. Reaparece en el mismo Jerez colosalmente (“Paso al gitano rubio”, clamaba el Guadalete), aunque fue a la enfermería con una contusión en el mismo dedo lesionado. Reapareció otra vez en Jerez el 23 de julio y toreó luego en Santander y en Madrid, antes de tres novilladas triunfales. Se trataba de Almendralejo, con orejas y rabo, Cádiz, con extraordinaria faena, y El Puerto el 13 de agosto, su mejor actuación en su ciudad, con ganado de Carmen de Federico, en la que a sus virtudes sumó la tranquilidad con que pisó el ruedo para cortar tres orejas y un rabo. Esta racha se cortó en Madrid bajo una tormenta y tuvo un nuevo percance en El Puerto. Después, en Cádiz estuvo bien, toreó en San Sebastián y en Jerez, en un mano a mano, recibió un trato injusto por los seguidores de Venturita. El mayor retroceso de su vida lo tuvo en Sevilla oyendo en su segundo, de Carmen de Federico, los tres avisos. Con dos festivales, en Arcos y Linares, y una novillada triunfal en El Puerto cerró temporada.

En 1934 sus actuaciones quedaron en seis novilladas y un festival, notándose cierto desentreno. Toreó en Jerez, en Tetuán de las Victorias, en Gijón, en San Fernando. En El Puerto recibió su última cornada, por un novillo de Ortega, y volvió a Cádiz. A estas alturas había llegado a tener tres propuestas de alternativa pero él siempre renunció a tomarla. Tampoco viajó a América, como asimismo le propusieron.

El año 1935 ve el estreno de nuevo apoderado, Manuel Acedo, pero toreó sólo cuatro novilladas y un festival. En Marsella (Francia) actuó el 24 de marzo y el 27 hizo su último paseíllo en Madrid (ahora en Las Ventas). En Jerez el 4 de abril se encontró con un público injusto. El 30 de junio toreó en El Puerto y resultó cogido lanceando en su segundo. El 1 de septiembre, finalmente, en El Puerto, ante reses de Ortega y con traje negro y oro, toreó su última novillada y dejó su impronta capotera en su primero pero en su segundo, manso, recibió el reproche del público. En otoño don Juan Pedro Domecq se lo llevó a Jandilla desde el otoño hasta la primavera para prepararse; en éstas llegó la guerra y rompió todos los proyectos. A partir de ahí sólo vestiría el traje corto en siete festivales y, así, el 7 de marzo de 1943, en mano a mano con su hermano Miguel, ante un novillo de Curro Chica cortaría su última oreja.

A partir de ahí e desvinculó totalmente del mundo de los toros y pudo vivir de las rentas de tres casas de vecinos que había comprado. Siempre se negó a vender sus obras de pintura y escultura. Se casó pero no tuvo hijos y montó una droguería, que dirigió hasta que una cirrosis acabó con su vida el 3 de noviembre de 1964. Un festival homenaje fue organizado doce días después de su muerte y en el cartel escribieron los versos de José González Pepillo “Por tu entrada allá en la gloria,/ por tu postrera salida,/ por aquel soplo de vida/ que tanto dijo en la historia,/ por tu gallarda memoria,/ por lo amargo de tu sino,/ por tu capote divino,/ gloria y suspiro porteño,/ por lo eterno de tu sueño,/ por ti, Manolo del Pino”.

Tras acabar la conferencia de Ortiz se pasó a la sala de exposiciones de la Plaza Real para inaugurar la muestra que se había preparado sobre la figura de El Niño del Matadero, donde se exponían fotografías, dibujos personales, algunos ejemplos escultóricos, carteles, alguna cabeza de toro y un traje de luces. La familia estuvo presente y departió con los asistentes, accediendo al final a reunirse en una foto que recogiera la herencia personal colateral de Manuel del Pino.

Al Niño del Matadero lo hicieron famoso la verónica y la gaonera