viernes. 19.04.2024

Chacón y Pacheco, a hombros en La Línea

Crónica de la corrida de la Velada y Fiestas de La Línea de la Concepción, con El Cid, Octavio Chacón y Miguel Ángel Pacheco

La Línea de La Concepción, 20 de julio de 2019. Corrida de toros con motivo de su Velada y Fiestas, organizada por la empresa que representa Curro Duarte. Tarde soleada sin viento. Media entrada. Preside Antonio Ortega. Ameniza la Banda Municipal de Música de La Línea, dirigida por Ismael Flor.

Seis toros del hierro de Salvador Gavira (que pasta en Alcalá de los Gazules), en general descastados y sin fuerzas. En el arrastre, el tercero tuvo palmas y el quinto, palmitas.

Manuel Jesús el Cid, entera desprendida; ovación saludada. Estocada honda y un golpe de descabello; una oreja.

Octavio Chacón, que hacía su presentación, pinchazo sin soltar y estocada honda; ovación saludada tras petición. Entera arriba; dos orejas.

Miguel Ángel Pacheco, entera de efecto rápido; dos orejas. Marronazo y pinchazo suficiente; una oreja.

Incidencias: la reina de las Fiestas y su corte de damas llegaron a la plaza en coches de caballos y dieron una vuelta de honor antes de tomar asiento en el palco de debajo de la Presidencia. Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Félix Román, dueño de la cuadra de picar. A continuación el alcalde entregó a El Cid una placa y un ramo de flores en su despedida de esta plaza. Octavio Chacón y Miguel Ángel Pacheco salieron a hombros.

En tarde agradable, dentro de lo calurosa, el público linense fue fiel a la cita por Fiestas con la fiesta brava, aportando sus mejores galas. El cortejo de bellezas encabezaba la cita con el acompañamiento de las autoridades municipales. A los compases del pasodoble “Española y Gaditana” se inició el paseíllo, dirigido por los seudo alguacilillos que, si no es mucho pedir, deberían llevar la próxima vez unos caballos que mostraran algo más de doma. Decimos lo de seudo porque no iban ataviados como alguacilillos ni sabían comportarse como tales.

El Cid, de sangre de toro y azabache, a su primero, castaño y con las puntas impresentables, lo cita en tablas y, tras inicio dubitativo, se estira conforme avanza a los medios, en donde remata con dos medias; al llevarlo al caballo ya muestra un amago de querer refugiarse en tablas y, a pesar de que la puya es cuidadosa, sale con los cuernos definitivamente desmochados; en banderillas sigue la tendencia a tablas; con la muleta, tras un trasteo en tablas, se lo lleva al tercio y, después de tanda corta, lo toca por la izquierda para sacar pases de uno en uno, a los que acude sin malicia pero con mucha pesadez y se va nuevamente a tablas, por lo que, con la derecha, opta por meterse en los terrenos del toro, adornándose con algún alarde, como coger un pitón.

En su segundo, zaíno y engatillado de cuerna que sale algo codicioso, saluda a placer en el tercio rematando con dos medias; lo lleva toreando al caballo para una puya bien manejada; vemos buen tercio de palos; brinda al público y empieza en los medios por alto, con buenas señales del toro, pero en la segunda tanda empieza bien y de pronto se para y niega colaboración, quedando en un quiero y no puedo; por la izquierda se va quedando cada vez más quieto y el diestro tiene que tirar de recursos, como martinetes y afarolados, y por la derecha sigue de uno en uno, con mucho esfuerzo, recurriendo al desplante, tirando la muleta y cogiendo con las manos ambos pitones, gesto bastante insólito en El Cid; el trofeo es un gesto de despedida.

Octavio Chacón, de rosa y oro, en su primero, bonito que sale refrenándose, recibe en tablas y el bicho, en cuanto puede, sale de huida y, aunque lo recogen los peones, una y otra vez se va a terreno de toriles, pese a lo cual lo cita en la boca de riego para sacarle unas chicuelinas con revolera, aplaudidas; vuelve a toriles y se cae todo lo largo que es en la brega de Miguel Ángel Sánchez y luego, cuando lo llevan al caballo, cae dos o tres veces a cada lance; apenas es picado y pierde nuevamente los remos bajo el peto, por lo que el público pide, con las palmas y con los gritos, el cambio de toro; en banderillas tornan las pérdidas de manos; el pradense trae al bicho de las tablas a los medios y le aplica tres tandas cuidadosas, dibujadas muy despacito, y aun así sigue doblando las manos, con lo que pasa sin solución de continuidad a los pases circulares; por la izquierda hay una tanda muy laboriosa, por la derecha de nuevo se mete en terrenos del toro, ya en tablas y acaba con desplante de rodillas.

A su segundo, correcto de presentación y algo abanto de salida, lo consigue retener con lances al paso, chicuelinas, media y revolera; acude violentamente al caballo, donde se le pone un puya adecuada y aplaudida, completada con un brevísimo quite de una larga natural con la izquierda; el tercio de banderillas es más que correcto; brinda al público e inicia la faena con tres pases de rodillas y, de pie, pases por alto, cambio de manos elegante y un pase de pecho lento y aplaudido, pero enseguida claudica el toro, a pesar de que lo cuida con mimo, y sigue por la derecha en serie un tanto larga consiguiendo que no se caiga; con la mano izquierda hay dos buenas tandas y, por la derecha de nuevo, a la falta de fuerzas del animal responde con el toreo por martinetes y con desplante, tirando la muleta, para seguir luego metiéndose en terrenos inverosímiles hasta llegar al litrazo (de rodillas sin muleta y de espaldas al animal) y a una tanda final de lucimiento.

Miguel Ángel Pacheco, de celeste y oro, en su primero, cuajado y cornidelantero, recibe con varios lances de rodillas y luego lo lleva hasta el tercio, rematando con revolera entre aplausos; va con ánimo al caballo para puya correcta y, al salir, da una vuelta casi de campana; como el presidente exige un tercer par de banderillas el público protesta; brinda al público y cita en los medios, de rodillas para dar cinco pases y de pie para dos pases de pecho clamorosos, siguiendo una tanda en redondo y una tercera tanda, ésta intentando ligar pero el animal empieza a flojear de manos; con la izquierda saca de uno en uno y seguimos con los problemas de blandura de pezuñas; con la derecha intenta una en redondo pero, ante la falta de colaboración, tiene que ser de uno en uno y acaba recurriendo a meterse entre pitones y a trazar circulares, de los que gustan al público, terminando con manoletinas ajustadas y pase de pecho mirando al tendido, con el público a su favor; la segunda oreja lleva mucho cariño.

En su segundo, cómodo de cuerna, saluda con verónicas avanzando a los medios continuadas con tres chicuelinas y rematadas con media y revolera; lo deja en el caballo con una tijerilla para una puya brevísima; después del primer par da una costalada enorme; brinda a su abuela y el inicio de la faena es por alto avanzando, pero al poco el toro claudica por su poquísima fuerza, no impidiendo una posterior buena tanda con cite de lejos y con ligazón y otra, de mano baja terminada por la izquierda; da tiempo para recuperación y por la izquierda va y viene, hasta pararse; nuevamente a derechas, se va a cercanías con la consabida serie de circulares, más una tanda de rodillas con desplante, tirando la muleta, para terminar de convencer al público; suena un aviso.

Todos los toros recibieron una puya, o puyita; ¿no podrían llevar las cuadrillas sólo un picador, que pusiera dos puyas, una y una? Se ahorrarían gastos y se abaratarían las entradas. Por otro lado, era tarde, muy de noche, cuando terminó el festejo. Hay que terminar con esta costumbre extendida de darle una larga duración a las corridas. El presidente debe controlar los tiempos y los toreros (el director de lidia, el primero) deben poner de su parte, renunciado a alargar sus faenas en su intento de agradar al público.

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Como suele decir el maestro Luis Parra Jerezano, si en los primeros quince muletazos no te has ganado la oreja, ya no te la ganas ni con sesenta. Quede, eso sí, en la retina la imagen de Chacón y Pacheco saliendo juntos a hombros; son la esperanza de los aficionados de nuestra provincia.

Chacón y Pacheco, a hombros en La Línea