viernes. 29.03.2024

En Sanlúcar, primera corrida de Victorino y primer indulto

En la corrida magallánica, los toreros, el ganadero y el empresario a hombros

Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), sábado, 24 de agosto de 2019. Corrida calificada de magallánica (habitualmente de la Exaltación del Guadalquivir), con motivo del Quinto Centenario de la Primera Vuelta al Mundo, organizada por Carmelo García. Cielo despejado con algo de levante. Casi lleno. Ameniza la Banda de Música “Julián Cerdán”, dirigida por Justo Jiménez.

Se lidiaron seis toros de la ganadería de Victorino Martín (que pasta en la provincia de Cáceres), con pesos entre 517 y 540 kilos, bien presentados y de buen juego. En el arrastre, el primero, el cuarto y el quinto fueron ovacionados; el segundo y el tercero tuvieron palmitas y el sexto, de nombre Milhijos, fue indultado.

Octavio Chacón, estoconazo de efecto rapidísimo; dos orejas. Entera algo trasera; dos orejas.

Emilio de Justo, entera arriba; una oreja. Estocada desprendida y suficiente; una oreja.

Pepe Moral, estocada trasera y tendida con tres golpes de descabello; ovación. Indulto; dos orejas y rabos simbólicos.

Incidencias: La arena de la plaza aparece recubierta con una alfombra de sal coloreada representando motivos alusivos a la Primera Vuelta al Mundo; las tablas de barrera lucen dibujos y fotos igualmente alusivos y las columnas se visten de vegetal. Los actuantes van vestidos a la supuesta manera de los navegantes del siglo XVI. Al finalizar el paseíllo se guarda un minuto de silencio y después, mientras se rompen filas, se interpreta el Himno Nacional. Hay una entrega de placa a los toreros locales José Luis Parada y Julio Marismeño, por sus cincuenta años de alternativa. Se utilizan banderillas de lujo con los colores nacionales. Alberto Carrero, de la cuadrilla de Chacón, y Gómez y Morenito de Arles, de la de Justo, se desmonteran simbólicamente tras parear. Los tres toreros salen a hombros junto al ganadero y el empresario.

Había interés desde hacía semanas por ver la que han dado en llamar “corrida magallánica”, organizada para recordar que en Sanlúcar desembarcaron los supervivientes de la primera vuelta al mundo. Por cierto, no sé a quién se le ocurrió ese calificativo; digo yo que se le podía haber llamado “elcánica”, quizás con más razón puesto que Elcano llegó a Sanlúcar tras culminar la hazaña y Magallanes, no. Además, éste nunca pretendió dar la vuelta al mundo sino sólo encontrar el camino al País de las Especias a través del sur de América y volver por el mismo sitio; fue el guetariano quien decidió seguir rumbo al oeste mientras el otro barco superviviente retornó sobre sus pasos para no encontrarse con los portugueses. Todo el personal de plaza se vistió “a la marinera”, pero, definitivamente, esta modalidad de vestuario no nos convence en absoluto, por anacrónica. La anacronía viene, por un lado, de que en el siglo XVI no había corridas modernas y, por otro, de que cuando surge la corrida moderna (a pie y con los tercios) no se usaba tal vestimenta, que parece más apropiada para vestir a sanchopanzas que a toreros. En el paseíllo iban todos destocados y los maestros, uno sin capote y los otros a su manera. El Himno Nacional no se interpretó antes del paseíllo (como sería lo correcto) sino después de un minuto de silencio y mientras las cuadrillas se desbandaban, en ausencia absoluta de respeto. Aunque hablemos de plaza de tercera el evento conmemorado era de primera y pedía una mínima solemnidad.

Octavio Chacón, en su primero, bonito en el tipo de la casa, saluda con lances bien recogidos a uno que puntea algo y remata con media y revolera. Lo lleva garboso al caballo rematando con revolera y es bien cogido; el quite va por chicuelinas artísticas, revolera y larga natural; los pares son sólo dos. Inicia la faena por abajo y el toro va bien hasta que hay una colada; después viene un tanda buena en los medios; por la izquierda va a menos y tiene que ser de uno en uno, con un par de pases de calidad al final; de nuevo a diestras, hay toreo de cercanías y desplante pero hace por él y lo encuna, milagrosamente sin consecuencias, por lo que sigue hasta que hace un amago de rajarse y ya hay que prepararlo. Menos de diez segundos pasaron entre la estocada y el doblar sin puntilla.

A su segundo, tocado del derecho, lo recibe con lances gustosos y remata por media de rodillas. El puyazo, recargando, es protestado pero el quite por chicuelinas y revolera es aplaudido; Carrero, siendo tercero, pone dos pares tras la poco afortunada intervención de su compañero y recoge ovación (sin desmonterarse, porque los subalternos no lucen ni montera ni otra cubierta sustitutoria). Brinda al público este su segundo toro, cuando el primero lo había brindado a un particular (¿dónde está la consideración al respetable?); luego brinda a través de las cámaras de Canal Sur TV, en lo que está siendo moda de compartir los brindis; el inicio es suave y templado llevándolo a los medios, mas luego, en una serie sobre el tercio, hay una colada tremenda y el bicho empieza a ratonear; por la izquierda y de uno en uno, busca por abajo los tobillos y luego en la siguiente tanda continúa la lucha contra una fiera a la que hay que sacarle pases a la fuerza, esfuerzo, eso sí, recompensado con aplausos; por la derecha hay una serie rematada con espaldinas y desplante, ahora sí con una sonrisa de satisfacción; vuelve a la izquierda para torear sacándoselo para afuera y, finalmente, a la derecha con buena serie, completada con molinetes y uno grande de pecho, entre aplausos. Mientras el toro dobla y no dobla, Octavio adopta una pose torera apoyando el codo sobre las tablas.

Emilio de Justo, a su primero, con trapío y cornidelantero (verdaderamente una estampa), lo recibe con lances de circunstancias mientras puntea continuamente hasta desarmar. Hay dos visitas al caballo, donde la segunda puya es mal puesta; Ángel Gómez, tras parear, es invitado a saludar. Inicia con una tanda doble y el bicho puntea una y otra vez, sin humillar; a la tercera embiste a oleadas queriendo coger; por la izquierda hay una serie defensiva; otra vez a diestras, vemos una tanda de tú a tú antes de irse por el estoque. Para que vea el lector, el toro mejor hecho resulta el de peor hacer.

En su segundo, ligeramente bizco del derecho, saluda con lances lidiadores y al llegar al centro remata con una revolera. La puya es moderada pero recargando y en el de puerta recibe nuevo puyacito; Morenito de Arles, con las banderillas, es ovacionado. Hay una buena serie de inicio, después otra algo apresurada, con dos pases de pecho, y una tercera en redondo, donde el animal colabora; por la izquierda el toreo es breve pero con la derecha otra vez nos ofrece una tanda ligada; la preparación para la muerte es un macheteo.

Pepe Moral, en su primero, el de más romana, practica un recibo sin historia, aunque la pone el animal al levantar de cuajo todo un panel de tablas de la barrera como el que se fuma un cigarro. Las dos veces que va al caballo recibió varas que se corrigen y se recargan, ante la ira del público; los palos son mejorables, entre el sobaquillo y el dejar sólo una. Tras brindar a un particular, la faena empieza por abajo y sigue con una tanda en redondo y con otra donde tiene que perderle pasos para conseguir trazos largos, que son aplaudidos; por la izquierda hay una buena serie; de nuevo por la derecha, acude franco y hay adornos con molinetes; por la izquierda vemos ahora pases de una cierta estética y luego por la derecha el animal sigue colaborando; tras recoger el estoque se finaliza por doblones.

En su segundo, que de salida remata en tablas, hay un inicio muy torero culminado con media y revolera achicuelinada. Lo lleva por delantales aplaudidos; luego por chicuelinas al paso y revolera, sí, porque hubo dos puyazos, bien puestos y recibidos con buena pelea, empujando abajo con los dos pitones, y el picador fue aplaudido; Alberto Carrero (de la cuadrilla de Chacón) pone el segundo par. Brinda al público (¡qué manía de alterar el protocolo!) y cita en la boca de riego con un cambio por la espalda seguido de tanda en redondo bajando la mano. En ese punto el que suscribe le dice al compañero de localidad “No vea usted cómo es el toro”. La segunda serie es también buena y el animal va hasta donde le mandan; aquí el suscribiente vuelve a decirle al compañero “¡A que al final le piden el indulto!” Hay una tercera, aplaudida; por la izquierda tenemos primero una buenísima y el animal haciendo el avión entre aplausos y luego, otra igualmente buena de trazos muy largos; asoman algunos pañuelos blancos pero, tras ofrecernos por el pitón derecho dos tandas nuevamente excelsas, sin ningún gesto feo, la plaza ya se llena de pañuelos. Sigue la euforia y acaba apareciendo el pañuelo naranja, entre la fiesta y el alboroto; el torero, con la mano izquierda, sigue a lo suyo y vemos qué maravilla de toro está en la arena; por la derecha hay otra y el animal es incansable. Vemos el simulacro de entrar a matar, con la mano (sobre eso hay que reformar el reglamento andaluz) y la ovación al toro, y al torero, se oye hasta en Las Tiesas. Milhijos es llevado al toril a punta de capote y ya tenemos fiesta y alegría en el cuerpo hasta la siguiente convocatoria. No hay petición de trofeos pero la alguacililla le lleva al torero las dos orejas y el rabo (según un criterio no bien fijado). En la vuelta triunfal el torero se acompañó, lógicamente, del ganadero.

Salvo el toro que lidió Juan José Padilla en 2010, cuando su encerrona con seis hierros, era ésta la primera vez que Victorino Martín venía, con corrida completa, a Sanlúcar y la segunda a la provincia, tras un envío a Algeciras hace más tiempo. No pudo tener mejor entrada y Milhijos podrá tener lo que dice su nombre.

Salieron a hombros todos, toreros, ganadero y empresario, que también se lo había trabajado, en medio de una algarabía gozosa, con principal componente de juventud, que se disponía a compartir, con unos y con otros, los pormenores de una tarde histórica.

En Sanlúcar, primera corrida de Victorino y primer indulto