viernes. 29.03.2024
José Luis Galloso
José Luis Galloso

Pregón, alabanza, loa, entusiasmo… eso ha sido el disfrute para los que han asistido al acto que se ha celebrado, el primero de los cuatro programados para conmemorar el cincuentenario de la alternativa del torero portuense José Luis Galloso.

Con el título “De El Puerto a la Gloria”, ha corrido a cargo de Antonio Ruiz López y ha tenido lugar en un bodegón de Bodegas el Cortijo-Restaurante Los Portales, anejo al Museo Galloso de la ciudad de El Puerto de Santa María. El público ha llenado los asientos y en él se encontraban personajes del mundo taurino como los toreros Luis Parra Jerezano y Jesuli de Torrecera.

Antonio RuizAntonio Ruiz

Dio la bienvenida José Luis Muñoz Barrero, presidente de la Peña Museo José Luis Galloso, organizadora de este ciclo de homenaje a su torero titular. Recordó que Ruiz López y su amigo Antonio Moreno Boiso ya mostraron sus cualidades comunicativas en esta ciudad con motivo de proclamar el Pregón Taurino y también cuando en la misma peña se le hizo un homenaje a Limeño, siendo sus características la fuerza y el sentimiento que transmiten. No olvidó agradecer a Bodegas El Cortijo la colaboración que prestan continuamente y también hizo ver, ante la presencia del numeroso público, que el maestro sigue poniendo el cartel de “no hay billetes” como en sus mejores tiempos.

Tomó la palabra Manuel Rosa Gómez, presidente de la plaza de toros de Málaga, para hacer la presentación de los coautores. Antonio Ruiz es inspector veterinario de la Junta de Andalucía y realiza trabajos en diferentes ganaderías de la zona. Actúa como veterinario en las plazas de El Puerto y Sanlúcar así como en diversos pueblos de la Sierra de Cádiz. Es poeta con voz de radio antigua. Antonio Moreno Boiso es inspector veterinario en excedencia y dejó su puesto para dedicarse a la investigación, con trabajos de reconocimiento internacional.

Actúa como veterinario de la plaza de Málaga y es autor de libros de referencia en Veterinaria. Juntos han recorrido numerosas ciudades impartiendo las conferencias de su repertorio. “De El Puerto a la Gloria” es un homenaje al maestro. Por último, no hay que dejar de citar la labor altruista de ambos pues pertenecen a diversas asociaciones en las que contribuye con su trabajo y su tiempo.

"En El Puerto el toreo se siente en cada esquina"

Sube al estrado Antonio Ruiz López y suena la música de “Óboe de Gabriel”, de Morricone. El audiovisual corre a cargo de las manos de Antonio Boiso. Empieza Antonio con una dedicatoria: “A Rosi y Fernando Panadero, dos valientes, y a María del Mar”. Aclara, a continuación y dirigiéndose a la Plaza Real, de qué no viene a hablar: “Hoy no vengo a hablar de ti, señora. No vengo a plantarme delante de ti y quedarme estremecido ante la asombrosa arquitectura de esos trescientos sesenta arcos que en la noche iluminan tu hermosura, no vengo a admirar la belleza de tus forjados pintados de mil colores…, no vengo a contar que eres un templo sagrado del toreo asentado sobre sesenta lados donde yacen dormidos las gestas y lo gestos de ciento cuarenta y un años de historia del toreo; no vengo a recrearme en la cerámica de tus azulejos... Quiero confesarte, señora, que ver un toro en tu corral es para mí la máxima expresión del disfrute y la felicidad y que no necesito nada más…”.

Sigue aclarando de qué no va a hablar: “No me vengo a recrear viendo a los subalternos que un día decidieron cambiar el oro por la plata. Quiero pegar un olé a la valentía de ellos, porque lo verdaderamente duro es no querer ser de plata para luego no ser nada. No vengo a contar las hazañas de los doce matadores de toros que han visto la luz en El Puerto y que han escrito historias llenas de dignidad y de sueños, como las de Miguel del Pino, Fernando Heredia, Enrique Molina, Diego Hermosilla, Joselito de los Reyes, Celso Ortega, José Manuel Berciano, Curro Luque, Alejandro Morilla, Daniel Crespo y, en fin, Víctor Manuel Coronado.”

Antes de empezar a decir lo que sí viene a decir lanza un ruego de ayuda: “He dejado Sanlúcar y llego a este pueblo, donde el toreo se siente en cada esquina, con la emoción a flor de piel y me planto delante de tu puerta rogándole a Dios que me embista el toro de mi humilde oratoria porque no sé si seré capaz de despertar los recuerdos de aquel niño triunfador al que tú llevaste desde El Puerto hasta la Gloria.”

A continuación, mientras suena el pasodoble de Toros en El Puerto el ponente dice sentir tristeza de que no haya venido ningún miembro de la corporación municipal, porque los aficionados quieren saber qué pasa con la plaza y Galloso se merecía en sus cincuenta años de alternativa que alguna autoridad local hiciera presencia porque se sigue dejando la piel por la ciudad y por una de sus señas de identidad, que es la tauromaquia. Sin embargo, no olvida dar la enhorabuena por la Medalla de la Oro de la ciudad que le acaba de conceder, es justo reconocerlo, el Ayuntamiento.

Se recuerda, con este homenaje, aquella tarde mágica en que Galloso se convirtió en el torero más importante de los tres siglos de historia del torero portuense, que ya había arrastrado a un pueblo entero tras de sí, como un fenómeno de la novillería que ponía el cartel de “no hay billetes” allá donde actuara. Citó a los cuatro hombres que han sido claves en la vida del torero: su padre, Luis Feria Peña; su amigo fiel, José Luis Muñoz Barrero; su mozo de espadas, Paco Ragel, y su banderillero de confianza, Antonio González Sabio.

Recuerdos  para los intervinientesRecuerdos  para los intervinientes

Galloso vino al mundo cuando el verano de 1953, en la calle San Juan. Jugaba al toro con los chavales y tenía sus partidarios, llegando a ganar dinero toreando de salón a razón de una peseta por faena. En 1969 debuta de luces en Puerto Real el 6 de junio, con quince años de edad, y corta las orejas y el rabo al becerrro. Tras actuar por diversos pueblos, con gran seguimiento de sus paisanos, el 10 de agosto se presenta en su ciudad con cartel de “no hay billetes” y corta cuatro orejas y un rabo, por lo que lo llevan a hombros, ya de noche, hasta la prioral para dar gracias a la Virgen de los Milagros; cobró trescientas mil pesetas. El 7 de septiembre se presenta en La Maestranza, seguido de cincuenta y cuatro autobuses, y corta tres orejas para salir por la Puerta del Príncipe. Empiezan a anunciarlo como “el revolucionario del toreo“.

Debut con caballos

En 1970 hace su debut con caballos en Barcelona en marzo; en abril se presenta en Sevilla y corta las dos orejas a un novillo al que mata recibiendo. El gallosismo va pasando de ser una revolución a ser una religión. Se decía “Quien no quiere a Galloso no quiere a su padre“. Había gente que no había salido en su vida de El Puerto y se recorrió en autobús media España siguiendo al torero. En 1971 se presenta, como líder del escalafón, en Madrid junto a Manzanares y corta cuatro orejas que le abren la puerta grande de Las Ventas. A los cuatro días lo repiten allí mismo junto a Manzanares y abre de nuevo la puerta grande.

Con Jerezano y JesuliCon Jerezano y Jesuli

Llegó la alternativa. El 18 de julio de 1971 la ciudad era una fiesta y no quedaban entradas disponibles, presagiando una tarde de toros para la historia, con los reventas haciendo su agosto. El protagonista se vistió en casa de su apoderado, Jaime Osborne. Inclusero fue el toro del doctorado, tomado de las manos de Antonio Bienvenida delante de Palomo Linares. Un poema de olés describió, en voz del recitante, el pasaje de aquella tarde con todas sus circunstancias. “...Ole tu brindi en barrera,/ adorná de clavellinas,/ echándole en tu montera/ tus palabras más sentidas;/ que ole ese “va por usté“/ al hombre que más querías/ con la plaza puesta en pie/ y tus lágrimas encogías,/ sin poderlas contener,/ cayendo por las mejillas”. El año lo termina con setenta y nueve festejos.

Y Galloso triunfó

El de 1978 fue uno de los años más triunfales de su carrera, incluyendo la faena memorable al toro Velero de Samuel Flores en Madrid; esa temporada cerró con setenta y ocho corridas. A primeros de los ochenta siguió obteniendo triunfos clamorosos. A lo largo de veinticinco años ha rivalizado con las figuras de tres generaciones distintas y se ha enfrentado a ganaderías de todo tipo. Fue siempre el mismo, destacando su personalidad. Con el capote distinguía entre pegar lances y torear a la verónica, como le enseñó Miguel del Pino. Se le debe el quite de la gallosina, que remataba con una serpentina. Con la muleta ligaba y con la espada resucitó la suerte suprema recibiendo. En América ha conseguido triunfos como el escapulario del Señor de los Milagros pero también cornadas como la de Méjico, una de las más fuertes de las catorce que jalonan su cuerpo. Ha toreado más de seiscientas corridas de toros y ciento cuarenta novilladas. En la Plaza Real ciento doce han sido las tardes, con cincuenta y cinco salidas a hombros.

Galloso, Jerezano y aficionadosGalloso, Jerezano y aficionados

Para ir terminando, Antonio volvió a dirigirse a la Plaza Real y, en esas, puso el candado de que “al final, Galloso no puede evitar volver siempre a ti, señora, Plaza Real coronada”. Suenan los acordes del Himno Nacional. El público, puesto en pie, aplaude. Vuelve el “Óboe de Gabriel”. Tras la entrega de unos testimonios de reconocimiento, toma la palabra el maestro José Luis Galloso, que, tras indicar que se ha emocionado (y, efectivamente, se entrecorta su voz), y evocar unos recuerdos de la infancia, expresa su agradecimiento, manifestando que no tiene palabras ante el ponente y ante un público que siempre está con él. Es ese público que, con calurosos aplausos, se había levantado varias veces a lo largo de la exposición declamadora, para interrumpir al rapsoda, coincidiendo con él en el sentimiento de admiración al maestro.

Galloso, un torero de El Puerto a la Gloria