viernes. 29.03.2024
José Carlos Galán
José Carlos Galán

El arquitecto jerezano José Carlos Galán se está especializando, por mor de los hechos, en la arquitectura de plazas de toros. Después de la de El Puerto, está ahora dirigiendo la restauración de la plaza de La Línea, tarea que compagina con las clases que imparte en Sevilla.

Su tesis doctoral, en elaboración, trata sobre este mismo asunto de cosos taurinos. Lo visitamos en su estudio de la calle Berrocalas, que se acoge a la sombra e inspiración de la torre fachada de San Miguel; allí nos habla de sus ocupaciones y de sus proyectos.

José Carlos Galán José Carlos, ¿eres aficionado a los toros?

Al principio no era gran seguidor de los toros, aunque tengo presente a mi abuelo Luis, que veía las corridas una tras otra, pero recuerdo y recordaré de por vida mis últimos días de carrera en Sevilla, cuando tengo la oportunidad de ver torear al maestro Curro Romero y cortar dos orejas en La Maestranza. Ahí entendí lo de ser currista y por qué la gente daba esos botes de ansiedad; preguntaba el porqué y me decían que hacía diez o doce años que Curro no cortaba una oreja en La Maestranza. Imagínate, la escena fue peculiar y a partir de ahí entro en el mundo del toro.

Para dar otra pincelada sobre ti, habla de la intervención en La Merced

En la basílica jerezana de la Merced está mi obra más bonita pero en su interior, en la zona de clausura. Tengo en mi haber las celdas de los monjes, que, aunque el edificio es antiguo, quedaron muy bien, muy modernas. Era la única comunidad de España que dormía en un piso, enfrente de la basílica, como los estudiantes. Ellos tenían sus celdas antiguas pero estaban muy mal, sin agua ni cuarto de baño. Ahora están en su antiguo espacio. Sacamos seis celdas y pudimos recuperar parte de una especie de museo de la Patrona. Si ha quedado bien la fachada, por dentro tengo la gran obra oculta, en la clausura, y la disfruto cada vez que voy a visitar a los mercedarios.

¿Qué otras actuaciones tienes?

En Jerez, anecdóticamente, tengo una fachada en la calle Bodegas, la trasera del Carrefur que antes era Simago y estaba muy mal; lo pasé de dos plantas a una, que es como está hoy. Otro edificio interesante fue uno de la calle Sol, con ocho viviendas. He intervenido en varios cascos de bodegas, como, por ejemplo, en la calle Chancillería. Tengo hecha mi propia casa, que era un molino de aceite y cuya fachada se atribuye a Hernández Rubio. Interesante también es la portada de Santa Rita, que he restaurado hace poco. Casi toda mi actuación ha sido en el casco histórico de Jerez; también tengo unas viviendas en la Ronda de Muleros y otras en Marqués de Cádiz. Tenía contratados dos proyectos que no llegaron a hacerse, la bodega Croft, que había comprado Joaquín Morales para hacer viviendas, y la harinera que está próxima, con la idea de convertir el silo en un interesante complejo de oficinas. En Sevilla he hecho alguna restauración en viviendas, sobre todo en casco histórico. En Cádiz estoy ahora con el edificio Apolo, en el casco histórico, para hacer unas doce viviendas.

Resume tu intervención en la plaza de El Puerto

La intervención viene muy anterior, antes de la empresa Serolo, cuando hay un concurso, muy sonado, de obras y toros. En esa obra empezamos a dar forma a la plaza que conocemos hoy, sobre todo en infraestructuras y en detalles como reformas en los baños, que estaban obsoletos. Posteriormente el Ayuntamiento sigue pujando e hicimos la ampliación de los corrales y el gran proyecto planteado por el difunto Fernando Gago, que era recuperar la plaza tal cual se conoce, la que se conocía por las fotos y se abandonó en los setenta; se decidió en líneas generales retomar el proyecto que no llegó a hacerse originalmente por distintos avatares. Hoy El Puerto tiene esa plaza de proyecto que tuvo que ser pero no fue aunque lo que hay es el setenta u ochenta por ciento. Se recuperó la impronta pictórica y de arquitectura de hierro de todo su tendido, se abordó la restauración de la fachada, se dotó para conciertos, se arregló el quirófano, se habilitó un museo taurino, más camerinos y sala de exposiciones. Esas son las líneas generales. En resumidas cuentas, de sesenta bodegones que tiene la plaza sólo se actuó sobre doce; el resto está sin trabajar, que será la próxima actuación en la plaza. Antes de todo eso yo no había tenido actuación en ninguna plaza de toros, me estrené con el Puerto.

¿Cómo empezó la relación con la empresa Serolo?

Me llama Justo Ojeda, que se quiere plantar en el concurso de la plaza de toros. A Justo le proponen como compañero en el negocio taurino a Joaquín Morales. A la vez, a Joaquín le proponen que compre la plaza de toros de Jerez, en una reunión que tuvo con Pedro Pacheco. Joaquín no ve los números y lo meten como ariete para ver si el Ayuntamiento puede reconstruir la plaza, aunque Pedro lo que quiere es demoler la plaza y levantar en su lugar una torre. A Justo Ojeda le hago un anteproyecto para El Puerto pero no pasó de ahí. Luego, con Serolo de empresario, yo estaba de arquitecto con Joaquín y, como tienen relación taurina por la ganadería, le dijo a Sebastián estando en la finca: “Mi arquitecto es José Carlos, que te haga el anteproyecto”. Quedo con Carlos, el hijo, y me contesta: “Ya me han hablado de ti; tenemos que cerrar el precio de las obras que vamos a hacer en la plaza de El Puerto”.

¿Cuándo te metes con tu tesis doctoral?

Mi tesis doctoral nace con las obras de la plaza de El Puerto. Cuando termino las obras con Serolo me enfoco en este tema pues tenía claro que quería hacer algo sobre trazas de cantería; cambio canterías por tauromaquia y abordo el tema “Trazas de los cosos taurinos en Jerez. Territorio, ciudad y arquitectura”, que es el título de mi tesis. Me resulta atrayente encontrar cómo toda una población se desplaza por unas horas a la plaza de El Puerto, con lo que un espacio privado se convierte por momentos en algo público y luego vuelve a ser privado; eso de entrar y salir gente y lo que conlleva después la mancha de aceite de influencia (los bares, las tertulias…) me hacen ver que el edificio no es sólo el cilindro de ladrillo y piedra sino que es algo más y ahí se encuentra el pellizco.

La tesis va a tratar básicamente de los entornos urbanos y la influencia que han tenido las fiestas de toros y cañas en Jerez; irá desde la plaza del Arenal a las puertas de la ciudad y terminando con la plaza de la calle Circo, pasando por las Angustias, las plazas de madera. Expondré cómo evoluciona la ciudad y cómo se conjunta con la plaza de toros, incluyendo el matadero y sobre todo las vías de acceso, que son fundamentales pues las plazas se ubican según esas vías. El inicio de la tesis eran las plazas de Andalucía occidental pero mi tribunal previo me dijo que era un ámbito de estudio era muy grande y que me centrara sólo en Jerez, porque describiendo el proceso de evolución urbana en Jerez hasta llegar a la plaza de la calle Circo se pueden entender muchas ciudades, sobre todo los cascos históricos.

¿En qué te empleas en la Universidad?

Doy clases de Geometría Descriptiva en Arquitectura Técnica. Acabé la carrera en 1997 y entré a cubrir unas horas de uno de los grandes profesores de Geometría, Mario González; dos años después saco la plaza por oposición como profesor titular de escuela universitaria, que compagino con el despacho de Arquitectura que abrí en 2003. Tras la tesis pasaré a profesor titular de universidad y estaré en disposición de entrar en la Escuela Superior o podré aspirar a alguna cátedra, si queda libre.

¿Cómo llegas a La Línea?

A La Línea se llega a través de haber visto cómo se termina la plaza de El Puerto. La Línea tiene unos proyectos de financiación europea por doce millones de euros para restauración y uno de los sitios es la plaza de toros. Me buscan en El Puerto Curro Duarte, gestor de la plaza, y Marina Arrimadas, técnico municipal, y me dicen que vaya a La Línea a ver la plaza para tratar sobre qué se podía hacer. A partir de ahí elaboro una serie de ideas y propongo recuperar el edificio tal cual se sabía que era y, además, cubrirlo con una bóveda cristal sobre seis apoyos externos, de manera que la arena fuera una plaza del pueblo de diario, con el acceso al ruedo durante las veinticuatro horas y que esa plaza cubierta permitiera su disfrute con veladores y otras cosas, aprovechando esa bóveda y recordando esa plaza pequeñita que hay en Benamahoma, donde cuando son las fiestas de Moros y Cristianos hay toros y vaquillas y cuando no, pasan los coches. Me pareció interesante esa combinación de espacio público-espacio privado y quería hacer algo de esto en La Línea. Quería también hacer un subterráneo, o sea vaciar el suelo para un parking, porque cuando la plaza esté al cien por cien el centro de La Línea se va a colapsar. Ahí quedó el proyecto.

Plaza de La Línea

¿Cómo cuajó el concurso en La Línea?

El concurso vino accidentado porque la pretensión del Ayuntamiento era el mercado de abastos, pero, viendo la impronta que podría tener la plaza y con elecciones por medio, cambió el tercio a la plaza. Nosotros nos presentamos a una primera convocatoria, donde éramos los únicos, pero se quedó desierta porque el secretario del tribunal no ve suficientemente justificados los avales técnicos que yo prestaba; estuvimos casi un mes avalando la acreditación y aunque yo creía todo justificado parece ser que no. Se monta un segundo concurso, en el que se presentan cuatro empresas, entre las cuales quedamos en segundo lugar. La empresa pujaba con sus números y además había una defensa técnica del edificio en la medida en que yo la podía justificar teniendo en cuenta que, por la responsabilidad de El Puerto, conocía mucha técnica de lo construido y me ponía en un buen punto de partida. Se pidió declarar baja temeraria a la que quedó primera y, efectivamente, el tribunal acreditó baja temeraria. De un proyecto de dos millones doscientos mil euros ofertaron un millón quinientos mil y nosotros (la empresa San Gregorio, de Zamora, que también abordará en Jerez dos proyectos de apartamentos turísticos) ofertamos un millón novecientos mil euros.

Plaza de La Línea

¿Cuáles fueron los primeros pasos, una vez que empieza la obra?

Lo primero fue el estudio de patologías. Sabíamos que esa plaza tenía un cuerpo superior de madera, que no he podido reconstruir; en Andalucía, la de Córdoba y la de Cabra son las únicas de madera, como propias del dieciocho, igual que la de Jerez, que tuvo madera antes del último incendio. Quería recuperar esa impronta pero allí no se veía muy bien, aunque decían que “se abre como una granada”, porque el graderío es macizo pero entra agua y ésta empuja las arenas que tiene y rompe estructuralmente el conjunto. En el año 1971 deciden quitar la parte de arriba, capando la sección tardobarroca, que es como se conoce este tipo de plazas. Tardobarrocas son las de Sevilla, la de Jerez y la de San Roque, con graderío y primera planta. Esta plaza es de 1881, pero yo mantengo que tuvo que ser para El Puerto de Santa María, porque, tras el incendio de 1876, se presentaron tres proyectos y la comisión acepta uno pero, de buenas a primera, deciden no hacerlo y se convoca un nuevo concurso de arquitectura al que sólo se presenta el autor de la que conocemos hoy día. Dicho esto, lo que choca en La Línea es que tiene un ruedo muy grande, con cincuenta y ocho metros de diámetro, y una técnica constructiva de mitad de siglo, con relleno de arena. Planteo esa hipótesis tras descubrir que su autor es Adulfo del Castillo, arquitecto municipal que trabaja en El Puerto (en Jerez también hay alguna cosa de él). La Línea se funda en 1876 y el mercado de La Línea es copia de un proyecto que se había presentado en una ciudad extremeña donde al final no se hizo; era habitual que el proyecto que no se hacía en un sitio se hiciera en otro. En 1881 ya se están haciendo las plazas con los bajos liberados y no se utiliza el relleno de arena; sin embargo, la técnica constructiva es la de San Roque, con piedra de Tarifa, y la carpintería es la misma.

Plaza de La Línea

¿Qué actuaciones conforman la obra de restauración?

Lo primero que se plantea es intentar sacar el agua y que no entre en el graderío; nos inclinamos por la solución tradicional, que es usar mortero de cal. Lo segundo es hacer que el edificio aguante la parte que se demolió, con las cubiertas a dos aguas sobre unos pilares de sección cuadrada, y montar el graderío nuevo. Lo tercero es dotar al edificio para que el uso taurino sea compatible con conciertos musicales, con camerinos y una nueva salida de evacuación con puerta amplia para las ambulancias. Externamente se la va a dotar con tres espacios, que van a ser el museo de la copla, el museo del flamenco y el museo taurino, junto a la entrada de la plaza. La idea es que se puedan explotar y podamos enseñar la plaza tanto por fuera como por dentro, para que se vean, por ejemplo, los toriles antiguos reconstruidos. Habrá un quirófano nuevo y oficinas para taquillas que durante todo el año se puedan usar como zona de administración; también se va a recuperar el desolladero. Novedad es que hemos desmontado casi al completo la estructura de corrales; hemos dado otras soluciones, como la báscula, para pasar a plaza de toros de segunda. La idea es tener un edificio histórico en la ciudad, pues es el segundo edificio más antiguo de La Línea; es su princesa. En resumen, estamos trabajando, por un lado, en el aspecto general de la plaza; por otro, buscamos salvaguardar el edificio y, tercero, lo que prima ahora, que es crear espacios multiusos.

Plaza de La Línea

¿La parte de arriba que vas a reconstruir quedará como era en tiempos?

Sí, como era en tiempos. La antigua tenía tejado a dos aguas con teja curva y así va a ir. El muro externo era de cincuenta centímetros y ahora va a ir con treinta y nueve pero con la misma modulación de los huecos y con esas molduras que tenía; no va a llevar carpintería. Las gradas, que antiguamente eran un pastiche entre metálicas y de madera, van a ir con el graderío metálico y con la tablazón del asiento de madera. Le he cambiado un poco la inclinación; las he puesto más inclinadas de lo previsto para que la visual sea muy cómoda; es decir, la primera fila de balcón quedará espectacular pero la última tendrá una visual muy buena y no te va a molestar la cabeza que tengas delante. Esa plaza, que tenía el aforo en tres mil y pico de espectadores, va a llegar a los cinco mil, cómodamente sentados; en conciertos, con el público en la arena, podemos llegar a los ocho mil u ocho mil quinientos.

Plaza de La Línea

¿No has pensado en asientos como en los estadios de fútbol?

No. Era premisa de la delegación de Cultura recuperar el graderío de piedra original. El espectador, cuando vaya, se va a encontrar una plaza de toros al modo de la de San Roque, mucho más cómoda de lo que es ahora. En la obra de los setenta se cambia la sección, con canal más apretada, para compensar el aforo perdido con lo que se derribó, pero no fue buena solución pues es incómoda y peligrosa para subir. Ahora habrá escalones de cuarenta y cinco por cuarenta y cinco, donde la cabeza del de atrás está un escalón por encima, no tan a ras como hasta ahora. La planta alta, como digo, estará igual de cómoda.

¿Qué hay terminado ahora mismo?

Vamos un poco lentos y esto del virus nos ha provocado un colapso. Ahora mismo el callejón está desmontado, porque con unas lluvias se vino abajo pues no tenía cimentación aunque ya se preveía que estaba mal. Había unas pilastras de cincuenta por cincuenta en ladrillo adosadas y moduladas a modo de piano; se han demolido y se ha hecho una cimentación nueva con unos pilares de hormigón embebidos en el muro del anillo. En La Línea hay tres anillos: el del callejón; el intermedio, que va relleno de arena entre el callejón y la grada, y después el anillo tercero, que es el de fachada. Entre el anillo segundo y el tercero hay un espacio diáfano, que es donde van los museos, cuartos de baño, presidencia etc. Hay parte de cimentación hecha, porque en el año 2006 se hizo un refuerzo estructural, aunque hubo un intento de tirarla abajo pero pudieron convertirla en BIC; hicieron la obra pero se quedó un veinte por ciento sin rematar. La plaza tenía una estructura metálica, por dentro, del ochenta por ciento; el otro veinte coincide con los toriles y los corrales. Ahora estamos cimentando y levantando la estructura en esa parte. Casi el ochenta por ciento de la plaza tiene los pilares levantados y las gradas están montadas; o sea, que nos queda gran parte de estructura (cubiertas, revestimiento…). Para febrero debe estar terminada y creo que estará; la próxima feria taurina será en julio.

¿Veremos algunos detalles curiosos?

Como curiosidad, vamos a recuperar unos peculiarísimos burladeros en el ruedo, que llevan cuatro pilares de madera con una viga en lo alto a modo de puente, muy interesantes; los antiguos los he visto por fotos. No hay edificio con más fotos; en ellas se ve gente muy arreglada, con chaqueta, bombín y pajarita. La influencia inglesa ha sabido disfrutar de los toros y de Gibraltar venían cámaras de fotos por doquier. A través de ellas hemos podido recuperar muchas cosas. La plaza va a llevar color. Las tabicas de los asientos van a ser rojas; el asiento es piedra de Tarifa; la cerrajería va en verde primavera; las entradas a las bocanas desde la calle tendrán bóvedas de ladrillo visto, porque necesito secar el edificio. Va a tener muros de piedra vista y muros de ladrillo visto. Habrá una técnica de iluminación por led que nos pondrá en realce la arquitectura del edificio. Jugaremos con los colores, las gradas rojas, los pilares blancos. Si ya El Puerto tiene color ésta lo va a tener, porque siempre ha sido así. En arquitectura de plazas hay tres colores que se manejan, el ocre, el almagra y el blanco. El almagra es habitual en los corrales, toriles e incluso en las tabicas; el graderío es una cubierta y soporta el agua, que desgasta y mancha, mientras que el mantenimiento no cuenta habitualmente con mucho presupuesto. Si pintáramos la plaza de blanco, con el taconcito del zapato o con chorreones duraría muy poco. Las tabicas irán o en ocre o en almagra y los burladeros, en rojo.

¿Esta restauración tiene alguna especial dificultad?

Es un edificio, ahora que he estado investigando en él, construido como aquel juego infantil de construcción con el puente, el cubo y otras piezas, en el que hacíamos la casa adosando volúmenes de madera (antes del Lego). Así está hecha la plaza de La Línea. El graderío es una pieza; el anillo del medio, otra, sin trabar. Las escaleras están sin trabar con los muros. Todo cae, en piezas aisladas, por su peso, por la gravedad. Al no tener traba, una de las patologías que presenta el edificio es que se abre a modo de granada y el agua entra. Ahora, con la estructura metálica y el hormigón, estamos intentando hacer un conjunto que, sin embargo, aun sin juntas de dilatación va tener movimiento.

Terminamos. ¿Qué otros proyectos de temática taurina tienes en tu cabeza?

Intervenir en la plaza de Jerez sería colmar mis sueños. Ahora, con la tesis le sacaremos las verdades del edificio. Otra plaza muy bonita, que me gustaría tratar, ahora que está decayendo, es la de Calatayud; se trata de una neomudéjar en madera, con pintura, y tiene graderío macizo.

Dejamos a José Carlos Galán entre sus planos y sus imágenes de ordenador. Creemos que va a quedar una labor muy bonita en La Línea y lo emplazamos (nunca mejor dicho) para el fin de la obra; entonces daremos cuenta de cómo efectivamente pueda haber quedado.

José Carlos Galán: “La plaza de La Línea se proyectó para el Puerto”