viernes. 19.04.2024

Padilla se despide de El Puerto y abre puerta grande con Roca Rey

Crónica de la 3ª de la Temporada de Verano 2018 de El Puerto de Santa María

Plaza de El Puerto de Santa María (Cádiz), viernes, 10 de agosto de 2018. Tercera corrida de la Temporada de Verano 2018. Cielo despejado con algo de brisa poniente que pone la temperatura en sus justos términos. Lleno. Ameniza la banda de música “Maestro Dueñas”, dirigida por Javier Alonso. Preside Jesús Neva.

Se lidiaron seis toros de Juan Pedro Domecq (que pasta en El Castillo de las Guardas, Sevilla), con pesos entre 490 y 560 kilos, justos de presentación y faltos de fuerza y casta en general. En el arrastre, el primero fue pitado; el tercero, aplaudido y el cuarto, ovacionado.

Juan José Padilla, metisaca y entera algo contraria; tras petición, ovación saludada desde el tercio. Estocada honda en lo alto; dos orejas.

José María Manzanares, media que basta; ovación saludada desde el tercio. Gran estocada de efecto rápido; una oreja.

Andrés Roca Rey, pinchazo y media, con un aviso; una oreja. Pinchazo y entera arriba, con aviso; una oreja.

Incidencias: Padilla se despedía de la afición de El Puerto y recibió, al terminar el paseíllo, una sonora ovación rematada con palmas por bulerías que saludó con emoción desde el centro. Entre las cuadrillas, fueron aplaudidos los picadores Chocolate, en el segundo, José Manuel Quinta, en el tercero, y Paco María, en el quinto; Rafael Rosa se desmonteró tras parear en el segundo. Padilla y Roca Rey salieron a hombros por la puerta grande.

Había dudas de si este año se iba a llenar alguna vez la Plaza Real. La despedida de Padilla de la ciudad de El Puerto, donde él cursó sus años de escuela taurina, era un atractivo con el que la empresa contaba al hacer sus cuentas, pero, sin duda, el nombre de Roca Rey en el cartel no era atractivo menor. El torero que lleva José Antonio Campuzano es ahora mismo el que atrae más gente a las plazas sin necesidad de torear un día, queremos decir sin reducir su temporada a una sola actuación; bien al contrario, que por algo está en el primer lugar del escalafón por número de actuaciones. Manzanares era el único nombre que repite en esta temporada tan cortita; no compartimos la idea de los dobletes mientras haya tantos toreros que quieren torear y no abunden los sitios en donde hacerlo.

Padilla, de blanco y oro con vivos negros, a su primero, burraco aseado, lo recibió en tablas pero se quería ir y perdió las manos varias veces, lo que despertó las iras del público; tras la puya, traserilla, volvió a perder las manos y salieron pañuelos blancos; iban a banderillear los peones pero las protestas animaron a Juan, que dejé pares al cuarteo, de dentro a fuera y al violín, éste levantando al público. Tras brindis al respetable, inició la faena en tablas de rodillas y, cuando iban por el tercio, el animal volvió a perder manos; dos tandas a derechas necesitaron de la voz, de la media altura y de los martinetes; a izquierda le dio distancia y consiguió llevarlo lejos; otra vez por la derecha, llegó pronto el momento de los circulares y el toreo de cercanías con desplante a un animal sin gramo de fuerzas.

En su segundo, bueno, saludó de rodillas con larga cambiada para seguir con delantales terminados en media y cambiada de mano baja; lo llevó al caballo por chicuelinas y, tras puya traserísima, lo quitó por faroles, navarra y revolera; los palos, del maestro, fueron dos cuarteos (el segundo, a toro muy pasado) y un violín ovacionado. Inició faena en el tercio con cuatro pases de rodillas continuados con otros en vertical; vino una serie en redondo, iniciada por molinete y utilizando el pico, y otra de mano baja; por la izquierda hubo sólo una pero fue la mejor, llevándolo lejos; a diestra citó por alto, obligando a embestir, y de frente, mirando al tendido y terminando con rodillazos. La vuelta triunfa fue lenta, paseando varias banderas piratas entre gritos de “illa, illa, Padilla maravilla”, y terminó con beso a la arena, mientras las palmas iban por bulerías de su Jerez.

Manzanares, de marino y oro, a su primero, colorado corniabierto, saludó con verónicas aseadas y media recogida; inició la faena sacándolo de aliño a los medios para continuar con una tanda de empaque; en la siguiente el toro iba con la cara alta y destacó el pase de pecho, lo mismo que en la siguiente, donde el toreo fue despegado; por la izquierda hubo tanda breve pero aplaudida; por la derecha hubo dos más, una despatarrada y otra en redondo con un toro que no ofrecía problemas. La petición de oreja fue insistente aunque no mayoritaria y el presidente la pagó oyendo pitos; debió dar la vuelta al ruedo pero no la dio (¿por qué estos desprecios al público?, ¿por la propia soberbia del torero?).

En su segundo, bien hecho pero que se refrena de salida, el saludo fue de circunstancias, destacando el remate con media de la casa; el toro en las banderillas cortaba terreno. La faena empezó por alto y siguió en los medios con pases en redondo; por la izquierda no había toro y, de nuevo por la derecha se mostró remolón aunque aceptó tres nuevas tandas, esforzada una, entonada otra y llevándolo atrás la tercera; arrancó la banda y el público la mandó parar; se cumplió el dicho de que una buena estocada vale una oreja.

Roca Rey, de blanco y plata, en su primero, de poca presencia y abanto de salida, lo saludó en los medios entre gran expectación y remató con dos medias lentas, vaya tarjeta de visita, aunque este torero se presentó aquí el año pasado cortando tres orejas; lo llevó al caballo galleando por la espalda y rematando torerísimamente; mandó no hacerle daño y el quite, mixto, fue aclamadísimo por bulerías; los pares fueron buenos. Brindó al público y éste, como si fuera pueblerino, jaleó la puntería al lanzar la montera, que cayó boca abajo; la muleta empezó ya de locura, de rodillas, con cambio por la espalda y cinco más, rematando de pie; durante una tanda en redondo, es desarmado y sigue con la mano baja aunque en el pase de pecho el bicho coloca los cuernos en la cara del peruano-español, siguiendo una gran tanda que incluyó cambio de mano; de nuevo con la diestra, vimos otra gran tanda con pases terminando atrás, gran pase de pecho y las palmas echando humo; por la izquierda le bajó la mano y el toro aceptó, humillando; fue desarmado y, agarrando al toro por el rabo, recuperó la tela para seguir sin perder comba, con la mano baja, la tela por debajo de la pala del pitón; ahora por la derecha otra gran tanda incluyó una arrucina y desplantes para seguir toreando de rodillas, en cercanías, sin espada e incluyendo circulares; estaba entregado y las palmas volvieron por bulerías, fiesta en El Puerto. La vuelta triunfal de este torero es como las que daba Su Majestad El Viti, con seriedad, sin concesiones; no firma autógrafos sobre la marcha aunque se los piden uno tras otros; no se parece a otros toreros populistas.

A su segundo, mutilado en el pitón derecho y que sale partiendo plaza, lo recibe mixturadamente, con verónicas, chicuelinas y medias, aplaudidas; el quite también fue mixto, con navarras, tafalleras, larga natural y brionesa. Volvió a brindar al público y éste repitió la juerguita de antes; empezó la cosa por estatuarios y cambio por la espalda en el tercio, para seguir con tanda en redondo, con otra de trinchera y mano baja y otra que arrancó con pase de las flores, sigue con molinete y el toro cayó como inválido; a izquierda siguió en redondo hasta atrás incluyendo en medio un cambio por la espalda y desplante; por la derecha vimos otra buena con pase de pecho largo; otra buena hubo de nuevo a izquierda, mirando al tendido y terminó con serie de bernadinas y trincheras, hasta que el toro se rajó a toriles con descaro.

La corrida terminó con Padilla y Roca Rey en volandas. Bien se ha despedido Padilla. Bien, o mejor, se ha confirmado Andrés en la Plaza Real y es nombre seguro en próximas temporadas. El público abarrotaba los alrededores del coso y no tenía prisa por marchar a cenar; salía satisfecho.

Padilla se despide de El Puerto y abre puerta grande con Roca Rey