martes. 23.04.2024

Jornalero de salón

Tribuna libre de Antonio Saldaña, parlamentario andaluz
El MIRA | Noticias
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“El comunismo no funciona porque parte de una concepción de la persona que no es real, de la misma forma que el capitalismo laissez faire tampoco funciona porque parte de una concepción del mercado que tampoco es real”. Esta frase representa, a mi juicio, el fracaso de las teorías económicas y sociales del siglo XIX y XX, teorías trasnochadas, contrapuestas y ancladas en el pasado.

No conozco a ningún comunista rico (salvo casos excepcionales de religiosos o religiosas) que haya puesto en común su fortuna, al servicio de la comunidad de acuerdo a sus teóricos principios. Sí conozco a personas que están dispuestas a emplear su vida, su trabajo y su patrimonio a ayudar a aquellos que lo necesitan, por solidaridad, pero no he conocido a nadie lo suficientemente dócil como para trabajar sin descanso mientras otros se aprovechan de su trabajo al más puro dogma de “trabajo lo que puedo y recibo lo que necesito”. La naturaleza humana y la vida no es el cuento de hadas con el que se inician las andaduras comunistas y en los que al final, siempre termina ganando el lobo feroz.

Ni la gente normal es tan dócil como para aceptar la imposición de los dogmas comunistas, ni siquiera a la fuerza, ni el mercado es tan ideal para que se den las condiciones de la competencia perfecta. Cuando unos cuantos pueden controlar la oferta, la demanda y el precio de un determinado producto, no dudan en hacerlo incluso disfrazando la oferta de competencia. Y por todo lo anterior, ninguna de estas teorías pueden afrontarse como dogmas de fe. Sencillamente porque ninguna de ellas funciona en los términos que refleja el papel en el que están escritas.  No seré yo el que afirme  sin dudar que “el hombre es un lobo para el hombre” pero es evidente que tampoco el estado natural de las personas es el “buenismo” y la prédica de los nuevos “profetas” del siglo XXI. Como diría Aristóteles, “in medio virtus”.

Y para muestra un botón. El jornalero de los jornaleros, compitiendo en ocurrencias y simbolismos con su camarada Sánchez Gordillo por los secarrales  campesinos de la sierra sur sevillana, ha resultado ser un “jornalero de salón” con cortijo familiar y adecentado con fondos públicos. Una finca de 63 hectáreas con casa cortijo dedicada al turismo rural, adquirida con una subvención pública de 27 millones de las antiguas pesetas del año 88 y puesta a nombre de una cooperativa de tres. Cierto es que el concepto de cooperativa queda como muy del campo, muy de jornalero, pero una cooperativa de tres es como una empresa cualquiera de tres socios con la diferencia de que en lugar de repartir los beneficios al final, se lo reparten antes y lo justifican en su trabajo. Todo lo demás son fuegos de artificio.

Una idea idílica, con un nombre de cuento, “Tierra y Libertad” , que empezó con una idea comunal y terminó convirtiéndose en negocio familiar.  Ya podrían los “jornaleros de salón” haber buscado a nuevos cooperativistas para trabajar la tierra y en lugar de asaltar supermercados haberles dado un trozo de tierra para cultivarla a aquellos que lo pasaba mal. En el supermercado entras pero en el cortijo de tu familia que no entre nadie.

Y este mito que se desmorona no es un hecho aislado. Los que prometían el cielo han terminado mostrando el infierno. Enchufes a familiares en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas, subidas de los sueldos que antes criticaban, colaboradores sin darlos de alta en la seguridad social mientras denunciaban la lucha obrera, muchos gestos y pocas soluciones. Eso sí, con una diferencia, que tienen inmunidad de conciencia para seguir predicando un discurso claramente  “prostituido” por sus acciones. En nuestra casa, que los ha habido y muy sonados, cuando se ha demostrado que lo hicieron mal fueron apartados. Los suyos siguen dando lecciones.

Les puedo asegurar que los votantes del partido popular que conozco no tienen la suerte de compartir, entre cada tres, una finca de 63 hectáreas pagada con fondos públicos. Quizás y además, esta personas honestas y trabajadoras tengan que aguantar los insultos de estos “jornaleros de salón”  acusándolos de fachas, terratenientes, caciques, banqueros e incluso corruptos. Sin embargo esta es la gente que representan los verdaderos trabajadores de Andalucía y España y no los de puño en alto y cortijos familiares. Esos del puño en alto a los que seguramente se les llenará la boca de pedir para los más débiles pero que no serán capaces de aguantar la mirada a sus vecinos cuando les pidan explicaciones de haberse beneficiado del dinero que debió ir a los que más lo necesitaban.

“Jornalero de salón” ya lo único que te falta es que la finca de las vergüenzas haya usurpado una vía pecuaria y que ahora digas que es propiedad privada de tus camaradas.

Jornalero de salón