sábado. 05.10.2024

Olimpiadas, Mbappé y política

Mbappé ríe en un entrenamiento junto a sus compañeros Vinicius y Bellingham
Mbappé ríe en un entrenamiento junto a sus compañeros Vinicius y Bellingham

Disfrutando, el otro día, de la mayor afición del ciudadano patrio, que es ver el deporte televisado, más concretamente, la retransmisión de las Olimpiadas de París y el éxito de la selección de futbol masculino con la consiguiente consecución de la medalla de oro, se me ocurrió escribir de forma sarcástica, en mi perfil de Facebook, el siguiente comentario: “España campeona de Europa y oro olímpico gracias a la apuesta, en los últimos años, del Real Madrid C.F. por el jugador nacional. Algo así como el que porta en su muñeca 8000 banderas de España, de la Legión y de otros símbolos nacionales y tributa en Andorra”. Y al instante de escribirlo, lo borré. Acto reflejo motivado, seguramente, porque la publicación se llenaría de menciones a que si Pedro Sánchez es así o de la otra manera, que si Puigdemont es un tal o un cuál, que si el Real Madrid es el equipo del régimen o diversos simplismos sin sentido con un alto componente político y alejado del acento del escrito, buscando la crítica fácil y la polémica estéril.

El foco lo situaba en que resulta, como mínimo, paradójico que la base de estas selecciones ganadoras y sus jugadores más destacados provengan de equipos, como el FC Barcelona, el Athletic de Bilbao o la Real Sociedad de San Sebastián, cuyos dirigentes y una gran parte de su afición están muy vinculados a la causa nacionalista o independentista y que la presencia de jugadores del Real Madrid, al que se le atribuye ser un destacado representante del patriotismo y nacionalismo español, sea testimonial.

Al mismo tiempo, me acordé de las declaraciones de Kylian Mbappé, posicionándose en contra del voto hacia la derecha identitaria en Francia y llamando a la movilización electoral, en un intento de frenar su auge, en relación con las últimas elecciones legislativas en este país. En  declaraciones posteriores de algunos de sus compañeros de profesión, como Daniel Carvajal, se observa la equidistancia entre algunos deportistas y su posición respecto a ciertos acontecimientos políticos de relevancia.  Los deportistas, en especial, de aquellos disciplinas mayoritarias, son personajes cuyos actos y/o gestos se convierten en sucesos de repercusión mediática y sus actuaciones  en moldeadoras de la opinión pública. A juicio de la gran mayoría de la prensa más progresista, las declaraciones de Carvajal eran equivocadas y contenían un fuerte componente demagógico, ya que el jugador español nunca se ha escondido de mostrar sus afinidades ideológicas, a la derecha del espectro político. Deporte y política van de la mano y, en un ejercicio de responsabilidad, pueden servir de impulso a la implementación de políticas orientadas a ayudar a causas solidarias, humanitarias o que luchan por la defensa de ciertos colectivos vulnerables. Por suerte, son bastantes los ejemplos de atletas implicados en causas políticas o sociales. Ejemplos como el exfutbolista Juan Mata y la ONG fundada por él, Common Goal, cuyo objetivo consiste en que varios futbolistas donen el 1% de su sueldo a proyectos benéficos, son una muestra de ello. Icónica es la imagen de los atletas afroamericanos, Tommie Smith y John Carlos, con los puños en alto, como señal de protesta en defensa de los derechos civiles negros en Estados Unidos, durante la celebración de los Juegos Olímpicos de México de 1968.

Estos acontecimientos me hicieron reflexionar sobre la conexión, inevitable y transversal, entre política y deporte. Son vasos comunicantes y su relación ha persistido históricamente. Igualmente, y de manera exponencial, es la magnitud que han adquirido las competiciones deportivas en la era contemporánea. Remarcaba el laureado entrenador italiano, Arrigo Sacci, sobre el deporte rey, que era “lo más importante de las cosas menos importantes”.

A lo largo de los milenios, competiciones deportivas de, por ejemplo, lucha libre, tiro con arco, atletismo o la reunión de varias disciplinas, eran utilizados por las autoridades para apaciguar a la población sometida o desviar la atención sobre la mala gestión. Uso y costumbre heredada por los gobernadores durante los últimos siglos. Los sistemas totalitarios o dictatoriales dedican una cantidad importante de sus activos económicos en intentar que sus éxitos deportivos sirvan de filtro hacia su imagen internacional, en especial, los comunistas.

En un contexto más actual, el deporte se ha convertido en un fiel reflejo de la sociedad e, incluso, del poder político. Resulta interesante observar como en el medallero de las últimas tres décadas de los JJ.OO., después del desmembramiento de la antigua URSS y Yugoslavia, se advierte como las primeras plazas son ocupados por las naciones pertenecientes al G7, más China, Rusia y alguna aparición efímera de algún país organizador. Respecto a que el deporte se ha convertido en un espejo de la sociedad, Francia resulta un ejemplo paradigmático y sus equipos, especialmente los colectivos, son un reflejo del multiculturalismo y la diversidad. Por cierto, fenómeno que ha ayudado a engordar los éxitos deportivos de la República.

Numerosos son los casos de deportistas que, tras dejar atrás los terrenos de juego, han aprovechado su éxito en la faceta deportiva, para dar el salto a la política. Entre los cuantiosos ejemplos, destaco, a nivel regional, al que fuera seleccionador nacional de baloncesto, Javier Imbroda, que llegó a dirigir la Consejería de Educación y Deporte de la Junta de Andalucía hasta su fallecimiento en abril de 2022.

Si analizamos la relación entre política y deporte, desde una perspectiva más científica, percibimos como algunos conceptos, como el sentimiento identitario, se pueden entremezclar con la simpatía a algún equipo. Cuando hablamos que el F.C. Barcelona es “més que un club” nos referimos a que su importancia como entidad transciende a algo más que una institución deportiva y refleja una arraigada sensibilidad catalanista. Por otra parte, existen deportes que, por sus particularidades, están encasillados en alguna corriente ideológica. Por ejemplo, la Fórmula 1, se considera más cercana a posiciones conservadoras y elitistas, al ser un deporte acotado a un reducido grupo de personas que dispongan de una gran cantidad de recursos económicos.

Ya decía, hace algunos días, un tal Aristóteles que todo es política y el deporte no iba a ser menos.

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