
Sobreviene en El MIRA la penosa labor de describir la última escena de una trama de alcaldía repleta de desatinos, escenificada por Mamen Sánchez y su equipo de gobierno, que han optado por marcharse no con dignidad, sino con desdenes, del Ayuntamiento de Jerez. La ausencia de un saludo a la alcaldesa entrante, María José García-Pelayo, en lugar de un acto protocolario, pareció más bien un berrinche en su encarnación más burda, aderezado por una carcajada distante y una mirada al público, más digna de la escena de un teatro absurdo que de un foro de política seria.
El gusto de Mamen Sánchez por la comicidad y la falta de clase, que tantas veces ha adornado su mandato, vuelve a manifestarse en este final desencajado. ¿Risas, muecas, gestos de superioridad en un equipo que acaba de sufrir una derrota? Parece que la infantilidad no ha sido ajena a esta función teatral, disfrazada de gestión municipal. El absurdo prevalece donde debería reinar la seriedad, la nobleza y el respeto por la investidura y la institución.
Contrastemos, si les place, esta imagen bochornosa con la de Antonio Muñoz, exalcalde de Sevilla, despidiéndose del Ayuntamiento con un sentido abrazo con Juanma Moreno. Una escena que demuestra lo que la política debe ser, una lucha de ideas y no de egos, un ejercicio de servicio y no de poder. Mientras que Muñoz partió con la gracia de quien ha servido con dignidad, la partida de Sánchez en Jerez parecía más una parodia grotesca, una celebración inexplicada, donde la alegría desplazó a la solemnidad.
Porque, veámoslo bien, su gobierno ha estado marcado por el rencor. Rencor en sus palabras, rencor en sus acciones. Han sido años de odio, trabajando con odio, moviéndose por odio, alimentando el fuego de la división entre los suyos y los que no pensaban como ella. Este medio ha sido objetivo de sus dardos, denunciado más de veinte veces con acusaciones que, por fortuna, se demostraron infundadas, pero que mostraron su deseo de intimidar. Pero olvidó un principio fundamental: quien juega con leones, termina por ser mordido.
Finalmente, la señora Sánchez se va tal como vino, sola. Nadie le paraba en la calle cuando llegó, nadie le para en la calle cuando se va. Ha sido una alcaldesa invisible, sin presencia, sin impacto. Pero no estará completamente ausente, pues su legado será objeto de investigación, sobre todo en relación a las razones por las que se hizo fija en el Ayuntamiento de Jerez semanas antes de las elecciones, con documentos que convenientemente ocultó. Pero no importó, porque el pueblo estaba harto de su gestión y la mandó a casa.
Pero más allá del cinismo y la comedia, queda una lección clara: el papel de un alcalde no es ser el protagonista de una farsa, sino el servidor de un pueblo. Y eso, señores, no se puede hacer desde la risa burlona, el desprecio y el odio, sino desde la dignidad, el respeto y el amor al prójimo. Es un mensaje que la señora Sánchez parece no haber entendido, pero que seguramente entenderá ahora que ha dejado de ser la alcaldesa de Jerez. Porque al final, señores, el poder es efímero, pero la dignidad y el respeto perduran.