jueves. 25.04.2024

Elogio de la desigualdad

"¿Qué motivación va a tener un alumno para esforzarse si ve como sus compañeros con menos esfuerzo obtienen los mismos resultados académicos?"
Alumno universitario enfadado grita a alumna despreocupada- Archivo
Alumno universitario enfadado grita a alumna despreocupada- Archivo

El Ministro de Universidades Manuel Castells ha declarado recientemente en una entrevista concedida a un periodista del diario ABC, que “condenar a un alumno por un suspenso es elitista, machaca a los de abajo y favorece a los de arriba”

Esta reflexión del Ministro pretende justificar el proyecto de real decreto del Ministerio de Educación por el que se regula la evaluación para el curso 2021-2022, que permitirá que los alumnos de Secundaria y de Bachillerato con hasta dos asignaturas suspensas puedan promocionar de curso.

No puedo estar más en desacuerdo con el Ministro y trataré de razonar los motivos:

Empezaremos con la etimología de la palabra “élite” cuyo origen es la palabra francesa “êlite” (elít) que significa, según el diccionario de la RAE, “minoría selecta o rectora”.

Selecta quiere decir que ha pasado por un proceso de selección o, dicho en román paladino, que, compitiendo en igualdad de condiciones, los mejores, aquellos que tienen más capacidades, aquellos que se esfuerzan más, aquellos que poseen una inteligencia superior, aquellos con una ética de trabajo sólida, destacan del resto.

Decía Aristóteles en su “Moral a Nicómaco” que la justicia consiste en tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales.

Desgraciadamente el Ministro Castells, otro teórico universitario de extrema izquierda, muy alejado del competitivo mundo real, confunde la igualdad de oportunidades, por la que abogo indubitadamente y sin matices, con una injustísima igualdad de resultados cuyas consecuencias futuras resultarán demoledoras para las alumnos y para España como sociedad y como país.

¿Qué motivación va a tener un alumno para esforzarse, para sacrificar horas de ocio, para llevar una vida ordenada si ve como sus compañeros con menos esfuerzo, con menos sacrificio, obtienen los mismos o similares resultados académicos?

Y lo que es peor, ¿qué consecuencias se van a derivar a corto y a medio plazo de esta injustísima política igualitaria?, ¿cómo va a afectar al rendimiento en las clases?, ¿quién va a marcar el ritmo y el nivel en las aulas?, ¿qué va a pasar con esos jóvenes cuándo tengan que salir al mercado y competir con jóvenes de otros países con un nivel de exigencia y preparación superior?, ¿no los estamos condenando al fracaso por un buenismo y un proteccionismo mal entendido?

El camino del Ministro Castells es el camino de la mediocridad y del fracaso, la senda de la desmotivación y el conformismo, muy propio de la doctrina comunista, la igualación de todos por abajo en lugar de por arriba, la eliminación de la competencia que es el motor del progreso en cualquier sociedad moderna.

El nivel de autoexigencia normalmente marca la diferencia entre unos países y otros, entre unas sociedades y otras, entre las empresas que triunfan y las que fracasan, entre los clubs deportivos, etc.

Este nivel de exigencia, que implica automáticamente un esfuerzo y un sacrificio superior, una moral y una ética más avanzada, es el que debe terminar conformando las élites de una sociedad y son estas élites en cuyas manos debería asentarse el gobierno y el destino de una nación. Yo al menos quiero que me gobiernen los mejores, los más preparados, los más expertos, los más éticos, los más rectos, los más “desiguales”.

La educación, aunque yo prefiero denominarla formación (ya que entiendo que la educación se debe circunscribir al ámbito familiar), de nuestras generaciones más jóvenes, es un asunto fundamental, una cuestión de Estado y como tal debería abordarse. Desgraciadamente sigue siendo la gran asignatura pendiente de nuestro país y no tiene visos de solución.

Elogio de la desigualdad