jueves. 25.04.2024

Efectos secundarios de mucho empuje

"Lo ridículo que quedan ante la llegada a su territorio de caza de un autobús cargado de viajeros del IMSERSO con los efectos segundarios del 'bicho'"
coronavirus hombre
coronavirus hombre

Tal y como está el patio político estos días en España, y al estrés que están llevando a la población, con su: “quítate que me pongo yo”, “no me quito porque el sillón es mío”, importándoles un bledo el voto ciudadano o la situación tan traumática que estamos atravesando, si el caso que se pretende tratar no fuese tan dramático y serio, hasta se le podrían extraer algunas gotitas de humor. Porque el tema a abordar es de autentica traca. Vean pues:

A ver si ahora va a resultar que los genuinos machos Alfa de salón y barra, esos que parecen estar siempre jugando al parchís, porque matan una y cuentan veinte, van a quedar en entredicho ante cualquier ciudadano del IMSERSO equipado de Meyba abultado, sombrilla, nevera y gorra, ya que por mediación de un estudio científico expuesto en la “American Journal of Emergency Medicine”, la revista médica independiente más famosa a nivel mundial, se ha sabido que el Coronavirus, además de complicaciones respiratorias, pérdida de olfato y otras alteraciones de gran desgaste físico, también puede alterar el nervio guía masculino por priapismo.

Sí, sí, lo que están ustedes leyendo, por priapismo, ya que motivado por los efectos del Coronavirus en hombres de más de 60 años, se han detectado erecciones aceradas de más cuatro horas seguidas y sin decadencia, y quede claro, sin haber tomado ni pizca de Viagra.

Tal es así, que en los varios casos detectados, además de sembrar la alarma y envidia en los servicios médicos de medio mundo, a estos pacientes se les ha tenido que intentar rebajar el ímpetu rompedor con gran cantidad de hielo sobre las ingles, y hasta con la extracción de sangre precisamente de ahí, de la parte noble.

Puntualiza la revista médica que de momento es pronto para sacar conclusiones sobre la pujante actitud de algunos de los pacientes infectados, aunque se pide a los servicios sanitarios de todo el mundo que reporten todos los casos para poder realizar un estudio completo sobre tales erecciones sin ton ni son y además a deshora. 

Un año después de la aparición del COVID-19, instalados en la tercera ola, y lo que te rondaré morena, con un proceso de vacunación a gran escala ya en marcha, se sigue sin saber todos los efectos secundarios del virus, aunque eso sí, para algunos, y de qué forma, estén empezando a dar la cara majestuosamente.

Por si algunos de ustedes se llegase a preguntar si el virus del demonio sigue produciendo estos efectos de priapismo prolongado, y por tanto acabar con la producción de Viagra a nivel mundial, le aclaro que no es así, ya que precisamente los laboratorios más carismáticos y beneficiados con esto de la pandemia, o sea, el emporio corporativo Pfizer PLC Combo, fabricante de la Viagra y el Botox, también lo son de la famosa vacuna Pfizer. Contradictorio, ¿verdad?

Fabrican la Viagra para el decaimiento y las vacunas para evitar que los yayos se pongan tontones. Y digo yo: ¿tendrá algo que ver que las vacunas de Pfizer sean las únicas que haya que mantenerla a raya en temperaturas de dieciocho grados bajo cero?, ¿no será con vistas a controlar por adelantado los efectos secundarios del Covid-19 en los “yayos para tranquilidad de las “yayas”.

Como la noticia es de lo más llamativo y punzante, (sin segundas) en aras a no quedar con el trasero al aire por tratarse de una de las conocidas noticias FAKE, de esas que igual te hacen ministro de relaciones familiares a Paquirrín como monja a mi vecina de bolso y esquina, le he seguido el rastro hasta su origen al más puro estilo de Sherlock Holmes.

Y les puedo asegurar como ciudadano de a pie, no como lo haría un político de los de marras, que ya saben ustedes cómo se las gastan, que la noticia no es una FAKADA cualquiera, la noticia difundida por la revista American Journal of Emergency Medicine es bien cierta, y como ustedes están leyendo, bien rimbombante.

Es que un servidor no quiere ni imaginármelo, pero aun así me pongo en situación y empiezo a concebir las escenas que pueden llegar a vivirse en los más de ocho mil kilómetros de playa que hay en España, cuando el sol pique como las avispas y el meybar del abuelo, aunque sea ancho de pata, no pueda ocultar a ojos ajenos la parte abultada de sus vergüenzas.

Obviamente la sorpresa también se la pueden llevar los genuinos paseaplayas, esos pinguitos de gimnasio, musculados por anabolizantes y bañador de licra para que se le note bien el bultito, cuando vean lo ridículo que quedan ante la llegada a su territorio de caza de un autobús cargado de viajeros del IMSERSO con los efectos segundarios del “bicho”. Ya digo, de traca.

Efectos secundarios de mucho empuje