viernes. 19.04.2024

¿Los hijos son o no son míos?

«No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la Justicia»
Isabel Celaa y la polémica de a quién pertenecen a los niños
Isabel Celaa y la polémica de a quién pertenecen a los niños

Tan acertada reflexión, como «No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la Justicia» que podía ser de ayer mismo, fue publicada en el 1748 en la obra “Del Espíritu de las Leyes”, del filósofo y jurista francés Charles-Louis de Secondat, barón de Montesquieu. Han pasado doscientos setenta y tres años y la referencia parece tan real, tan contundente y tan adaptada a nuestros tiempos que además de merecer un marco con orla de oro creo que no hay mejor manera de comenzar el artículo.

Lástima que muchos políticos no tengan a Montesquieu presente en sus lecturas, sobre todo aquellos o aquellas que por su cargo, responsabilidad y honorabilidad política tienen la obligación de defender con uña y carne la justicia y a los administrados que representan, y sin embargo, envueltos en el manto político y doscientas grandilocuencias aprendidas en cursos intensivos para jetas, en vez de defender, machacan los más elementales principios sociales. Y no digamos los derechos sociales refrendados en la Constitución Española.

Y aquí comenzamos a desliar el mosqueo de la anterior reflexión

Vaya por delante, por detrás y por el lado que los tres hijos nacidos en mi casa, criados en mi casa y todo lo que ello conlleva. A saber: reír con ellos, sufrir con ellos, sentir sus alegrías, sus tristezas, ayudarles en las caídas, disfrutar con sus triunfos, cuidarlos, alimentarlos, vestirlos, educarlos y un larguísimo etcétera, ahora resulta que ninguno es mío.

Pero oiga, que tampoco son suyos los que hasta ayer lo eran. Y créanme si les digo que el tema no va de infidelidades, que hasta ahí, no es que a nadie le guste que los hijos se los den hechos, pero si se me apuran, echando mano al presumible argumento de las flaquezas de la carne, que siempre es muy recurrente cuando alguien cae en el pantanoso campo de la cana al aire, hasta podría ser aceptable aunque solo fuese como salida digna, pero no es así; no, no, el tema de los hijos, aún acogiéndose a la argumentación de que toda persona tiene sus derechos fundamentales recogidos en la Constitución Española; cuando debería ser una realidad irrefutable y respetabilísima, al final se convierte en un desvarío y en una barbaridad antropológica tan despectiva que asusta, ya que nadie piense que semejantes actitudes o aberraciones semánticas, tan  afiladas como hojas de cuchillo, solo buscan ocupar la pole position de la parida más gorda de la paridora o paridor más absurdo, porque no es así; esto es mucho más profundo, esto, a juicio de muchos antropólogos de alto calado, va de modulación del pensamiento libre, de la abolición sistemática del procedimiento donde la persona poco a poco vaya perdiendo su libertad individual en pos de un sistema sin alma; un sistema donde el individuo/a, clones al uso, se convierta en una pieza más del engranaje al servicio del Estado-Gobierno, y, como es lógico, de los/las lumbreras de turno que dicen representarnos.

Esas mentes que, muchas veces contraviniendo las más elementales leyes de la química o las matemáticas, no solo buscan la imposible tarea de cuadricular el círculo, es que además, obcecados en sus políticas de engaños, intentan hacernos creer que han logrado la anti decantación. O sea: unir líquidos que a primera vista se repelen, como el agua y el aceite.

Y de ese milagro del fusiones imposibles; como pudiera ser subir impuestos generales alegando que es para apretar las tuercas a los más ricos, o hablar de la necesidad de mejorar la situación de alguien que no te quiere y que en cuanto mejore su estatus tratará de nuevo de apuñalarte, y cosas así, sería fácil señalar al actual ejecutivo, con el señor Sánchez al frente, pero si refrescamos memoria, anteriores gobiernos más conservadores, cuando tuvieron responsabilidades de gobierno, por mantenerse en el poder, como ahora, tuvieron sus momentos de magia ilusoria, dando clase hasta de catalán para congraciarse, y ahí tenemos la reciente y vieja historia del “patriota” Jordi Pujol y sus mariachis.

Robando y con el martillo dando, pero eso sí, con el consentimiento de todos, absolutamente todos los estamentos del Estado poniéndose de canto. Menos mal después de tres decenas de años de poder cuasi absoluto, de vice rey de todos los saraos separatistas y 3% de cuota, por fin se sienta, con el resto de su tropa casi al completo, ante los tribunales de justicia.

Pero ahora, como señalábamos al principio, va de la pertenencia de los hijos

La profundidad de la frase; los hijos no son de los padres que quedará en los anales de la historia fue pronunciada por la actual ministra de Cultura, Isabel Celaa, y no precisamente en la línea del pensamiento de Aristóteles, Plutarco o Hipócrates, aunque ella sea licenciada en Filosofía y Letras y teóricamente sepa del significado de las palabras, pero claro, al sentenciar varias veces lo mismo y de forma tajante, cuando cada vez que ha habido o hay una crisis, antes la de la burbuja económica y ahora la del Covid, y a esos mismos hijos en momentos de crisis el Estado ha mirado para otro lado, teniendo que ser los padres, como siempre, los les han echado una mano,  pues esos mismos hijos, dice la señora ministra que no son de los padres, que son del Estado.

Y mira que en su momento de gloria diarreica le llovieron críticas de todos los colores, pero la señora ministra, estando segura de que la profundidad filosófica de sus pensamientos no había sido entendida por tanta mente atrofiada, hace unos días volvió a repetirlo.

O sea: erre que erre. Pero como en la viña del señor hay de todo, como en botica, las magnánimas palabras de la señora Celaa, también arrancaron adhesiones y hasta seguidismo, y a la prueba está, ya que para que no se nos olvide que los hijos no son de los padres, la nueva directora de la Infancia, la activista de Podemos, Violeta Assiego, directora general de Derechos de la Infancia y la Adolescencia en el Ministerio de Derechos Sociales, dirigido por la podemita Ione Belarra, reitera lo mismo, pero con más bombo y platillo: «los hijos no pertenecen a nadie, tampoco a los padres».

Un servidor que ya hace tiempo que transita por el sol de Poniente, todo este grandilocuente fraserio me suena a ciencia ficción, concretamente me viene a la cabeza la película dirigida por el director Michael Bay, La Isla. Una película cuyo relato trata sobre una sociedad clonizada, rigurosamente controlada y llena de restricciones, hasta que dos clones, tal que usted o yo mismo, descubren que el mundo ofrecido por sus presuntos cuidadores es una falsa completa, y su creciente curiosidad les lleva a descubrir el terrible secreto que había más allá del mundo prometido O lo que era lo mismo, todo era una falsa.

Mira que si llevara razón Montesquieu cuando dijo aquello de: «No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la Justicia»

¿Los hijos son o no son míos?