viernes. 29.03.2024

Fuegos de artificio político

"Sabiendo, como todo el mundo sabía, que el espectáculo solamente podía acabar en agua de borrajas"

Fuegos de artificio político

 Por Pascual Fernández Espín 

Si alguno de ustedes todavía no se había enterado a dónde van a parar sus impuestos, ya puede ir tomando nota de algunos detalles que se lo aclararán. Por ejemplo, uno de esos despilfarradores detalles son fundidos en sesiones de circo. Sí señoras y señores, lo que han leído, en sesiones circense, como ha sido la última tomadura de pelo de la moción de censura, sabiendo, como todo el mundo sabía, que el espectáculo solamente podía acabar en agua de borrajas, en falfolla.

Era una obviedad que, además de tratarse de un brindis al sol innecesario, o ser una lustrosa unción de jaboncillo publicitario del grupo podemita, entre la preparación, el desarrollo y la conclusión final, la actividad ordinaria de nuestros parlamentarios, o sea, la producción del parlamento nacional, durante unos días ha estado bajo mínimos, por no tratarla de nula, al haber estado ocupada en la preparación de la charanga censuradora y no en la confección de grandes proyectos de ley, en ingeniosas proposiciones u actuaciones parlamentarias que beneficien al ciudadano…

Pues sí señor, ha sido así, el parlamento ha estado ocupado en, ya digo, en una gestión estéril que solo ha beneficiado precisamente a quienes iba dirigida la propia moción de censura. Pero claro, al parecer, aquí más que el imposible relevo del actual ejecutivo, por no darse los números, lo que Podemos debatía eran los titulares de prensa, y si esos titulares eran a nivel internacional, mejor que mejor. Más lustre propio todavía.

Supongo que la amalgama 'podemita' estará contenta con el resultado del verdadero objetivo planteado a la sombra de la moción de censura, que no era otro que el de, de norte a sur, y del este al oeste mundial informativo, se hiciese eco de la moción de censura en España, promovida por una fotocopia similar a la griega, aunque esta fuese sin yogur. Y ese era el objetivo. Ya digo, el autobombo, la publicidad y la vaselina y, si acaso, como en los coches nuevos, ir haciendo el rodaje de las piezas nuevas 'podemitas' con vistas a metas superiores. Y es que ante la falta de ideas originales, productivas, u otros dones de lo más normal en el mundo de la racionalidad, ciertos políticos, eso sí, unos más que en otros, tratando de despistar a su electorado, y a quienes no les han votado, tienden a los constantes fuegos de artificio, a la fanfarria y a la cohetería permanente con el único fin de disimular su incompetencia. Tal es así, que en los últimos tiempos estamos asistiendo a una serie de actuaciones que, sino el ridículo, que también, por lo menos habría de calificarlas de “cosificación” de las propias instituciones. (Perdonen los señores 'podemitas' por haber tomado prestado uno de sus adjetivos preferidos, el de cosificar) Porque, a ver, ¿díganme ustedes si poner faldas a los muñecos de los semáforos es una causa de fuerza mayor o mejora en algo la vida a los españoles?

¿Díganme ustedes si para tener contentos un colectivo, como el LGTBI, hay que instalar semáforos en nuestras calles con iconografía homosexual?, como si con ello se fuese a mejorar la inmadura concepción que algunos tienen sobre el respeto a todo la persona, sea cuales fuere su condición sexual. Es verdad que la sociedad tiende a cierto androcentrismo, a masculinizar los conceptos de nuestro entorno, pero ustedes creen que caer en el esperpento de la definición para evitar un lenguaje sexista va a mejorar en algo la concepción ciudadana en su día a día. Sea, por  ejemplo: para evitar del masculinizado concepto de, ser humano, decir, persona, o en vez de niño y niña, decir criatura, o el de encumbrar la ridiculez a la enésima potencia con la famosa frase de “miembros y miembras”, paridas por la entonces ministra de Igualdad Social, Bibiana Aído. Pues miren ustedes, consultado el problema con sesudos expertos, todos coinciden en que para acercarse tan solo a la epidermis del meollo de la cuestión habría que ser un avezado etimólogo social, un antropólogo de alto brillo o un Aristoteles de sofá, y sin embargo, para analizar algo tan sencillo como el de ver a algún que otro “miembro y miembra” agarrarse con uña y carne a la ubre del poder, porque fuera del poder no rascarían bola, es bastante más sencillo.

Partiendo del respeto hacia todos aquellos que con su trabajo y buen hacer dignifican a la política, que son bastantes, el verdadero quid de la cuestión es que en España hay políticos para dar y regalar. En España sobran políticos por todos lados. Y precisamente ahora que estamos celebrando el cuarenta aniversario de la democracia moderna en España, sería el momento oportuno para echar un vistazo a la evolución política de estos cuarenta años y darnos cuenta del despropósito político que se ha ido generando bajo la bandera de la democracia. Han leído bien, un despropósito como la copa de un pino. Y nadie trate de deslumbrarnos con los flases cegadores sobre el cambio tan espectacular que ha experimentado la sociedad española en el periodo de tiempo analizado, ya que, si negar la evidencia, porque es una realidad palpable, y en ese concepto estamos muchos de acuerdo, pero los países de nuestro entorno también han experimentado semejante mejoría sin tanto “colocado”.

Para mayor entendimiento, aun corriendo el riesgo de provocar una avalancha de bilis hasta en el más flemático contribuyente, repasemos algunas cifras que ciertamente van a entusiasmar al “tendío”. Mientras en estos últimos cuarenta años la población española ha aumentado alrededor de un 28%, el colectivo político lo ha hecho en un 300%. Datos comparativos. España tiene el doble de políticos que Francia, 300.000 políticos más que Alemania y 150.000 que Italia. O lo que es lo mismo, en España somos 46´5 millones de ciudadanos, y de ellos, 445.568 son políticos (como dice el académico, escritor y periodista, Pérez Reverte, en nuestro país hay 458.586 políticos sin contar asesores, cómplices y tiralevitas), mientras que en Alemania, con 80 millones de ciudadanos, tan solo hay 150.000 políticos, (datos publicados por el periódico El País) Obviamente, en consonancia con el número de políticos, así es el gasto que los rodea.

Pascual Fernández Espín, escritor murciano nacido en Bullas en 1948, es autor de "Bulerías tal como lo escuché", "Salto lucero", "El pastel ajeno", "Con el Otoño a cuestas" y de "Testimonio de una tragedia".

Por si todavía hubiese algún despistado, ese gasto sale de los impuestos de todos los españoles. Nuevo rascamiento de llaga. España multiplica por 22 el número de coches oficiales de EEUU. Despachos, secretarias, teléfonos móviles de última generación, ordenadores u otros complementos con cargo al erario público son también de traca, lacra y trueno. Pero claro, como para las paridas políticas y el aferramiento a la ubre no hay color ni condición, para combatir el tórrido calor en el interior de las aulas, nada de aire acondicionado, que además de mal acostumbrarse los alumnos, pellizcan los presupuestos oficiales y algunos tocan a menos, por lo que, para evitar semejante dispendio, el consejero de Sanidad de Madrid recomienda que los alumnos, como terapia ocupacional muy importante, se hagan sus propios abanicos de papel para combatir el calor en las aulas. Y cortamos aquí no sea que aburramos a sus señorías.

Y sin embargo, y después de la retahíla comentada, sigo haciendo mía la frase de Macario, el muñeco del ventrílocuo José Luis Moreno. ¡Que contento estoooy!

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