jueves. 28.03.2024

Supositorios sin receta médica

"¡Hala! Que os pongan dos supositorios bruscamente por donde mejor convenga"

Supositorios sin receta médica

"¡Hala! Que os pongan dos supositorios bruscamente por donde mejor convenga"

Me levanto esta mañana con el ánimo más bien bajo. ¿Qué digo bajo? Con el ánimo por los suelos y la sonrisa en arco  inverso. Porque, a ver, díganme ustedes si no hay motivos para estar aplanado perdido, incluso hecho trizas. Vamos, que  si tuviese dinero ahora mismo me compraría un bosque sólo para perderme. Sí, para perderme el tiempo suficiente para, cuando regrese, cinegéticamente hablando y por descaste de especie, ver si cierta clase de problemas y problemáticos han desaparecido de la fauna ibérica, o al menos reducido su número a cifras asumibles por el equilibrio medio ambiental de mi vísceras.

Y nadie piense que este bajonazo que me tiene dominado tiene algo que ver con la famosilla situación post-vacacional del que tanto hablan los psicólogos, sociólogos y cursis del tendido patrio. Porque no es así. Para empezar, si del regreso vacacional alguien supone que todo el mundo debería exhibir un doradito de piel de pago de Conil, de las playas de Zahara de los Atunes, de Sanlúcar de Barrameda o de La Manga del Mar Menor, estaría nadando precisamente en su primer error, ya que la tez de mi cuerpo en estas fechas del año es de un blanco paloma, tirando a pajizo, que asusta, tal como si el veraneo lo hubiese realizado bajo la higuera.

Y si a economía nos referimos, por el ahorro de no haber tenido vacaciones como Dios manda, aún contando con los cien euritos de atrasos en mi paga de jubilata, otro error más, ya que hace tan sólo un par de días que salió en la prensa (la Verdad de Murcia, 29/08/2018) que los murcianos, y por un ende, extrapolable al resto de jubilados de España, en los últimos dos años llevan perdidos 843 euros de capacidad de compra. Esto es sin tener en cuenta los años de plomo y crisis que se llevaron por delante hasta la pelusilla de los bolsillos. Pero ojo al parche, futuros jubilatas, porque los gurús de la cosa no paran de meter el dedo en el ojo con cataratas de los pensionistas, como por ejemplo, el economista Juan Antonio Arce, perteneciente al grupo de expertos del BBVA, en el que en tarde de canapés e ideas luminosas aseguró lo siguiente: «Si la edad media de jubilación ahora mismo fuese a los 72 años, se resolverían todos los problemas de sostenibilidad del sistema para una esperanza de vida de 83 años, y todavía el jubilado tendría por delante 11, 12 o 13 años de vida para poder disfrutar la vejez, y no de los 22 años, como ahora pasa, ya que la Seguridad Social a los 12 años ya ha devuelto a los pensionistas todas las cotizaciones que ha pagado en su vida laboral ». ¡Así, con un par! Claro el “tío” pensará que si se lo llevan los pensionistas, a ver que se van a llevar los que siempre se lo llevan. Tío listo, ya llegarás a jubilarte, y aunque tu paga sea distinta, que seguro que lo será, pero el peso de las arrugas, que no habrá quien te las quite, te hará andar agachado al recordar tus pronósticos.

De ahí lo de mi ánimo de esta mañana. Pero para no seguir envenenándome más las tripas, dejemos las pensiones a un lado y toquemos la seguridad en nuestras fronteras, y aquí, en este tema, ¡puñeta!, es que también me entra un no sé qué. Y no es porque nadie ataque nuestros dominios fronterizos con misiles tierra-aire Tomahawk. No, no, la munición es todavía peor, es de tecnología punta, nos atacan con misiles de caca estreñida, con ácido corrosivo de baterías, con cal viva y con coces en las partes nobles de las personas; en su entrepierna. Sin embargo, lo curioso del tema, es que a estos señores que bombardean a la guardia de fronteras con heces, con cal y ácido y patean sus “partes” al grito de libertad, a algunos de nuestros prebostes políticos les parece bien, para ellos son como héroes de película. Lo dicho, mi ánimo, allá abajo.

Otra llaga en mi ánimo. Llega una buena señora del Brexit, turista inglesa a Benidorm, y nos suelta que va a elevar una protesta a la ONU, porque en la ciudad alicantina hay mucho español veraneando. ¡Toma ya! Pues anda que si se entera de los madrileños que hay en Madrid nos manda de nuevo al vicealmirante Nelson; el que nos destruyó la flota en la Batalla de Trafalgar.

Y en cuanto al tema catalán, ¿qué decir que sea novedoso sin que de nuevo me ataque el ánimo? Seguro que muchos de ustedes aún recuerden el trance de tener que ponerse un supositorio por semejante sitio, y aunque algunos creíamos que su praxis había disminuido, también habría que añadir que hay constancia de que otros añoraban denodadamente su aplicación masiva.

Pues sepan ustedes que los supositorios se siguen administrando todavía, pero de otra forma más brusca y radical. Sin saliva ni preparación alguna. Tal que así, como un empalamiento en plena época medieval y sin que uno esté estreñidito o se queje de las muelas... y para muestra, no, un botón, que sería lo suyo, si no el susodicho tema catalán. Un supositorio de aplicación diaria que ya de por sí es el supositorio más rollizo que en estos momentos se le está aplicando a muchos pacientes e impacientes de este País.

Además del despropósito económico y social que está generando el conflicto catalán, ahora, por mediación de un jeta golpista huido de la justicia española, al que encima, con cargo al erario público español, le pagamos sus cuitas y buena vida en Waterloo, si anteriormente en el tema de su extradición los belgas nos colaron un buen supositorio por ahí abajo, ahora, en la denuncia contra el magistrado español, Pablo Llanera, por defender los intereses nacionales, a poco que nos descuidemos o nos entretengamos en ver si la abuela sigue fumando, nos colocan una caja entera de supositorios. Y eso que dicen los buenistas españoles que los belgas son amigos nuestros, ¡Vamos!, que pertenecen a un Estado amigo y socio de la Unión Europea. Para que nos entendamos, que Bélgica no es ningún Estado de la Cochipampa o de Meona del Norte, si no que se trata de uno de los nuestros, como en la peli que retrata a la Mafia de Martin Scorsese.

¡Osus María!, que poco pintamos los españoles de los Pirineos para allá.  Y ahora, la repanocha para mi ánimo. El Valle de los Caídos.

El tema del Valle de los Caídos se está convirtiendo en un problema recurrente al que todo el mundo, de un lado y otro, parece acudir cuando los intereses partidista así lo demanden, sin darse cuenta (o dándose) que con ello lo único que se hace es resucitar a los viejos fantasma del siglo pasado. Y ahí están, por un lado, las imágenes diarias del crecimiento partidista de los seguidores de Franco, muerto hace ya 43 años, lanzando vivas a las puertas del Valle de los Caídos, y por el otro lado, el no menor crecimiento de personas en las antípodas franquistas.

Los que hemos podido investigar y escribir, sin presión ambiental y de forma más neutral posible sobre el antes, el durante y el después de la Guerra Civil Española, hace tiempo que nos dimos cuenta que la verdad y razón absoluta no existe, pese a que todo el mundo, como si de una revelación Divina se tratase, dice estar en posesión de la verdad y tener razones más que justificadas para actuar como está actuando, pero lo cierto es que los conflictos armados, y más en las guerras civiles, son los más criminales y sangrientos que el ser humano haya podido inventar, ya que no sólo hay que cuidarse del enemigo que dispara desde el otro lado del frente bélico, también hay que cuidarse de los enemigos que disparan entre su odio acumulado, entre la envidia, entre miembros de la propia familia... entre hermanos.

No es que la situación actual se parezca a la vivida en año 1936 y sus aledaños, pero paremos la bola antes de que esta siga engordando.  Dicho lo cual, es indudable que en la sesión parlamentaria celebrada el 20/02/2017, todos los partidos del elenco parlamentario estuvieron de acuerdo, con la abstención del PP, (que tampoco se quiso oponer) en trasladar los resto de Franco fuera del Valle de los Caídos, con la sola condición de hacerlo sin publicidad partidista y negociando con las partes; o sea, con la familia y los custodios. Y si eso es así, ¿por qué estamos donde estamos? ¿Acaso la campaña electoral de las próximas elecciones ya ha comenzado?

En fin, como verán ustedes motivos para el desánimo hay, pero aunque los haya para dar y tomar, he resuelto mandar a todo aquel que afecte a mi ánimo al destierro de mi afecto; por tanto, ¡hala! que os pongan dos supositorios bruscamente por donde mejor convenga.

Pascual Fernández Espín, escritor murciano nacido en Bullas en 1948, es autor de "Bulerías tal como lo escuché", "Salto lucero", "El pastel ajeno", "Con el Otoño a cuestas" y de "Testimonio de una tragedia"

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