jueves. 25.04.2024
Confitería Hermanos Perea en Calle Levante de Jerez de la Frontera
Confitería Hermanos Perea en Calle Levante de Jerez de la Frontera

En Jerez de la Frontera, han existido numerosos negocios que han dejado huella en la ciudadanía, como Rianal o Juguetes Álvarez, entre otros. Muchos de estos establecimientos míticos tan solo sobreviven en la memoria de los jerezanos. Al igual que persiste en el recuerdo de varias generaciones el olor que desprendían las confiterías de ‘Hermanos Perea’.

Esta numerosa familia llegó a regentar hasta siete confiterías repartidas por todo Jerez. En la calle Arcos, en calle Mesones, otra frente al Teatro Villamarta, en calle Barrancos, en la calle Encaramar, en la Cruz Vieja y otra en la calle Levante. Esta última, según explica Miguel Perea, hijo de uno de los propietarios del negocio, es la única que continúa abierta al público. La regente su primo hermano, Juan Luis Perea.

Confitería Hermanos Perea en Calle Levante de Jerez de la Frontera

De los nueve hermanos, ocho estuvieron relacionados con el negocio de las confiterías. La de la calle Mesones, una de las más recordadas, estuvo regentada por Miguel, Jerónimo y Antonio Perea. Precisamente, en el grupo de Facebook “Cosas jerezanas que se han perdido con el tiempo”, varios jerezanos han recordado el olor que desprendía este establecimiento.

En este local se vendían frutos secos, golosinas, caramelos, dulces, turrones e incluso hielo. Tal y como comenta Miguel Perea, el negocio de la venta de hielo fue anterior al de la propia confitería.

Las fechas señaladas, sinónimo de intensa actividad

El negocio familiar surgió en torno a los años 50 del siglo pasado. En concreto, la confitería de calle Mesones perduró varias décadas, hasta que el fallecimiento de los distintos propietarios hizo que Jerez perdiera uno de sus establecimientos más ilustres. Se encontraba justo enfrente de la puerta trasera del tabanco El Pasaje, en el local donde, actualmente, conviven otros dos negocios.

Confitería Hermanos Perea - Jerez de la Frontera

El hijo de uno de sus dueños cree que la confitería de la calle Mesones es una de las más recordadas. “Montábamos un gran puesto en la puerta durante todo el año y que tenía de todo”, afirma Miguel Perea. Era un negocio muy sacrificado que estaba abierto “los 365 días del año, desde las nueve de la mañana hasta las once o las doce de la noche”.

Aunque, en fechas señaladas, la actividad se intensificaba aún más. Por ejemplo, la celebración del día de Todos los Santos hacía que esta calle jerezana se llenase de nueces, castañas o almendras. Con la llegada de la Cuaresma y la Semana Santa, el negocio incorporaba a su oferta la venta de tambores y trompetas para los más pequeños.

Confitería Hermanos Perea - Jerez de la Frontera

No obstante, la fecha marcada en el calendario por antonomasia eran las fiestas navideñas. El día de los Reyes Magos, rememora Miguel Perea, era “increíble con el tema de los caramelos”. Una vez que la cabalgata discurría por sus inmediaciones, la calle Mesones quedaba “colapsada por la cantidad de gente que quería comprar en la tienda”. Si ya de por sí el horario de apertura era muy amplio durante el resto del año, en estas épocas incluso aumentaba y se abría a la siete de la mañana, sin hora de cierre concreta.

Un negocio que marcó a los jerezanos

Todo esto hace que el recuerdo de la confitería permanezca incólume en la memoria de muchos jerezanos. Por aquel entonces, la calle Mesones era una de las arterias principales de la ciudad y un lugar de mucho paso y afluencia de personas. Principalmente, según explica Miguel Perea, por las paradas de autobús tan cercanas que tenía y que congregaban a cientos de jerezanos cada día.

Confitería Hermanos Perea - Jerez de la Frontera

Además, la espectacularidad del negocio y de sus productos atraía poderosamente la atención de los niños, para los que era su particular “Dinseyland”, tal y como lo define el hijo de uno de sus propietarios. Se vendían todo tipo de dulces, frutos secos y golosinas, pero destacaban las carmelas, denominadas por la familia como “jerezanas”.

A buen seguro, las confiterías de Hermanos Perea no solo se recuerdan en Jerez, sino también en otros puntos de la provincia. Miguel Perea explica que su familia contaba “durante muchos años con una furgoneta que cada día iba a un pueblo de la provincia para vender los productos”.

Tantos años después, en las redes sociales, varios jerezanos de distintas generaciones siguen evocando el olor que desprendían las confiterías de Hermanos Perea. Uno de los tantos negocios que han marcado a Jerez y a sus habitantes.

Los jerezanos continúan recordando el olor de la confitería ‘Hermanos Perea’