jueves. 18.04.2024

Cuando hacer deporte se convierte en una obsesión

El deporte sin pauta ni control puede convertirnos en enfermos del chándal

Por Néstor Cenizo

El tópico es cierto: el deporte es salud. Pero también es cierto que el deporte sin pauta ni control puede ser perjudicial y convertirnos en enfermos del chándal. Llevar los entrenamientos al extremo, someter al cuerpo a unas cargas excesivas o pasar de quince años sin moverse del sofá a correr media maratón entrañan riesgos graves.

Basta mirar en nuestro círculo de familiares y amigos para comprobar que la práctica deportiva en adultos se ha popularizado en los últimos años. Sin embargo, en paralelo a esto se están cometiendo excesos que antes eran menos frecuentes. Un reportaje publicado en 1999 en El País, titulado “Una obsesión llamada vigorexia”, comienza con la pregunta de un psiquiatra: “¿Vigorexia? ¿Pero ya le han puesto nombre?”.

El ejemplo sirve para comprender cómo de reciente es el fenómeno. Los primeros estudios sobre la obsesión por la práctica deportiva datan de los años 90, cuando el psiquiatra estadounidense Harrison Pope publicó un estudio en la revista Psychiatric News, de la Asociación de Psiquiatría Americana, en el que describía la vigorexia. Ya en 2002, Pope estimó que un 10% de los usuarios habituales de gimnasios padecían este trastorno.

Ni siquiera hace falta llegar a la vigorexia, que está en el extremo de la obsesión por el deporte y la apariencia física. ¿Cuántas tendinopatías se producen por la tentación de correr una maratón más o entrenar una hora más? ¿Cuántas lesiones? Estos lesionados crónicos también son enfermos del chándal.

La diferencia entre deportista y atleta

Marco Antonio Toral, fisioterapeuta en Clínicas Beiman, da una de las claves cuando pide marcar una diferencia entre deportista y atleta. “Deportista es el que sale a correr dos o tres veces en semana. Atleta es el que se prepara las pruebas. Pero está habiendo mucho deportista amateur que quiere ser atleta, sin tener los cuidados de un atleta”. Muchos lo hacen como un reto, animados porque bajen las distancias de pruebas muy exigentes como el triatlón. Cuando se mezclan esas distancias aparentemente asequibles, el resultado es una “bomba”.

Hemos hablado con especialistas de varias prácticas médicas y de las ciencias del deporte para que nos expliquen qué puede pasar cuando se hacer deporte sin medida ni control.

Enfermos del chándal: lesiones musculares

Marco Aurelio Toral se encuentra con frecuencia con casos de tendinopatías y contracturas que son el resultado de realizar una práctica deportiva excesiva sin una preparación. “En vez de hacer una progresión y ponerse en manos de un experto para planificar la carga, muchos empiezan con grandes cargas, y someten a las articulaciones, ligamentos y tendones a mucha tensión”. Si no se deja de hacer deporte, la tendinopatía puede derivar en una degeneración, por ejemplo, del tendón sometido al sobreesfuerzo.

El preparador físico no es un lujo, dice Toral, que se encuentra con muchos pacientes “con el daño hecho o patologías ya crónicas”, que no se corrigen en una sesión sino que requieren de un tratamiento global y una readaptación.

La falta de previsión hace que, por ejemplo, una mala pisada no se corrija y evolucione a un problema mayor. “Se dejan llevar por el “ponte hielo”, o “reposa tres días”, y se van buscando lesiones más crónicas, como la fascitis plantar“, alerta Toral.

El fisioterapeuta pone un caso práctico: en una ocasión aconsejó a un paciente que bajara ligeramente de peso, puesto que sometía a sus articulaciones y tendones a un estrés excesivo. Cuando volvió a encontrarlo, el paciente le comentó que había decidido adelgazar poniéndose un chubasquero mientras corría, una práctica muy peligrosa de la que ya te hemos hablado aquí. “Le expliqué los riesgos que conlleva y le daba igual. Un día sufrió una deshidratación y dejó de correr”.

El entrenamiento excesivo como causa de fracturas por estrés óseo

El doctor Sergio Tejero, traumatólogo y médico del deporte, comenta que en su práctica clínica encuentra habitualmente dos perfiles. Uno de ellos, el de pacientes que empezaron la práctica deportiva ya de adultos, sin experiencia previa, y que pasan a tener el deporte como su afición principal, entrenando por encima de sus condiciones físicas adquiridas.

El otro perfil responde personas para quienes el deporte es tan importante que cualquier lesión es un mundo y que nunca están satisfechas con su estado físico. Al final, acaban produciéndose sobrecargas tendinosas o, en ciertos casos, fracturas por estrés que responden a una sobrecarga sobre un elemento óseo, como algún hueso del pie, la cadera o la tibia.

Suele tratarse de deportistas de triatlón, de tiradas largas, de running, maratonianos, ultra maratones… “El cuerpo tiene sus limitaciones para el deporte, y sobre todo para los que están de moda, como las carreras de larga distancia. Uno tiene que hacer el deporte que le apetece hacer, pero sabiendo de las limitaciones del cuerpo”, sugiere el doctor Tejero, que suele derivar estos casos al preparador físico: se trata, dice, de “reeducar y asesorar al deportista para que se ponga en manos de un profesional” y no caiga en una situación de sobreentrenamiento.

No dejes que se convierta en una obsesión

El entrenamiento puede llegar a convertirse en una obsesión. Como explica Rosario Llames, psicóloga en Beiman, se crea una especie de círculo: “Empiezas a hacer deporte, se segregan las endorfinas, la gente se siente bien” y esa relación se retroalimenta. Esto se refuerza con un progresivo abandono de otras actividades sociales. “Como sólo te sientes bien haciendo deporte, sólo haces deporte”. De nuevo: enfermos del chándal.

Al final, puede acabar convirtiéndose en algo frustrante, porque como dice la psicóloga, “si no haces deporte no estás a gusto en ningún sitio”. “Hay gente que va al gimnasio y no ve el final, siempre es un poco más”.

La doctora Llames trabajó con gimnastas a las que les costaba reincorporarse a otras actividades sociales cuando se retiraban. “Muchas personas vacían sus vidas, y si solo tienes el deporte y lo dejas, ¿qué haces?”. Esta práctica obsesiva puede acabar derivando en un trastorno de alimentación o en el consumo de todo tipo de complementos, energizantes o, lo que es peor, anabolizantes. De nuevo, enfermos del chándal.

La solución desde la psicología deportiva pasa por fijar objetivos y hacer una programación cuando se comienza a hacer deporte. Y nuevamente, aquí entra en la ecuación el asesoramiento de un buen profesional de la preparación deportiva.

Frente al exceso de deporte, planificación y un preparador

Álvaro Rodríguez, al frente de unkilometromas, es preparador físico, y explica que el paradigma vigente establece que la actividad física es saludable, porque desarrolla la resistencia aeróbica, la fuerza, la fuerza-resistencia y la flexibilidad. Esto es indudablemente cierto y los estudios corroboran que “la mayoría de los problemas de salud que matan o perjudican al ser humano se podrían reducir, mejorar o retrasar con actividad física saludable“.

Sin embargo, la actividad física debe adaptarse a cada persona y su historial, y no al revés. “Está claro que deporte es igual a salud, pero ¿hasta qué punto? Eso es algo muy personal”. “Entreno a personas con historial deportivo muy largo, que programan 25 horas a la semana y no tienen lesión, y otros que tres años después de empezar están haciendo maratones y acaban desarrollando lesiones graves”, comenta, antes de poner un ejemplo: un atleta que empezó a entrenar con más de treinta años acabó realizando carreras de ultrarresistencia, y desarrollando una trocanteritis de cadera que ha tardado dos años en recuperar y que lo ha apartado, definitivamente, del mundo del running.

Incluso para la preparación de un participante en el campeonato del mundo de Ironman existen los límites. “Sometes al cuerpo a unos estímulos, y el sistema nervioso se desequilibra, el cortisol se eleva desproporcionadamente y las hormonas anabólicas se debilitan. Pierdes hambre, sueño, se altera el reloj biológico…“, detalla Rodríguez. Para evitarlo, es necesario planificar y cuantificar la carga de los entrenamientos, lo que puede implicar la necesidad de redistribuir o quitar pruebas del calendario.

Rodríguez cuenta también que atendió a un varón de treinta años que en dos meses quería realizar una travesía de 7.000 metros después de 14 años sin nadar. “Cuando me llegan personas con este perfil, yo propongo un plan. Lo ideal es que empezara a nadar por su cuenta, suavemente, y a partir de septiembre empezábamos a preparar prueba de larga distancia para el año que viene. Pero no me ha vuelto a llamar”, lamenta Rodríguez, que añade que el primer objetivo de un preparador debe ser evitar las lesiones.

Puede entenderse que un profesional del deporte realice ciertos sacrificios, pero si es un hobby, hay que poner un límite para que lo que es positivo para la salud en unas dosis, no acabe siendo perjudicial. Ese límite debe estar pautado por un especialista como un preparador físico, o un fisioterapeuta que vigile la evolución de las lesiones. Es de sentido común, pero como concluye Álvaro Rodríguez: “Correr diez maratones al año no es sano para nadie”.

Cuando hacer deporte se convierte en una obsesión