jueves. 28.03.2024

Cómo decir adiós a un trabajo sin perder la elegancia

Consejos básicos para superar con éxito este alegre o triste episodio laboral

La elegancia es connatural a la persona pero también es un hábito adquirido. Hay que ser elegante en la prosperidad pero también en la adversidad. Y en las situaciones neutras. La elegancia realza el valor genuino del hombre. Su modo de relacionarse con los demás y su sentido cívico de la convivencia. El respeto a la libertad de los otros y a la nuestra propia. La elegancia de formas a veces -la mayor de las veces- es incluso más importante que la meramente estética.

Uno de los momentos en los que debemos ser enteramente elegantes es cuando decimos adiós a un trabajo. Ya sabemos que una despedida nunca es fácil. Aunque sea en buena lid. O precisamente las que así son. Decir adiós a un trabajo, en un trabajo, en tu habitual clima de trabajo, resulta una coyuntura peliaguda. En esta tesitura -que además nunca lo es- debemos  mostrarnos lo más cortés posible. Hasta alcanzar, hasta traspasar, la puerta de salida. Por última vez.

Sea cual fuere el motivo del adiós se suele fallar en algún matiz. O en varios. Quizás porque la tranquilidad y la dignidad no siempre concilian en este punto. La vida da muchas vueltas y jamás conviene perder amistades innecesariamente. Entre otras eventualidades porque no sabemos si nuestro jefe o nuestros jefes o alguno o algunos de nuestros compañeros volverán a formar parte de nuestra vida profesional.

Hay que  ser diplomáticos, siquiera sea por cuestiones de mera estrategia personal. Nexian, red nacional de agencias de Recursos Humanos, acaba de elaborar un decálogo sobre cómo decir adiós a un trabajo sin perder la compostura. En base a unos consejos prácticos que a decir verdad nunca están de más para cualquier hijo de vecino. Y que pueden ser beneficiosos y provechosos -a tiempo presente o no- para cualquier trabajador que se  precie.

Tengamos muy en cuenta que el decálogo habrá de aplicarse una vez que "se ha meditado mucho la decisión, hayamos elaborado un plan de acción -tengamos o no otro trabajo esperándonos- y estemos seguros de que por encima de todo nos queremos ir bien, de manera elegante, siendo educados, con buenas maneras y sin remordimientos al mirar atrás", subraya Roberto Revuelta, director del área de selección de Nexian.

Veamos algunos se los principios básicos o consejos prácticos. A sabiendas que el orden de los factores no altera el producto. De entrada hay que anunciar con tiempo nuestra marcha. Lo normal en España son dos semanas. Pero conviene revisar las especificaciones de cada contrato a la hora de anunciar la renuncia o la dimisión. De otro lado tener siempre muy en mente la prelación de la jerarquía. Hay que respetarla al cien por cien. Respetar el organigrama una vez que pasemos a la acción…

Es fundamental informar primero a los jefes. Con presencia o no de alguien de Recursos Humanos. Tercero: hay que construir la renuncia formalmente. "Si es importante preparar lo que se va a decir para anunciar la marcha de una compañía, no lo es menos elaborar un escrito en el que se explique el porqué de la renuncia y la fecha acordada para que se haga efectiva la baja voluntaria", indica Roberto Revuelta, director del área de selección de Nexian.

Cuarto: hablar claro a los compañeros. De manera frontal y transparente. Es decir: informarles. Así evitamos murmuraciones. Cuchicheos. Podemos hacerlo oralmente o por escrito. Pero siempre sin ambages y sin tapujos. Quinto: por supuesto no abandonar ni por un solo segundo las obligaciones contraídas como trabajador. Debemos rendir hasta el último minuto. Seguir trabajando sin ninguna mengua. En esto se reconoce el latido de un gran profesional.

Otro aspecto importante es recoger nuestras pertenencias. No dejar rastro material de nosotros mismos. Casi no nos percatamos, pero poco a poco vamos acumulando objetos en nuestro puesto físico de trabajo. Léanse papeles, objetos de escritura, portafoto, fotos sueltas, alguna planta. Eso sí: este proceso de recogida ha de realizarse fuera del horario laboral.

Otra gesto más: no despedirse jamás de los compañeros a la francesa. Hay que hacerlo de manera presencial y amistosa. O en última instancia a través de un correo electrónico. Y otro más: agradecer siempre cuánto se ha aprendido durante este etapa profesional.

Y, por último, y aunque no siempre es fácil, hay que controlar las emociones. No es bueno marcharse exaltado de alegría ni comido por el rencor o apenado por los remordimientos. Siempre alejarnos por última vez con la cabeza alta, con la dignidad alta y con la amabilidad también alta.

Cómo decir adiós a un trabajo sin perder la elegancia