miércoles. 24.04.2024

Trepa la fachada de un hospital para ver morir a su madre de coronavirus

El joven acudía todas las noches a la ventana de una habitación de la UCI

Es una historia hermosa. Hermosísima. De las que enseñan a construir un mundo mejor a partir de los sentimientos más puros. Es una historia bella. Bellísima. De las que inculcan la transparencia del amor como motor de la vida. Como motor de la vida incluso cuando ésta llega a su fin.

No. La pandemia del coronavirus no ha pasado de largo. La pandemia del coronavirus sigue azotando sin que buena parte de los ciudadanos del mundo quieran advertir ahora de su gravedad. Que no haya confinamiento no quiere decir que la relajación sea necesaria.

Más bien al contrario. Muy al contrario. Miles y miles de personas han muerto en casi todos los países en un avance, todavía fuera de control, de la Covid-19. Pesadumbre, incertidumbre. Desconcierto. Y una nueva normalidad que no todos encaran con el firme compromiso que se precisa.

Al dolor de las muertes se suma otro revés: que los familiares no puedan despedirse de quienes están a punto de cruzar el umbral del más allá. Muchas personas tienen que morir aisladas. Solas en hospitales llenos de gente también sola, como una duplicidad de la soledad última.

El calor que reciben por parte de los sanitarios, que se dejan la piel, es importantísimo. Crucial. Pero en cualquier caso, valiendo un tesoro, no puede sustituir al de los familiares, a la sangre de la sangre de quienes están postrados en el lecho del dolor

Es el caso de Jihad Al-Suwaiti, un joven palestino que sin pensárselo dos veces decidió escalar hasta la ventana del hospital donde había sido ingresada su madre enferma de coronavirus antes de morir. Lo hizo cada noche. Todas las noches. Una a una, hasta que la mujer murió.

Era el propósito del hijo. Del hijo amado. La intención del joven era poder ver a la madre los últimos minutos de su vida. Y lo consiguió. El joven, de Beit Awa, en Hebrón, pudo trepar varias plantas del Hebrón State Hospital hasta llegar a los ingresados en la UCI.

Todo es nada, nada es todo, por una madre. La muerte de la señora, de 73 años, se produjo el pasado 16 de julio. El chico pudo despedirse de su madre, que murió de coronavirus, una de las miles de personas que han fallecido en todo el mundo por esta letal enfermedad que aún no tiene vacuna.

Trepa la fachada de un hospital para ver morir a su madre de coronavirus