jueves. 25.04.2024

Una mujer pierde la custodia de sus hijas por trabajar demasiado

Esta doctora en Derecho ha demandado al Estado ante una resolución que considera injusta

Parece que la actualidad más noticiosa apuesta por el menos común de los sentidos o por el revés del sentido común. Es cierto que la actualidad marca el pulso de la realidad. Y la realidad no calza con la sensatez la mayor de las veces. Traemos a la palestra un hecho que precisa cuanto menos de la reflexión colectiva. Apenas ocho kilómetros distan Bergondo y Sada, ambas poblaciones de La Coruña.

Ambas próximas. En la primera localidad se encuentra Elena del Pilar Ramallo Miñán, conocida en Galicia por su dilatada trayectoria profesional y proyección internacional, es decir: por su incontestable reputación. Como directiva, como eficaz directiva, en seis universidades. Intachable trayectoria en todas ellas.

En la segunda localidad están sus hijas, de 13 y 7 años, cuya custodia perdió el año pasado, para más inri, «un día de la mujer, el 8 de marzo», en un juicio, digamos controvertido. Por definirlo de un modo suave, que no pasajero. El quid de la cuestión fue que trabaja demasiado tiempo y fuera de casa, enfrascada en viajes y conferencias, tal y como declaró la abuela materna de las niñas y que la juez apreció como la única prueba testifical en la vista.

Trabajar demasiado. Trabajar a destajo. Trabajar de un modo responsable. Doctora en Derecho, creadora de la primera Cátedra del Banco Santander de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de la Euroregión Galicia-Portugal, delegada de Dirse (Directivos Españoles) en Galicia, el currículo de Ramallo es interminable. Fecundo. Notabilísimo.

Más datos que rubrican su valía profesional. Tiene siete libros en su haber, además de ser la acreedora de un sinfín de artículos y proyectos. Ha trabajado para el Ministerio de Igualdad como académica gallega en el ámbito de la RSC. Pero ahora se enfrenta a su peor dilema -a su más controvertida y contradictoria disyuntiva- «de género»: ¿debe una mujer brillante y divorciada aparcar su trabajo para no perder a sus hijos? ¿Les sucede lo mismo a los hombres?

Ella misma se ha encargado de abrir el debate jurídico. Quiere luchar en este sentido. Lo está haciendo, de hecho, a brazo partido. Y es que Ramallo acusa al sistema de someter a un «agravio comparativo a todas las mujeres porque en cuanto alcanzan cierto nivel, se las estigmatiza socialmente». De hecho, según ella, «como madre, mujer y ciudadana, demanda que nadie más en España, por el hecho de trabajar y amar su trabajo, pueda perder a sus hijos». «Nunca he marginado mi tarea como madre», alega sin mayores ambages.

En la sentencia que le «priva» de sus hijas, la juez consideró como prueba sólida para arrebatarle la custodia que, en un principio, iba a compartir con su exmarido, S. R. L, la declaración de su madre y abuela de las niñas, que se quejó de que no atendía a las pequeñas y «estaba siempre nerviosa por dedicarse a su profesión en exceso». La duda queda sembrada.

«He tenido que dedicar miles de horas a mi trabajo, robándoselas al sueño y con mucho esfuerzo», esgrime. Porque ha tenido que compaginar, «como millones de mujeres» –específica– ese sacrificio diario por despuntar en su trabajo con la crianza de dos hijas, S. y O., que hoy tienen 13 y 7 años.

Todo se complica de un modo atroz hace cuatro años, cuando decide poner punto y final a su matrimonio y de este modo comienza su «infierno» particular. Así lo define ella, como un infierno, textualmente. El auto, fechado el pasado 12 de marzo de 2018 y dictado por la juez de Instrucción número 2 de Betanzos, Carmen López, recoge, con la aquiescencia de los progenitores de Elena, que se le otorgue la custodia al padre porque ella «pasa demasiado tiempo fuera del hogar conyugal».

«La juez fundamentó su decisión jurídica en la palabra de mi exmarido, sin otra prueba, ni médica ni de otro tipo, para dictaminar que no estoy capacitada para ser madre», y «destrozó mi corazón y mi vida», apela. Él dijo que ella «no está bien psicológicamente».

La primogénita, con 12 años, también declaró: «Mi madre no está bien, como dice mi padre», señaló la niña. La sentencia firme no admite recurso, y está dictada por dos juezas en primera y segunda instancias, la número 2 y la número 4 de Betanzos, Emma Mourenza.

Todo se ha vuelto en contra. Ramallo y su letrada reprueban que la juez consideró prueba de cargo la declaración de la madre de la doctora (con quien tiene desavenencias desde hace años). La abuela de las pequeñas alegó que su hija debería ocuparse de atender a sus niñas y no trabajar fuera de casa, porque el trabajo del padre ya era lo suficientemente bueno como para mantenerlas, una idea que «choca» de frente con las ansias de realización personal y profesional de la mujer del siglo XXI, dice Ramallo.

«En la España de 2019 tenemos que evitar que esto pase», dice, y añade: «Mi pecado fue el día que dejé de ser la mujer del ingeniero (la profesión de mi exmarido). Todavía hay un parte de esta sociedad que pide la igualdad, pero considera que la mujer tiene que criar a sus hijos todo el tiempo, si no, es una mala madre».

Una mujer pierde la custodia de sus hijas por trabajar demasiado