sábado. 20.04.2024

"Odio el flamenco"

Tribuna libre de Gonzálo Rodríguez Alcantara
El MIRA | Noticias
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Odio el flamenco, pero no me lo tengan en cuenta ni me retiren el saludo, porque es de esa manera banal con la que decimos odiar algo que en realidad simplemente no nos gusta, o que sencillamente no entendemos. Sabes que no es un odio real, y ni siquiera alcanza el desprecio, que necesita de un poco de voluntad. Sé, al menos, que el flamenco tiene una carga cultural, histórica y humana tan potente como cualquier otro universo. Pero no está en mi mundo, o soy yo el que no alcanza a entrar. De esos otros universos quizá en el que he podido atisbar algo ha sido en el de la arquitectura. Levemente, descuiden, que no hay pretensiones y soy un desastre. Pero presenta un lenguaje que de alguna manera puedo leer, aunque sea con titubeos, frente a mi analfabetismo flamenco.

Vengo a unir en estas líneas arquitectura y flamenco porque al fin y al cabo en Jerez no nos cansamos de intentar atarlos, y ellos insisten en separarse. Desde hace pocos días sabemos algo que ya conocíamos, la rendición de la ciudad ante la evidencia de que el solar que ocuparía la Ciudad del Flamenco será lo que siempre iba a ser, una plaza anodina, aunque doce millones de euros tirados después. Quiero imaginar a Herzog y de Meuron, en una terraza con vistas a un lago suizo, leyendo en cualquier feed al que sigan suscritos por pereza, la noticia de la entrada en prisión de aquel cliente tan enérgico, sin problemas de dinero, y que reclamaba un edificio que sanara su síndrome Guggenheim. Desde ese lago, y con las cuentas corrientes bien surtidas con dinero jerezano, nos deben ver como gente, al menos, sorprendente. Pagar por no tener edificio.

No hemos masticado aún la lección y nos enteramos de que la estrategia de uso de los fondos ITI consistirá en “dinamizar y recuperar el casco histórico” vía flamenco. Flamenco Stream lo llaman. Que bailéis y cantéis, y prosperaremos, pues no queda otra. La corriente en la que nos tenemos que dejar arrastrar y en la que está la trampa. Porque es por el flamenco. No os neguéis. Permitidlo. Ejerced de buenos jerezanos.  Y enhorabuena a los agraciados, porque los va a haber. De seis millones de euros se habla, el ochenta por ciento puesto por las instituciones europeas, el veinte por ciento puesto por el Ayuntamiento en valores catastrales, aunque no tengamos liquidez ni para pedir las notas simples en el Registro. Tranquila, Europa, no somos de fiar pero algo inventaremos.

Soy pesimista cuando pienso que estos planes requieren del señuelo de volantes, palmas y taconeo para convencernos de la necesidad de recuperar un casco histórico que se nos derrumba. Sé bien que se derrumba porque mi trabajo me ha permitido entrar en muchos edificios de fachada anónima y dudar si el suelo sobre el que caminaba aguantaría mi peso. Su recuperación es una necesidad, en sí misma,  y no requiere de justificaciones adicionales o de otras distracciones que evacúen el dinero a lo accesorio. Es como si fuéramos los yonkis de las novelas de Irving Welsh, enganchados al edulcorante o la anestesia, ante realidades que nos disgustan pero que se vuelven tolerables si la razón última es lúdica. ¿Quizás nos han tomado la medida? Sí. Nos la han tomado muy bien. El camello trae puntual a Jerez la dosis, que corta con un poco de polvo de ladrillo. No te resuelve el problema, en realidad te hunde, pero te calma el mono y no molestas.

Aunque no quiero trasladarles que lo vea todo perdido. Los magníficos murales de la serie Presencias, de Juan Carlos Toro, supusieron para mí una primera gran lección sobre el lenguaje flamenco, ese en el que me confesaba analfabeto. El mural de José de los Camarones, ese señor que da la mano con el orgullo de un caballero, sobre uno de los fantasmagóricos bloques de prueba de fachada del proyecto de Herzog y de Meuron, me atizó con el recuerdo de aquella sentencia que dice que la arquitectura es música congelada. Quizás haya sido necesario que se haya transformado en un lenguaje que sí pueda entender para que alcance a apreciarlo: arquitectura congelada. José de los Camarones, tu arte ha vencido a dos de los mejores arquitectos del mundo. Y le ha dado una lección a este pobre ignorante.

"Odio el flamenco"