jueves. 28.03.2024

Jerez saca a hombros a Morante y el Juli, que indulta

Crónica de la tercera corrida de la Feria del Caballo 2019 de Jerez

Plaza de Jerez de la Frontera (Cádiz), sábado, 18 de mayo de 2019. Tercera corrida de la Feria del Caballo 2019. Cielo soleado con marañas y viento muy molesto. Cuatro quintos de entrada. Preside Jerónimo Cornejo. Ameniza la banda “Acordes de Jerez”, dirigida por Domingo Díaz.

Se lidiaron toros de la ganadería de Garcigrande (que pasta en el campo de Salamanca), con pesos entre 460 y 530 kilos, deficientes de presentación. En el arrastre, el primero, el segundo y el cuarto fueron aplaudidos; el tercero y el quinto, ovacionados y el sexto, de nombre “Corchero”, fue indultado.

Francisco Rivera Ordóñez, estocada algo caída y trasera; silencio. Honda en lo alto; silencio.

José Antonio Morante de la Puebla, tres pinchazos y honda; ovación que saluda desde el tercio. Estocada algo trasera; dos orejas.

Julián López El Juli: pinchazo y estocada trasera; una oreja. Dos orejas y rabo simbólicos.

Incidencias: Antes de comenzar el paseíllo se interpretó el Himno Nacional. A mitad del festejo, como los días anteriores, se regó el albero con la antigua bota llevada en carro de mulas que salía a principios del siglo XX y se alisó con un rastro de esparto tirado por un mulo, según idea de Morante de la Puebla. En banderillas, destacamos a José Antonio Carretero, de la cuadrilla de Morante, y Álvaro Montes, de El Juli, aunque no llegaron a desmonterarse, mientras que la cuadrilla de Rivera estuvo de desastre. Morante de la Puebla y El Juli salieron a hombros por la Puerta Grande.

La gente se preguntaba el porqué de la presencia de Rivera Ordóñez en los carteles, si lleva un tiempo retirado de la actividad. Nadie daba una explicación. La presencia de Morante solventa cualquier dificultad y el público acudió, aunque no con la rotundidad con que atrae Roca Rey, y eso que el de La Puebla se encuentra en Jerez como en su casa, más incluso que en Sevilla. El Juli parece que es siempre un valor seguro.

Rivera Ordóñez, que vestía de marino y oro, a su primero, lavadito, lo saludó con lances suaves y media de mano baja; en el caballo, aunque fue dos veces, hubo poca pelea y puya suave; los pares oscilaron entre mal y el sobaquillo. La faena, sin historia, se desarrolló en terrenos de tablas y con el cite perpendicular a la barrera, con un toro soso, al que se le inició por bajo y se le siguió con cite por dentro y pases de uno en uno, hasta que el animal se rajó; se rajó y, tras la estocada, se fue con descaro a doblar en toriles, pero lo sorprendente es que en el arrastre tuvo algunas palmas.

En su segundo, saludó genuflexo y siguió con lances garbosos rematados con dos medias; la puya fue moderada después de que el toro arrancara más acá de la raya; las banderillas volvieron a ofrecerse en sesión continua de sobaquillo y dejadas de una en una, entre gritos de fuera, fuera. Esta segunda faena se ejecutó en el tercio pero en el estilo de la anterior, o sea, tras un inicio por doblones, falta de fijeza, falta de asiento, mucho despegue y culito para atrás, todo mezclado en una labor desaliñada, sin orden ni concierto, pues los pases se daban donde el toro decía, no donde el torero quería, si es que quería. Al final, ante el silencio de la banda, alguien gritó ¡música! y el público rompió a reír. Todos se preguntaban para qué había venido Rivera, pero, eso sí, dedicaron algunas palmas al arrastre, para mayor escarnio.

Morante, que vestía de celeste y azabache, a su primero, abanto e salida, saludó con lanceo por la cara y por alto y salía suelto; la puya fue buena pero la pelea, sin convicción aunque, huyendo, pegó en el caballo de puerta y volvió a recibir lo suyo; las banderillas nos volvieron a recordar que aún hay buenos banderilleros. El inicio de faena fue laborioso, por bajo y con desmayo, avanzando hacia los medios; hubo tanda elegante por la izquierda y por la derecha vinieron dos series buenas, de aire sevillano, que despertaron los olés y los aplausos. Sin embargo, a decir verdad, este torito tampoco mereció las palmas que tuvo en el arrastre.

En su segundo, el recibo, mixto de verónicas, chicuelinas y serpentina, fue jaleado pero careció de limpieza; al caballo lo guió por delantales y, al llegar, fue cogido a la primera aunque algo trasero con pelea aceptable, lo que arrancó palmitas al picador cuando se iba. Tras brindis al tocaor Tomatito, inició sentado en el estribo con varios pases seguidos de arrebatados ayudados por alto; en el tercio hubo serie a media altura y por la izquierda vimos una serie larga y aplaudida; otra larga y esforzada hubo por la derecha y, de nuevo con la izquierda, vino la pelea con el viento. Morante puso voluntad pero no llegó a reventar; en la vuelta triunfal ondeó una bandera de España, lo que provocó que le dedicaran palmas por bulerías.

El Juli que vestía de catafalco y oro, a su primero, anovillado, le dio buen recibo, avanzando; tras la puya, que tuvo que ser corregida, hubo quite de chicuelinas de manos bajas. El brindis fue al público y el inicio se hizo por bajo yendo a los medios, volviendo, por el viento, al tercio; allí salió el toreo en redondo a lo largo de dos tandas y, por la izquierda, la muleta se puso a media altura; por la derecha, él lo puso todo, tirando del toro y bajando la mano, de nuevo a izquierda, el toro se quería ir; otra vez a la derecha, el animal embestía como sonámbulo, lo que no fue obstáculo para oír una vez más palmas en el arrastre.

En su segundo, sin presencia, el recibo fue breve, pues hubo enganchón y salió de naja; en la puya, donde fue bien cogido, hubo derribo pero Barroso, como siempre, cayó de pie; el quite, por verónicas y media, se realizó en la boca de riego. La faena se inició con doblones y uno bueno de pecho; en los medios, hubo tandas de trazo largo y ligazón ante un toro que parecía un carretón; por la izquierda vino una serie en redondo, aplaudida, tras la que hubo descanso, previo a otra serie ligada con mano baja y otra en la que se enroscó al animal como si fuera una vara de goma; por la derecha otra vez, trazó serie ligada bajando mucho la mano y otra, a estas alturas, en redondo; el toro era un autómata de los que le dan cuerda; no era un toro brava sino un toro programado para acudir a la tela. Empezaron a salir algunos pañuelos blancos; El Juli empezó a provocar al público con dos nuevas tandas más y haciendo gestos teatrales; los pañuelos iban a más, se ponía a matar y se retiraba, el presidente sacó pañuelo blanco de aviso y el público retiró los suyos, satisfecho, aunque al ver que no era el pañuelo del indulto volvió a sacarlos con insistencia (pero no con mayoría) y al final salió el pañuelo naranja.

Teníamos indulto para la polémica. No hubo suerte simulada de entrar a matar ni petición de trofeos para el torero, pero se le concedieron los máximos simbólicos. La vuelta al ruedo fue compartida con el ganadero.

Una nueva salida a hombros por la Puerta Grande teníamos. El público estaba contento con eso y que no le hablen de presentación de los toros o de una embestida con emoción. Eso se deja para anticuados. Hasta hace poco si no había trofeos no había buena corrida; luego, si no había puerta grande no había buena corrida; ahora, si no hay indulto no hay buena corrida. Pues nada, a mandar.

Jerez saca a hombros a Morante y el Juli, que indulta