lunes. 29.05.2023

En Jerez, la corrida concurso transcurre sin pena ni gloria

Una tarde en que Morante, Sebastián Castella y Pablo Aguado han chocado con toros que no son de concurso
Toro Morisco | Foto: Marciano Breña
Toro Morisco | Foto: Marciano Breña

Jerez de la Frontera (Cádiz), viernes, 12 de mayo de 2023. Corrida de toros organizada por la empresa Funtausa como segundo festejo de la Feria del Caballo, en la modalidad de corrida concurso de ganaderías. Tarde de cielo despejado con viento. Más de cuatro quintos de público. Preside Fernando Núñez. Ameniza la Banda de Música “Acordes de Jerez”, dirigida por Domingo Díaz.

Se lidian seis toros de diferentes ganaderías: Santiago Domecq (que pasta en Jerez de la Frontera, Cádiz), Carlos Núñez (que pasta en Tarifa, Cádiz), Fermín Bohórquez (que pasta en Jerez de la Frontera, Cádiz), el único cinqueño, Juan Pedro Domecq (que pasta en El Castillo de las Guardas, Sevilla), El Torero (que pasta en El Bosque, Cádiz) y Álvaro Núñez (que pasta en Chiclana, Cádiz); son de diferente presentación y juego. En el arrastre, el primero y el quinto tienen ovación; el sexto, pitos.

Morante de la Puebla | Foto: Marciano Breña
Morante de la Puebla | Foto: Marciano Breña
  • Morante de la Puebla, pinchazo en su sitio y media algo tendida, con cinco golpes de descabello; palmas. Pinchazo y entera trasera que basta; una oreja.
  • Sebastián Castella, entera algo caída pero suficiente; palmas. Pinchazo y honda desprendida algo trasera, con descabello tras dos avisos; silencio.
  • Pablo Aguado, pinchazo y entera tendida; silencio. Dos pinchazos y honda, con aviso; ovación.

Incidencias: en el ruedo dos líneas marcan el sector para la suerte de varas. Suena el Himno Nacional al término del paseíllo. Se aplaude la actuación de los picadores en los toros segundo, tercero y quinto. Entre los subalternos destaca la actuación de José Chacón (de la cuadrilla de Castella), que brega muy bien en el segundo toro y se desmontera en el quinto. Se concede el Catavino de Oro al toro Barbecho, de El Torero, lidiado en quinto lugar; el premio Catavino de Plata al mejor picador se declara desierto. No se hace uso, como antiguamente se hacía, del altavoz para información sobre las eventualidades del concurso.

Comentario

Por fin llega una corrida concurso, esa por la que Morante llevaba suplicando años; sí, porque la propuso el año que nos invadió la pandemia y no pudo ser. El año pasado se intentó y a última hora se frustró. Al final cuaja la idea, después de que no viéramos por estos lares algo semejante desde 2014, cuando hubo una con más pena que gloria. Hoy, de todas maneras, no es que hay mucha más ilusión, en lo que hace a concurso de ganaderías, por los toreros anunciados, especialmente dos de ellos, no son los más indicados para este tipo de corridas; lo suyo no es sacrificarse para lucir al toro.

Sí que se da la novedad de que, en esta ocasión, no salen los toros al ruedo por orden de antigüedad de las ganaderías sino por sorteo, como en todas las corridas, como debe ser. Los presidentes, por la mañana, han impuesto el sorteo y eso es una buena noticia; así se cierra la puerta a posibles picarescas que en el pasado se han dado. Por otro lado, se ha suprimido el premio de Oreja de Plata al mejor torero y se ofrece un premio al mejor picador; no han dado explicaciones para este cambio.

Morante de la Puebla

Morante de la Puebla (de verde limón y oro), en su primero, algo veleto, recibe con lances de tablas a tercio, jaleados más que otra cosa. Tras dejarlo con larga natural, arranca alegre al caballo y es bien cogido; en la segunda visita tarda en arrancar, lo que hace también alegre pero al sentir el hierro cae y el picador a continuación sigue zurrándole; el diestro pide el cambio y el toro queda eliminado. Las banderillas de Trujillo y Zayas son buenas y aplaudidas.

Tras inicio de faena con ayudados por alto y molinetes invertidos, hay una tanda de derechazos con ligazón pero también con enganchones, jaleada; con la izquierda hay tanda en el tercio sin profundidad; vuelto a diestra, tras trincherazo salen los pases de uno en uno, gustándose y, tras cambio de mano, algunos ayudados; la última fase es de uno en uno con la derecha y trincherazo de cartel, todo muy jaleado.

Su segundo, castaño algo corniabierto, es sobrero que sale tras el titular, devuelto por falta de presentación tras grandes protestas del público. El saludo es un tanto desganado visita al caballo sólo dos veces, una para puyita y otra para puyazo trasero en el que empuja sin convicción; el pide el cambio y ya tenemos otro toro eliminado, no hacía falta que fuera sobrero. Morante demuestra así lo poco que le importa la corrida concurso de ganaderías, aunque él fue el promotor de esta edición. Los rehiletes son dos pares, que quedan reunidos pero traseros.

El inicio va por ayudados genuflexos con algún trincherazo, a lo que sigue tanda en redondo jaleada. En Jerez hay más morantistas que en Sevilla. Cita de frente e inicia con capeína una buena tanda en que baja la mano. Con la izquierda cita al toro de dentro afuera para seguir con mano baja y con los aplausos solícitos; de nuevo a diestra, sale el toreo en redondo, con cambio de mano y remate por abajo, con el público entregado. Otra vez con la izquierda, sigue citando de frente, con la mano baja y en ligazón, mientras las palmas vuelan por bulerías.

Tras el estoque, Morante se permite la “frivolité” de recordar el estilo decimonónico con unos cites toreando por arriba sin pasar; uno en la grada grita “Viva España” y toda la plaza responde “Viva”. La petición de segunda oreja es fuerte pero el presidente aguanta la presión y hace bien, porque no se debe pasar la raya, que tantas veces en Jerez se ha pasado, de que tras dos intentos de matar no cabe una segunda oreja; es hora de cambiar, para que esta plaza vuelva a tener la categoría que perdió hace ya mucho tiempo.

Morante de la Puebla | Foto: Marciano Breña
Morante de la Puebla | Foto: Marciano Breña

Sebastián Castella

Sebastián Castella (de aciano con hilo blanco), en su primero, remangadito de pitones, da un buen recibo de tablas a tercio con lances limpios, chicuelinas y revolera. En el caballo, el toro arranca claro y le dan puya larga, durmiéndose debajo, entre aplausos; a la segunda, lo ponen un poco más lejos y al irse hacia el caballo tiene aplausos pero, tras la puya, blandea; a la tercera se arranca para puyacito, tras lo que se lleva una ovación, lo mismo que el piquero; Chacón lo corre a una mano como él sabe hacerlo. Brinda al público; la montera cae para arriba y la gente grita “oh” (incomprensible, éste es el nivel que se ve en la plaza de Jerez últimamente).

Empieza con tanda por bajo para sacarlo y sigue tanda ligada y aplaudida, con otra subsiguiente, en que acaba protestando y casi desarma. Por el pitón izquierdo no termina de humillar y sale con la cara alta; a diestra de nuevo, los pases salen de uno en uno y el bicho amaga con rajarse. De nuevo por el izquierdo, no ofrece cooperación en la tanda y hace por el torero; otra vez por el derecho, en un pase pega una coz y, tras intento de circulares, se va a tablas. Hay petición minoritaria de oreja, que el torero considera insuficiente para justificar la salida a saludar las palmas.

A su segundo, tocado del derecho, le da recibo largo porque se quiere ir pero lo acaba reteniendo, hasta aguantarle dos ocasiones con los pitones muy cerca. En el caballo empuja y se duerme; a la segunda se arranca alegre de más lejos y empuja abajo; a la tercera acude sin llamarlo y la gente aplaude; el matador pide el cambio pero el presidente, sin contar con el jurado, ordena una cuarta visita, en la que se vuelve a arrancar alegre entre la alegría del público (quizás habría sido mejor usar el regatón); hay quite por chicuelinas con el toro yendo franco y embistiendo por abajo, con premio de fuerte aplauso. Chacón brilla en banderillas.

El inicio de faena es enorme, por estatuarios de gran frialdad que levantan un “ay” entre el público; sigue tanda en redondo donde humilla el toro, con otra más donde ahora quiere protestar. Con la izquierda sale tanda aplaudida y de nuevo a diestra cambia de mano para torear de uno en uno, con algún gañafón tremendo, ante lo que el gallo de Beziers sigue como si nada. Con la mano derecha consigue bajar y logra alguna ligazón pero el toro protesta y hay toque de pitón y toreo de cercanías hasta que claramente se raja, lástima.

La entrada a matar tiene que hacerse al hilo de las tablas, de donde el bicho ya no quiere salir. La ovación al arrastre es un tanto exagerada y choca más al compararla con el silencio dedicado a Castella.

Sebastián Castella | Foto: Marciano Breña
Sebastián Castella | Foto: Marciano Breña

Pablo Aguado

Pablo Aguado (de rioja y oro), en su primero, bien presentado, da recibo con lances poderosos que no evitan algunos alcances, avanzando de tablas a medios. En varas, se arranca con cierta alegría pero a sentir el hierro se repucha; a la segunda va desde más lejos, levantando aplausos, pero no se emplea nada;  a la tercera tarda pero acaba arrancándose de lejos, recibe un puyacito algo más serio y sale suelto.

El tercio de palos es mejorable. Con la muleta lo saca al tercio y pasa a tanda de uno en uno donde el toro no pone nada de su parte y luego a otra donde no hay trasmisión, aunque se toquen algunas palmitas aburridas. Por el pitón izquierdo sólo hay pases de medio viaje. A diestra, el torero pone todo de su parte y aguanta una colada pero no puede no se puede sacar mucho más.

A su segundo, colorado acapachado, le da saludo en tablas pero se va descaradamente; lo recoge y le saca algunas verónicas con su buen hacer aunque el animal no le permite rematar la tanda. En varas el toro anda remiso y el caballo sale a la segunda raya pero el bicho se va de naja; consigue el piquero darle un puyacito y sale corriendo por toda la plaza; la segunda la recibe dentro de la primera raya y al sentir el hierro se va. Hay dos pares de palos, al relance los dos.

El inicio de faena se hace directamente con tanda artística, seguida de otra con pases ligados, de otra con mano baja y de una cuarta donde el animal va acá y allá. Mientras, suena el pasodoble “Pepe Osuna”, de riguroso estreno. Con la izquierda hay pases si excesiva unión pero que al menos sujetan al animal; sigue, a diestra, toreo en redondo con pase de pecho bueno y toque de pitón. Con la izquierda otra vez, se cita de frente, el toro escarba y acude con mucho pesar para de uno en uno; Aguado le aprieta y resulta levantado, con destrozo de las taleguillas. Hasta aquí.

La corrida acaba con más de tres horas de duración. Es demasiado. Se concede el premio al toro más bravo a un animal que se ha rajado con descaro y definitivamente. En nuestra opinión, ese Catavino de Oro tendría que haberse declarado desierto, como sí se declara desierto el premio al mejor picador. Al no haber pelea no hay posibilidad de picar lucidamente. En esto ha acabado la corrida concurso. En un transcurrir sin pena ni gloria, peor incluso que hace nueve años.

Pablo Aguado | Foto: Marciano Breña
Pablo Aguado | Foto: Marciano Breña

Los ganaderos no se quedan libres de responsabilidad; que otra vez manden toros de concurso, con más garantías, en caso de que haya una próxima vez. La corrida concurso más parece cosa del pasado. Las tientas ya no se hacen a base probar en el caballo sino en la muleta. Si, además, la corrida concurso de Jerez se creó para poder indultar y ahora vemos que los indultos están a la orden del día, ¿para qué sirve la corrida concurso? Sólo para que algún torero se cuelgue una medallita y lo pueda contar a sus nietos.

Al final de la tarde, lo mejor que podemos decir es que ha habido sorteo y que se ha estrenado el pasodoble “Pepe Osuna”.

En Jerez, la corrida concurso transcurre sin pena ni gloria