viernes. 26.04.2024

Todo cinéfilo que se precie tiene un director de cabecera, un director de culto, un director preeminente. Por lo común suele ser más de uno. Porque lo clásico es guardar preferencia por un cineasta español y al mismo tiempo por dos o tres extranjeros. Al margen, claro está, de que existan directores españoles con un estilo narrativo, un mensaje de fondo y un enfoque temático que traspasen todas fronteras y han de considerarse más internacionales que otros instalados en los confines de este ancho mundo. No cabe la menor duda que uno de los directores más aclamados del cine patrio, más laureados, más seguidos por multitudes, por fieles de generación en generación, es Luis García Berlanga. Tan es así que lo berlanguiano siempre ha definido un estilo, una voz, un sello, una seña de identidad, un guiño identificativo, un modo de enfocar una situación por rocambolesca que pudiera parecer, un prisma, un tono, una rúbrica.

Luis, nacido en Valencia en 1921, encontró su vocación sobre la marcha. Andando los años. En el correr del tiempo. Pronto abandonaría sus estudios de Filosofía y Letras. Se enroló en la División Azul. A su regreso comenzó una actividad más ajustada a su personalidad artística. A su necesidad de crear. Porque Berlanga fue un creador impenitente. Inasequible al desaliento.

Una imaginación superlativa

Empieza a pintar. Y a dirigir cine-clubs. El cine era su pasión. Lo audiovisual matrimoniaba con la fluidez de su imaginación. La imaginación de Luis era superlativa. E inagotable. Aliñada además por un sentido inédito de la realidad. Una visión que superaba con creces las lindes de lo habitual. E incluso de lo que por aquellos entonces podría considerarse rompedor o vanguardista.

Además Luis poseía un arma de nacimiento que no dependía de ningún aprendizaje académico sino del sesgo innato de la personalidad: el sentido del humor. Entre lo descacharrante y lo surrealista. Pronto escribiría críticas de cine en la revista ‘Acción’ y en el periódico ‘Provincias’. Escribir se le daba bien. Tenía madera de escritor. Una virtud que ni pintiparada para expresar en negro sobre blanco cuanto bullía por su sesera.

Su trayectoria es de sobras conocida por todos los españoles -excepción probable de algunos exponentes de las nuevas generaciones que ignoran hasta lo más archisabido-. Ahora el castellano, nuestro riquísimo idioma, se ve fortalecido por una sabia decisión de los ilustrísimos académicos. Una decisión que ha congratulado a miles, millones de españoles. Una decisión que ha estado a la altura de las circunstancias.

Labor de críticos de cine

Una decisión que además facilita la labor -y mucho- a cuantos críticos cinematográficos o periodistas expertos en la materia o historiadores del séptimo arte se dediquen a escribir o disertar sobre cine. Una decisión que precisamente recae en la memoria y en el homenaje permanente de la obra de Berlanga.

Y es que la palabra ‘berlanguiano’ ha entrado en el DRAE, en el Diccionario de la Real Academia Española, por la puerta grande. Con ovación unánime. Y lo hace además con dos acepciones: “perteneciente o relativo a Luis García Berlanga, cineasta español, o a su obra” y “que tiene rasgos característicos de la obra de Luis García Berlanga”.

El décimo aniversario de su muerte

Además existe otro dato -favorecedor- a tener en cuenta: la incorporación de la expresión coincide con el décimo aniversario de la muerte del antiguo e inolvidable Presidente de Honor de la Academia de Cine, quien además fue autor de obras memorables como ‘El verdugo’, ‘Plácido’ o ‘La vaquilla’, sin aparcar, claro está, su renombrada ‘Trilogía nacional’.

Cabe subrayar que José Luis Borau, premonitoriamente, comentó en su discurso de ingreso en la RAE lo siguiente:  “Cada vez oímos con mayor frecuencia describir a un personaje o una situación de la vida real como fellinianos, buñuelescos o berlanguianos. Término este último que, dicho sea de paso, bien cabría incorporar al diccionario de la española, cual homenaje debido a quién nos ha proporcionado una visión agridulce y conmovedora de nosotros mismos, además de ser, de puertas adentro, nuestro primer creador cinematográfico”.

Berlanguiano entra en el DRAE por la puerta grande