
Plaza de la Real Maestranza de Sevilla, miércoles, 26 de abril de 2023. Corrida de toros organizada por la empresa Pagés como décimo festejo del abono de la temporada. Tarde de cielo azul y calurosa. Lleno no absoluto de público. Preside José Luque Teruel. Ameniza la Banda de Música “Maestro Tejera”, dirigida por José Manuel Tristán.
Se lidian seis toros de la ganadería de Domingo Hernández (que pasta en Pozos de Hinojo, Salamanca), entre 495 y 549 kilos, cinqueño el quinto, parejos, bien presentados y de capa y juego desigual. En el arrastre, el segundo tiene pitos; el tercero, palmas; el cuarto (Ligerito de nombre), vuelta al ruedo.

- José Antonio Morante de la Puebla, entera contraria, con descabello; ovación saludada en tablas. Entera en lo alto; dos orejas y rabo.
- Diego Urdiales, pinchazo y entera algo caída, con aviso; silencio. Buena estocada; ovación tras petición de oreja.
- Juan Ortega, pinchazo y pinchazo hondo; ovación saludada. Pinchazo y entera algo baja fulminante; silencio.
- Incidencias: Morante de la Puebla abre la puerta del Príncipe tras cortar el rabo al toro Ligerito de Domingo Hernández.
Es tarde de plena semana de farolillos. Hace calor pero el cartel anunciado hace que los aficionados acudan con ilusión, con la esperanza de que puede ocurrir algo bueno. Es 26 de abril, como aquel 26 de abril de 1968 en que Diego Puerta cortó un rabo en Sevilla a un toro de Marqués de Domecq.
La gente bulle en la calle Iris. La plaza está espléndida cuando se inicia el paseíllo. Morante viste un terno que replica a aquel que Joselito el Gallo llevaba en 1914 cuando toreó seis toros en Valencia. Juan Ortega, por su parte, viste un traje que se inspira en un capote de paseo que usó Manolete. Juntos a estos dos sevillanos, el riojano Diego Urdiales siempre es esperado, porque se deposita en él esperanza de que saque el torero que gusta a los paladares refinados, no en vano Curro Romero lo señaló como su torero favorito. Empieza el festejo.
Morante de la Puebla
Morante de la Puebla (de celeste y azabache), en su primero, castaño, aplica un saludo muy bueno con lances grandes especialmente por el derecho; se le ve con ganas de torear despacio. Al iniciar camino al caballo pega una vuelta de campana y es bien cogido aunque pierde las manos al salir; el quite, por verónicas, es bueno aunque hay desarme final; de segundas lo lleva con un recorte a dos manos y una larga natural para puya brevísima.
Trujillo anda bien con los pares y Juan Ortega, en el primero, le hace un quite providencial. Inicia faena doblándose y pasa a torear en redondo bajando la mano, aunque pronto el animal dice que no va a colaborar mucho porque en la siguiente serie protesta. Nos quedamos sin toro a mitad de faena. Con la izquierda lo intenta en vano y al final le da unos ayudados por alto sin perder la gracia. El verduguillo que utiliza lo lleva prendido de la muñeca con una pulsera de goma, innovación morantina.
A su segundo, bien hecho, lo recibe con dos faroles en tablas y lo sujeta por bajo antes de sacar una tanda excelsa, increíble, de seis verónicas profundas, media y revolera que obliga también a la banda a romper música y pone a la plaza boca abajo. Lo lleva por lances muy aplaudidos al caballo para puya cien cogida y medida; el quite va por tafalleras, revolera y larga cordobesa; tras puyacito, Urdiales replica quite con tres lances de mano baja y dos medias; Morante quiere decir la última palabra y, tras semirrevolera, ofrece cinco gaoneras cargando la suerte y rematando con revolera.
Hay un buen par de Zayas. Sin brindar, empieza faena con ayudados por alto de su sello y, en los medios, dos trincherillas prologan el toreo en redondo; con la izquierda, el kikirikí abre tanda de naturales largos en que el animal ofrece más colaboración que sus hermanos; a diestra de nuevo, sale la ligazón, entre olés, y un cambio de manos; volvemos a la izquierda y el toro está más centrado en la tela, en serie cerrada con molinete invertido y desplante.
Tras recoger el estoque, los ayudados por alto preceden al toreo de frente y cuaja al toro. La estocada, al volapié, va a lo alto, tras lo que sigue el toreo. Gritan “torero, torero”. El presidente saca de un solo golpe los dos pañuelos (gesto, en nuestra opinión, indebido) y la gente sigue flameando los suyos, hasta que aquél saca el tercero y ¡rabo! Al terminar la vuelta triunfal, Morante le regala el rabo a Rafael de Paula, que está un burladero del callejón.

Diego Urdiales
Diego Urdiales (de corinto y oro), en su primero, cómodo de cara, lancea mientras echa las manos por delante, sale al revés y hace por irse a cada pase. En el caballo empuja con los riñones y es bien cogido aunque le pegan poco; en la segunda visita hace por quitarse el palo. Las banderillas se ponen traseras a un animal que aprieta a los banderilleros.
En la tanda de prueba lo saca a los medios para darle cuatro tandas, en las que la embestida la hace con la cara alta aunque el de Arnedo se esfuerza por bajar la mano y ligar. Por el pitón izquierdo empieza a apuntar querencia hasta que se raja con descaro, soltando incluso alguna coz. Tras el pinchazo inicial el toro se va huyendo por toda la plaza buscando salida por encima de las tablas, con la cuadrilla siguiéndole, dando una imagen mala de su naturaleza.
A su segundo, colorado y serio que se emplaza de salida, lancea en tablas a uno que se refrena. Chocolate lo coge bien y le da buen puyazo y luego un puyacito, con buen comportamiento del toro; las palmas acompañan al piquero mientras se va. En banderillas hay dificultades.
Tras brindis al público, Diego desarrolla una faena de buen nivel que arranca con ayudados por bajo, levantando los aplausos, y sigue con buena tanda en redondo. Con la izquierda los pases de uno en uno y el animal no es muy partidario. A diestra de nuevo, se recupera la ligazón y la transmisión con dos tandas. Volvemos a la izquierda y la embestida vuelve a ser descompuesta. Unos ayudados preparan para la estocada.

Juan Ortega
Juan Ortega (de rosa palo y oro), en su primero, serio, astifino y bizco del derecho, le aplica de tablas a tercio verónicas muy despaciosas, muy suaves, con dos medias a uno que humilla y la música suena en premio. Juan dijo en un encuentro con aficionados jerezanos: “En Sevilla me han tocado la música con el capote dos veces”; bien, ya son tres.
Tras puya trasera hay un quite por tres delantales igualmente despaciosos más media hasta atrás; a la segunda hay pelea y puyazo más que sobrado antes de que Morante salga al quite para dar a pies juntos cuatro chicuelinas y media enorme; le responde Ortega con lances lentos, limpios, y media envolvente. Miguel Ángel Sánchez parea elegante.
Brinda a Curro Romero, que acepta emocionado; inicia por alto y lo saca pronto a los medios, donde sigue tanda en redondo con trincherazo, jaleada; arrancan los sones de “Manolete” mientras continúa ahora con mano baja; con la izquierda, los pases salen de uno en uno, toreo lento, y remata con cambio de mano. El toro se va a tablas y ahí le busca pero parece que está todo visto. Con la espada no el animal no ayuda. El tercero, al cachetear, da patadas en el hocico del toro; vean qué contraste con la delicadeza de su maestro.
A su segundo, colorado y bonito, le da recibo de suavidad exquisita rematado con media de cámara lenta; esta tarde es la apoteosis del toreo de capote. Lo lleva por chicuelinas al paso y media amplia al caballo, donde es cuidado en ambas visitas; hay palmas al picador Palomares mientras se va. Las banderillas no son muy allá pero la brega de Miguel Ángel Sánchez sí es buena.
El inicio de faena es genuflexo y va para afuera incluyendo, brillantemente, molinete belmontino y gran trincherazo; el toreo en redondo se completa con cambio de manos y gran pase de pecho. Con la izquierda el toro se desplaza pero los pases salen de uno en uno. A diestra de nuevo, el bicho protesta e indica que se está acabando, por lo que el torero vuelva a la izquierda y, poniendo todo de su parte, no puede sacar mucho más.
Acaba la corrida y estalla la locura en la Maestranza y en Sevilla. El público, los jóvenes principalmente, se lanzan al ruedo. Los que pueden se van rápido para acercarse a la Puerta del Príncipe. A Morante de la Puebla lo pasean a hombros por la circunferencia irregular del coso maestrante y el público en los tendidos está con la tensión de comienzos de la corrida. “Toreo, torero” son gritos de los que son testigos y quieren ser protagonistas de un hecho histórico.

Efectivamente, Ruiz Miguel cortó el anterior rabo en Sevilla el 25 de abril de 1971 a un toro de Miura. Ahora empieza una nueva época. La Puerta del Príncipe se abre y sale por ella el nuevo rey de los toreros, de los toreros del siglo XXI. La furgoneta de cuadrillas espera, pero es inútil. Una marea humana lo quiere llevar por el Paseo Colón y va a continuar hasta el Hotel Colón, como si fuera un paso de Semana Santa. La entrada en el recinto hostelero es de “recogía”, lo llevan caminando marcha a atrás. Sólo falta el Himno Nacional.