viernes. 26.04.2024
Picaduras de mosquito

De las carreras de caballos al vil ataque de los mosquitos

La última jornada de las Carreras de Sanlúcar tuvo un protagonista inesperado

La tarde se hizo en Sanlúcar con su consabida elegancia paisajística. Viernes 24 del corriente mes de agosto. Jornada de inicio de fin de semana -el último del presente mes de agosto- y asimismo día de clausura del segundo día de las por  veces más afamadas carreras de caballos. Auténtico espectáculo cargado de años -¿más de 170?- y de tradición. Referencia agosteña de todo verano que se precie…

La ambientación, a pie de playa, no bajó enteros en ningún instante. Sobrevolaba la exégesis de la ilusión. Aunque no medien apuestas de por medio, la emoción siempre reina en cada carrera. No existe acontecimiento más familiar. En su contemplación y en su inmortalización. Inmortalización fotográfica, queremos decir. Porque, tan pronto salen a galope los caballos, una foto de cada cual delante de hipódromo portátil, de los puestos de salida, es de obligado cumplimiento.

La placidez se tornó protagonista de un inesperado giro (casi copernicano). Las temperaturas no apretaban demasiado a eso de las ocho. Veinte horas por nuestros relojes. Apenas unos minutos después todas los teléfonos móviles alzaban su altura disparando instantáneas que captaban jinetes prácticamente en volandas sobre sus incondicionales caballos al galope.

Pero, en efecto, una visita inesperada comenzó a asirse al cuerpo de todos los asistentes. Casi a cuentagotas y discretamente al principio, mas ya, minutos más tarde, de forma inclemente. Se trataba de una plaga de mosquitos que ya no abandonaría la localidad en toda la noche, a lo largo y ancho de su extensión.

Enseguida los palmetazos sobre el propio cuerpo era una estampa seguida y repetida en todos los viandantes del paseo marítimo y de la Calzada del Ejercito. Ataque feroz para todos cuantos pisaban cualquier calle, cualquier terraza, cualquier azotea, cualquier rincón de Sanlúcar de Barrameda. Las mosquiteras comenzaron a hacer acto de presencia. El público puso pies en polvorosa para refugiarse bares, restaurantes…

La plaga de insectos atacantes era ya una realidad imbatible. En el interior de los bares los palmadas en el aire, como secos aplausos unilaterales, procuraban matar de sopetón a estos voladores enemigos. Pronto se nos vino a la mente aquel lema publicitario de Raid, “los mata bien muertos”. El salvavidas fue el providencial bote de ‘Aután’, repelente de insectos, que algún camarero sacó detrás del mostrador. A partir de entonces al menos se pudo probar bocado…

De las carreras de caballos al vil ataque de los mosquitos